sábado, 30 de abril de 2011

Ni mestizos ni tibios ni renegados


La primera peña futbolística de España.

Así es. Así tenía que ser. Qué menos si se trataba de rendir culto al primer equipo de fútbol de España.

Veamos.


Y el cronista sigue, desglosando la fundación.



Los socios.

Y los requisitos para ingresar.


Luz en las victorias y oscuridad en las derrotas.


Y su ideario.


Siempre el Sevilla. Sólo el Sevilla.

Fuente: El Mundo Deportivo (6 de enero de 1946)

sábado, 23 de abril de 2011

San Jorge, los libros y el cementerio

Por Guardianes de la Memoria

Hoy es 23 de abril y se celebra el día de San Jorge para los cristianos.

Contemplemos un par de minutos el cuadro de Tintoretto porque merece la pena.


También es el “Día del Libro” porque se supone que un 23 de abril fallecieron Miguel de Cervantes






Nada más y nada menos. Así, a “botepronto”, puede que un triplete insuperable aunque y como en todo, haya gustos y gustos.

San Jorge es, también, el patrón de Inglaterra.



La bandera inglesa es una cruz de San Jorge. El rey Eduardo III de Inglaterra (de 1327 a 1377), conocido por promover el código de la caballería, fundó en 1348 la Orden de la Jarretera y nombró a San Jorge como su santo patrono.

El 27 de diciembre de 1993, un magnífico artículo de Martin Murphy aparecido en ABC nos contaba una historia curiosísima y que probablemente pocos sevillanos conozcan porque no se habla del Cementerio de los Ingleses en San Jerónimo.

En efecto, en Sevilla tenemos un cementerio para anglicanos de la misma forma que hay una Iglesia de ése culto, San Basilio, porque la colonia inglesa de finales del siglo XIX fue numerosa e importante. Hay crónicas (Church Reform in Spain and Portugal, Noyes H.E., Londres 1897) que aseguran en los primeros años llegó a contar con alrededor de mil adeptos.



El Cementerio, hoy, corre peligro de desaparecer y no son pocas las voces que claman para que no ocurra.

Y hay historias sorprendentes (Francisco Palomares, fundador de El País y todo un personaje) y otras detectivescas:

¿Quién era Wilfred John Gilbert, de los Somerset Light Infantry…



…fallecido en julio de 1941 a los 24 años de edad? ¿Por qué está enterrado en Sevilla?

En julio de 1941 Europa estaba inmersa en la II Guerra Mundial y recordemos que España se alineaba con el Eje de Hitler y Mussolini, por lo que un soldado inglés en suelo hispano parece fuera de lugar. ¿Tal vez algo parecido a la Operación Mincemeat? Léanla, por favor. Es apasionante.

“La única tumba de guerra de la Commonwealth británica en el cementerio de Sevilla es un poco un misterio, incluso el ex-cónsul británico en Málaga, Bruce McIntyre, que ha tomado un interés especial en las tumbas, no sabía que estaba allí. Pertenece a Wilfred John Gilbert de la Infantería Ligera de Somerset que murió a los 24 en 21/07/1941. Pero la tumba, obviamente, no se ha atendido desde hace años y nadie asociado con el cementerio parece saber por qué está allí.”

(Extraído de Commonwealth War Graves in Andalucía, publicado en 2009)

El artículo de Murphy relata perfectamente las circunstancias que rodearon la creación de un cementerio para una fe que la incomprensible cerrazón de los católicos de entonces, echaron a las afueras, lejos del de San Fernando.

Y como las relaciones entre los escoceses e ingleses creadores del football y el Sevilla F.C. son incontestables, movimos hilos hasta que Lynda, de la Asociación San Jorge, nos permitió entrar allí.

En lugar de honor destaca la tumba de D. Juan Cunningham



…de cuyas andanzas sevillanas y de negocios podemos leer noticias aquí, aquí o aquí.

Pero si Juan Cunningham tuvo que ver con el football hispalense, vean lo que encontramos en el Cementerio de los Ingleses:





Pues es la tumba del doctor Mr. John Sydney Langdon.

