lunes, 4 de abril de 2011

A la salida del culto

Por Cornelio y Enrique L.

A principios del año 1870, el clérigo de la Iglesia de Inglaterra Lewen S. Tugwell llega a Sevilla para hacerse cargo de la capellanía dependiente del Consulado inglés. Aquí encontró a ciertos españoles involucrados en un movimiento reformista. Interesado por esa labor, el capellán inglés buscó un colaborador para encauzar esta obra, encontrándolo en el ex sacerdote católico, convertido al anglicanismo en Londres, Francisco Palomares García.

Tras las oportuna organización, quedó constituida la "Iglesia Española Reformada Episcopal" (IERE), siendo su primer Pastor el Revdmo. Palomares, hombre de gran bondad y sabiduría que, cuando murió, Sevilla, además de dedicarle la calle que ahora lleva su nombre, le concedió el título de Benefactor de la Humanidad, y le cedió un nicho en su Cementerio General.

Tenemos en la comunidad protestante de Sevilla otro ejemplo más de la unión de la comunidad británica con la ciudad de Sevilla. Como no podía ser de otra, en esa comunidad se integraron los protosevillistas anglicanos, así que demos por un paseo y acerquémonos a aquellos sitios donde se celebraba el culto evangélico en Sevilla. En 1889 tenemos constancia de los siguientes lugares:


De ellas hoy sólo queda, en el mismo sitio la de San Basilio; con la misma advocación de "La Ascensión", la nueva parroquia se encuentra hoy en la calle Parque de Grazalema. Sobre la de Triana, conocimos parte de su historia anglicana, que nos la situaba en la actual Capilla de los Marineros (pincha al link de Voladizo de Gol Sur) de la calle Pureza.


La Iglesia de la Ascensión se encontraba en la Plaza del Museo, en la manzana que tiene sus laterales por la calle San Vicente y al otro la calle Abad Gordillo. En la actualidad hay un edificio de nueva planta.


Nos los podemos imaginar, saliendo del culto y hablando de la partida de football de ayer en Tablada, o comprando, "El Baluarte" o "El Mercantil Sevillano", en ese quiosco...

Aquí les dejo, mejor será que Enrique continúe la historia...

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Francisco es el quiosquero, lo explota porque su hermana, Josefa, verdadera propietaria del puesto, se lo ha pedido.

(Shhhhhhhhhhist!, no se lo digan a nadie, pero Josefa recela de que su marido, Juan Antonio, le esté sacando todo el provecho posible al negocio).

Francisco tiene buena labia, su oficio lo exige, y aunque no habla idiomas (ni siquiera domina bien la lengua de Cervantes), se entiende a su manera con los míster que van por allí.

Los domingos tras el oficio, siempre se le acerca alguno, con su señora al brazo: sombrero de copa, bigotes afilados, tez blanca como la espuma de cerveza… Ya son mayorcitos, y les gusta tomar el sol.

Es el único día en que le compran personalmente el periódico (durante la semana lo recoge el servicio).

El chiquillo de Francisco, José, le acompaña siempre al quiosco el día del Señor.

Aunque el niño es del barrio de Triana, tiene una pandilla de amigos allí, en el Museo, con los que se entretiene corriendo tras una pelota de trapo a la que dan patadas como desquiciados:

-Yo soy Lecompte.

-Pues yo Paco Alba, el de las gafas.

-Yo el capitán Wood.

No pasan de los once años.

Francisco no los entiende, cosas de chiquillos.

Sí le llama la atención, sin embargo, que uno de los ingleses, siempre, siempre, sin fallar una sola vez, se detiene en plena plazuela para observar durante un rato a los niños.

Se nota que se emociona, los ojos le brillan.

A veces, se acerca a los críos y con gestos parece darles instrucciones sobre el juego.

José tiene buenas maneras.

Alguien se lo dijo a Francisco, pero él no entiende nada del sport, algo de toros, y poco más.

José fue delantero, interior derecha.

Le pegaba al cuero con fuerza descomunal.

En la Gimnástica de Triana.

Puedo asegurarlo.

Ya les hablé de él, aquí.

Era mi abuelo.

9 comentarios:

  1. Felicidades. La historia pasa por su casa.

    Con lo que le gusta a usted un periódico viejo, y han pasado a manojitos por manos de su familia...

    ¡Lo que daría don Enrique por uno de esos!

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  2. Usted lo ha puesto en suerte. Yo me he limitado a rematar la faena. Estirpe de delantero se llama. Y sí, es verdad, confieso que me gustaría poseer algunos de esos papeles, aunque me conformo con los muchos (y buenos) que tengo. Gracias por una de sus magistrales "corneliadas".

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  3. Saludos.

    ¡Qué bueno!

    Gracias, amigos.

    Fondo, forma, sentimientos, colores y sabores.

    Gracias, maestros.

    Cuidaros.

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  4. Gracias, por la parte que me corresponde. Es un honor, viniendo de usted.

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  5. Cada vez que le uno de estos post tengo la sensación ver una película subtitulada. Incluso escucho la banda sonora y el ruido del gentío.
    Ademas al terminar de leer siempre me sorprendo con una sonrisa en los labios.
    Gracias Cornelio y Enrique por regalarnos estos ratitos.
    ¿Para cuando la película?

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  6. ...y esa media verónica para rematar¡¡
    ¡Ole!
    Vd. merecería haber sido torero (o al menos mozoespá del mismísimo Belmonte).

    Felicidades y gracias por este regalo.

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  7. Consultaremos lo del flin con Voladizo Films, un productor de auténticas joyas. Gracias.

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  8. Pues mire usted, D. Antonio, que el toro fue la vida del hijo de José, mi padre, grandísimo sevillista que lleva ya en el tercer anillo 23 años, nada menos. No lo fue de Belmonte, pero se hizo a la vera de otro monstruo sagrado, Antonio Ordóñez.

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  9. Sencillamente delicioso. Y con historia familiar incluida. Felicidades.

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