Sobre Langdon ya se ha escrito mucho (aquí, aquí, aquí, aquí…) y su papel en la creación del Sevilla Foot Ball Club. Es uno de los pioneros, uno de los “protos” y estaba allí cuando vimos llegar los primeros balones a Sevilla. Su pasión por la ciudad del Guadalquivir fue tal que terminó sus días en suelo sevillano.

Salud, amigo.

Un poco más allá, encontramos (sin lápida), el lugar donde descansan los restos de Adam Kirkwood (consta en el registro que es la suya). Miren la fantástica foto, su indudable aspecto inglés y el escudo de la camiseta.


Mas allá, la de John Morris Mandy.


Apellidos ilustres, anglo-sevillanos, que nos trajeron la pasión y que en los terrenos centrales del Hipódromo de Tablada nos enseñaron los primeros pasos de lo que mas tarde sería la Escuela Sevillista.


Pero si hay una imagen tierna que podamos extraer del Cementerio de los Ingleses, esa es la tumba de Gilbert, primer hijo de Mr. Johnston, vicecónsul comercial inglés en Sevilla. Más tarde perdería también a Edward en la I Guerra Mundial.



Gilbert Farquharson Johnston, nacido el 23 y fallecido el 24 de Junio de 1880. Un día de vida para el hijo del primer Presidente del Sevilla Foot Ball Club.


Edward Farquharson Johnston
Presidente del Sevilla Foot-Ball Club
(pincha en la imagen)

Desde los corazones de los Guardianes de la Memoria, nuestro mas profundo agradecimiento a Lynda, amable representante de la Asociación San Jorge, por su cordialidad, por las facilidades que nos dio para poder tomar ésas fotos y por mostrarnos el archivo amarillento de la relación de tumbas.

Contigo, mano a mano
busquemos otros prados y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
donde descanse, y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte.

(Garcilaso de la Vega. Égloga primera)

Gracias en el día del Patrón de Inglaterra, en el día de los libros y en la memoria de los pioneros que se quedaron aquí para siempre.

jueves, 14 de abril de 2011

La posguerra del Sevilla y el Betis (y 3ª Parte)

Finalizamos (momentáneamente) la serie de textos que venimos dedicando al fútbol sevillano de la posguerra aludiendo a la política estrictamente deportiva de ambos clubes, esto es, a los efectos de la divergente planificación estratégica seguida por una y otra entidad en el ámbito meramente futbolístico, con objeto de comprender los resultados obtenidos por cada cual durante la posguerra.

Y lo primero que hay destacar en letras mayúsculas es que la diferencia fundamental residió en la política de cantera y no, como algunos autores sugieren, en un supuesto trato más favorable a los jugadores sevillistas por parte de las autoridades militares y políticas del momento.

Como se ha señalado anteriormente, ambos equipos perdieron a jugadores del máximo nivel, el Betis a sus estrellas vascas Urkiaga, Areso, Aedo, Lekue y Unamuno, todos ellos antes de que estallase la Guerra Civil, y el Sevilla, a su tripleta defensiva titular, Eizaguirre, Euskalduna y Deva, así como a Tache, Epelde y Fede.

Euskalduna, Eizaguirre y Deva, tripleta defensiva del Sevilla republicano, deshecha a causa de la Guerra Civil.
Fueron Campeones de la Copa Presidente de la República en 1935.
La situación, a nivel de los jugadores profesionales, era pues perfectamente equiparable entre ambos clubes, con el único, pero importante matiz de que el Betis prescindió de sus figuras por dinero, mientras que el Sevilla los perdió a causa de la guerra, sin recibir nada a cambio.

Sin embargo, a diferencia de su rival, el Sevilla contaba con una extraordinaria pléyade de futbolistas amateurs, fruto de una ancestral política de cantera, que se remonta a los mismos orígenes de la entidad en 1.905, y a la que, bajo el control de su directivo Antonio Sánchez Ramos, dedicaba notables recursos, incluidas unas instalaciones deportivas específicas, el llamado campo del Subcomité, situado junto al Gol Norte del viejo Nervión, dentro de los terrenos de la entidad.

Esta singular política deportiva había permitido a los blancos disputar nada menos que cuatro de las cinco finales de Copa de España amateur disputadas entre 1.933 y 1.940, mientras que de la cantera bética no se conoce mérito deportivo alguno prácticamente hasta la década de los años ochenta.

Los campeones de 1935, primer equipo y equipo amateur.
 Este grupo de canteranos fue la base sobre la que se cimentó el equipazo sevillista de la posguerra,
 gracias a una política deportiva previsora y enemiga de las improvisaciones.
Los escalafones inferiores del club sevillista, dirigidos con mano maestra por el técnico Pepe Brand, forjaron algunas de las grandes figuras blancas de la posguerra, como los delanteros Pepillo, Raimundo, Salustiano y Berrocal, que integrarían la famosa delantera stuka junto con López y Campanal, el mediocentro Félix o el defensa Cayuso.

Además de estos jugadores, subieron del equipo amateur a la primera plantilla futbolistas como Duarte, Tejada, Palencia, Benítez o Sánchez, conocido como “Chico Charlot”, autor del primer gol del Sevilla F.C. en Primera División.

Todos aquellos jóvenes futbolistas que el Sevilla mimó durante la guerra, junto con los fichajes que llegaron a partir de 1.942, propiciaron la gloria deportiva que alcanzaría el Club en las dos décadas posteriores.

El Betis, sin embargo, no disponía de equipo propio amateur, lo que a la postre significaba carecer de elementos útiles convenientemente formados con los que sustituir sin excesivo coste a las figuras del equipo campeón. Clubes como el Triana y el Calavera funcionaron históricamente como pseudofiliales verdiblancos, aunque con personalidad y gobierno propios. Ya en la temporada 1.935-36 se dejó sentir gravemente este lastre, que en 1.940 resultaría determinante.

Es difícil asegurar que los jugadores béticos fuesen discriminados respecto a los sevillistas por las autoridades políticas y militares, máxime cuando el Betis contaba con notables simpatías dentro del ejército y de la Falange, según podemos ver aquí, pero en cualquier caso, el Club pudo utilizar a la mitad de los integrantes de su plantilla del último curso liguero antes de la guerra. El dato no es baladí, si tomamos en consideración que en clubes como el Barcelona solo repetía un jugador o que el Athletic de Bilbao había tenido que renovar la práctica totalidad de su plantel, tras el exilio obligado de los jugadores que habían integrado la célebre selección de Euskadi (en la que por cierto no figuraba ningún jugador bético con contrato en vigor).

La selección de Euskadi, de la que la mayoría de sus componentes se exiliarían.
 En ella figuran dos ex-béticos, Areso, que llevaba más de un año en el F.C. Barcelona, y Aedo, que acababa de finalizar contrato con el Betis, y se encontraba en conversaciones para ingresar en el mismo club catalán.
NINGÚN JUGADOR BÉTICO MARCHÓ AL EXILIO A CAUSA DE LA GUERRA.
Evidentemente, la progresiva vulgarización deportiva del Betis durante la posguerra, debido a su pertinaz falta de medios, provocaría como efecto colateral la salida de algunas de sus promesas hacia el Sevilla F.C., como también hacia otros equipos punteros del momento. Durante la posguerra, los sevillistas captaron algunos jugadores de las filas verdiblancas (Suárez, Rincón, Antúnez o Pineda), al igual que lo hicieron de otros conjuntos locales y regionales (Mateo, Campos y Ayala, del Algeciras; Herrera, Ruiz-Sosa, Romero y Enrique, del Coria; Ramoní y Pepillo, del At. Tetuán; Arza, del Málaga; Belmonte y Araujo, del Jerez; etc.), confirmando así su hegemonía deportiva en Andalucía. Pero ello no respondía a un afán de persecución contra su eterno rival, sino que se ajustaba a leyes implacables del deporte rey, conforme a las cuales, el fútbol modesto nutre de figuras al balompié de elite, algo que era así entonces, y continúa siéndolo hoy día, y que siempre refuerza al poderoso cortando las alas del más débil. Por lo tanto, no es serio intentar culpar al Sevilla F.C. de falta de condescendencia con su eterno rival en esta faceta, cuando lo mismo cabría achacar al propio Betis o a cualquier otro club importante, antes y ahora, al poner sus miras en los nuevos talentos que descollan en categorías inferiores. Tardaría en pasar casi una veintena de años para que el Real Betis Balompié, gracias a una más acertada estrategia de gestión y una gran habilidad `para moverse ante instituciones públicas clave de la mano de su Presidente gurú Benito Villamarín, pudiera liberarse de esa espiral diabólica, volviendo a ocupar un puesto entre la elite más granada del fútbol nacional.

Desde el primer momento, la principal defensa utilizada en los mentideros verdiblancos para justificar sus males deportivos de la posguerra se centrará en factores externos a la propia entidad.

En este sentido, el 26 de julio de 1.942, el Presidente bético Alfonso Alarcón de la Lastra ya hacía las siguientes declaraciones a ABC de Sevilla: “La crisis del Club se originó indiscutiblemente con motivo de nuestra guerra de liberación. Nuestra atención, nuestras fuerzas, se dispersaron ante lo que para todo español era primordial. Prueba de ello fue la lista de gloriosos caídos que tuvimos, cuyo recuerdo alienta permanentemente en nosotros. El comandante Pepe Hermosa, figura deportiva nacional, encabezó la lista con su gloriosa caída en el cuartel de la Montaña. Al reanudarse la competición oficial de fútbol sufrimos naturalmente esta consecuencia en mayor grado que otros porque nos faltaron valiosos jugadores. Y descendimos de la primera división, no obstante los esfuerzos de la Directiva.” Curiosamente sólo cita entre las bajas a José Hermosa, antiguo fundador del Club, que evidentemente no formaba parte del equipo, y “olvida” la crisis vivida por la entidad en la primavera de 1.936, cuando estuvo al borde de la desaparición.

Empezando por la Guerra Civil y continuando con las supuestas hostilidades de su vecino sevillista, lo cierto es que siempre había una razón ajena que descargaba las culpas de las debilidades estructurales internas del Club hacia otro lado.

Con esto no queremos negar que la Guerra Civil disturbase al equipo verdiblanco, evidentemente así fue, como también sucedió con muchos otros clubes españoles, entre ellos, el mismo Sevilla F.C. Tampoco podemos aseverar que el club de Nervión tuviese siempre un trato exquisito hacia sus vecinos, al fin y al cabo estamos hablando de eternos rivales, y quien ejerce una supremacía, puede incidir fácilmente en el abuso de poder, consciente o inconscientemente. Sin embargo, los factores decisivos para que la ejecutoria deportiva bética resultase tan pobre durante los años cuarenta y cincuenta fueron otros, como aquí se ha demostrado.

Creemos que ya es hora de desterrar las mentiras y las falsas excusas sobre las que el beticismo en general ha diseñado (a medida) su propia historia. Los hechos fueron otros, y negarlos supone auto-usurparse la verdad, traicionarse a sí mismos, y vivir en una falacia sin límites de generación en generación. Que no digan que no se lo hemos contado, pero al menos que nos dejen en paz a los sevillistas. No somos los causantes de todos sus males (sólo de sus dolores de cabeza, si me permiten el chiste de rivalidad). Que hagan introspección, examen de conciencia, y se apliquen el cuento. Yo prefiero antes a mis hijos, por muy imperfectos que sean, que a los del vecino. Porque son los míos. La historia bastarda no me interesa.

jueves, 7 de abril de 2011

La apisonadora de mitos

Ahora que el tiempo y la tecnología están desenmascarando, con evidencias palpables, objetivas, verificables, muchas de las mentiras sobre las que se han pretendido cimentar, tendenciosa e interesadamente, los valores-tipo que supuestamente representan el modelo bético (y de paso, también sevillista) de concebir las cosas; ahora que esa torre de arena se está desmoronando de forma imparable, víctima de sus propias debilidades, de su falsedad y su mezquindad; ahora que el desastre está cerca, se toca con los dedos, empiezan a aparecer algunas voces en verdiblanco que reclaman sosiego, equilibrio, ecuanimidad a los sevillistas en las aproximaciones a temas históricos, todo aquello, en definitiva, de lo que llevan pitorreándose desde el principio de los tiempos, desde que llegaron al ruedo del sport años después que el club decano.

Por mucho que se quiera disimular, se trata de un desesperado, desesperadísimo intento por paralizar este proceso, por amortiguar el golpe, por ganar tiempo para digerir algo tan fuerte como que tus fundamentos vitales, ideológicos, sentimentales sean, como decía el bolero, un puritito invento, asumir que una gran parte de tu historia en realidad es apócrifa, es una enorme trola que sólo una audiencia predispuesta a consumir victimismo puede elevar a la categoría de mito. La historia del fútbol sevillano, en muchos de sus aspectos claves, está protagonizando un movimiento pendular que supone la transformación de algunos de sus más recalcitrantes dogmas en todo lo contrario a lo que se presuponían. Resulta que lo que nos pintaban negro, en realidad era blanco y viceversa.

Y nos piden que no lo digamos.

Este fenómeno se presenta de forma muy acusada respecto a cualquier dato que tenga que ver con una de sus fuentes de inspiración favoritas, la Guerra Civil y la condición social e ideológica de las aficiones. Su tesis –el tópico explotado hasta la saciedad- es de todos conocido: los béticos son personas de extracción humilde, obreros, proletarios, de ideas políticas progresistas, partidarios de la República (o de la democracia) como sistema de gobierno, enemigos de la aristocracia, de los dictadores militares, del pensamiento único totalitario. Por oposición, los sevillistas representan todo lo contrario.

Esta feliz idea inspira cualquier narración de su historia. Debido a estos mismos principios, fue que el Betis ganó la Liga durante la II República y bajó a Tercera en la posguerra. Los militares de la Dictadura, el Movimiento, castigó al Betis republicano y de los rojos, porque estaban en el bando de los perdedores. Sus jugadores vascos se marcharon al exilio con la selección de Euskadi. Mientras, el Sevilla triunfó durante la posguerra porque estaba protegido por el régimen político-militar, porque antes de la Guerra Civil el Sevilla no había sido nadie. Para colmo, Sánchez-Pizjuán, el mayor fascista entre los fascistas, amigo de las autoridades franquistas, estaba obsesionado con hacer daño al Betis, con hundirlo, con hacerlo desaparecer. Esto, grosso modo, lo explica casi todo. Y precisamente por todo esto, es un orgullo ser bético.

Generación tras generación este mensaje se ha transmitido, fomentado, engordado, formando una inmensa bola de nieve que, muy cerquita ya de la cima, está empezando a dar visos de caer hacia atrás, de darse la vuelta, aplastando a quienes la estaban sujetando, a quienes la han venido aupando peligrosamente desde hace mucho tiempo. Ignorantes (conscientes o inconscientes) de la realidad, personajes advenedizos como Antonio Hernández, Emilio Carrillo, Antonio Burgos, Mercedes de Pablo o Nicolás Salas lo han alimentado, sin saber, crueldades del destino, o sin querer saberlo, que el Club al que han venido enalteciendo con su prosa estereotipada ha representado siempre valores diametralmente opuestos a los que ellos pretendían ensalzar. Como dice el dicho popular, en el pecado llevan la penitencia. Dan lástima, en el fondo.

Sobre la Guerra Civil venimos dejando algunas pinceladas en nuestros últimos posts (aquí y aquí, aunque hay mucho más material) que evidencian que el Betis se desintegró antes del inicio de las hostilidades; que la afición había abandonado el Club, porque no quería poner dinero; que se traspasaron por jugosísimas cifras a los mejores jugadores para hacer caja, y que ni aún así, se corregía el déficit de la entidad; que el talonario de Sánchez Mejías, y no las contribuciones de los socios, fue lo que permitió obtener buenos resultados deportivos; que a la vista de la incapacidad para reunir dinero, la directiva dimitió en pleno; que los “malvados sevillistas” pusieron dinero para salvar al Betis y que el Ayuntamiento (un alcalde bético) les subvencionó con la entrega gratuita de Heliópolis (que antes, cuando el Sevilla lo necesitó, no le fue ofrecido) con la sola obligación de mantenerlo. Ningún jugador del Betis con contrato en vigor se exilió con la selección de Euskadi (Areso y Aedo fueron los únicos componentes con pasado verdiblanco, el primero llevaba ya más de un año jugando en el F.C. Barcelona y el segundo, que había terminado su contrato con el Betis, estaba en trámite de integrarse en el club azulgrana).

Sobre la masa social de cada club en aquellos momentos también hemos dicho ya algunas cositas. Les dejamos para que reflexionen un pequeño elenco simplemente ejemplificativo. ¿Les suenan estos nombres y apellidos? Antonio Olmedo, Eduardo Benjumea, Adolfo Cuéllar, José Cuesta Monereo, Manuel Alonso Cueli, Alfonso Jaramillo, Fernando Coca de la Piñera, Francisco Bohórquez, José María Doménech, Sáenz de Buruaga, José Sánchez Laulhé, todos ellos, sin excepción, béticos de reconocidísimo pedigrí, protagonistas clave de la historia bética, muchos, de la posguerra. Esto seguro que lo saben, pero hay un pequeño detallito sin importancia que nunca encontramos en ninguna historia del Betis, vaya por Dios: todos ellos militaron en la horquilla ideológica y política que va de la extrema derecha al propio aparato militar de la Dictadura franquista, pasando por la Falange Española Tradicionalista y de las Jons, o el posteriormente llamado, Movimiento Nacional.

¿Cómo es posible? ¿Pero no eran los sevillistas los fascistas en toda esta historia, no eran los blancos los protegidos del franquismo y por eso lo habían ganado todo? ¿No era el Betis el equipo de los rojos y por eso fue represaliado en Segunda y Tercera División?

Aquí hay algo que no cuadra.

Y el paisano le dice al otro:

-¿Por qué somos del Betis?

-Porque es el equipo de los obreros y de los rojos, y hay que luchar contra el Sevilla de los ricos y los militares.

¡¡Toma ya!!

Veamos este recorte:


¡Vaya por Dios! Y lo escribe precisamente un bético superbético, Antonio Olmedo.

La inmensa mayoría de la masa social sevillista eran obreros, artesanos y gentes de clase media

¡¡Y encima ponían pasta para comprar su estadio!!

No puede ser.

-Bueeeeeno vale, los fachas estaban en el Betis, es verdad, pero Sánchez-Pizjuán, ese cab…., ese no me dirán que no era franquista. Y además se quiso cargar el Betis. Eso lo sabe todo el mundo.

Pues ahí va eso:

De cuando el Betis ascendió a Primera:

De cuando el Betis ganó la Liga:


De cuando le fue ofrecido al Sevilla quedarse con Heliópolis y desahuciar al Betis:


-Me trago mis palabras. Todo lo que me contaba mi abuelito era mentira. Una burda y colosal mentira. ¿Queda algo por saber?

De momento, esto:


Saquen sus propias conclusiones.

Por todo lo que aquí les digo, ahora las tesis en verdiblanco, para acallar el clamor de estas evidencias, mantienen que había fascistas y rojos en ambos bandos; que los militares no apoyaron como debieran al Betis, pese a que era el club con el que simpatizaban; que los béticos no ponían dinero en señal de protesta hacia sus directivos (ésto es muy bueno, nos lo cuentan para justificar el abandono de 1936, pero nada nos dicen de 1943 o 1946, por ejemplo; algún día lo contaremos), etc. En definitiva, “bueno vale, pero tú también”. Como niños pequeños.

Por supuesto que ha habido sevillistas (y los sigue habiendo) para todos los gustos y colores, tanto social como ideológicamente hablando. Es irrelevante. Sólo un zopenco puede negarlo, pero muchos llevan contando lo contrario desde hace años, y han construido la historia, su historia, sobre esa base. No hay equipo de los ricos ni de los pobres, ni de derechas o de izquierdas. Pero si hubiera que poner la mano en el fuego, está más que acreditado, que el Betis ha sido en esta ciudad el equipo de los militares, los falangistas y la extrema derecha por cantidad y calidad de sus adeptos en comparación con el Sevilla. Y el más protegido por las autoridades, con dinero y con regalos.



Así que, hagan el favor de no insistir con sus historietas. No cuela.

lunes, 4 de abril de 2011

A la salida del culto

Por Cornelio y Enrique L.

A principios del año 1870, el clérigo de la Iglesia de Inglaterra Lewen S. Tugwell llega a Sevilla para hacerse cargo de la capellanía dependiente del Consulado inglés. Aquí encontró a ciertos españoles involucrados en un movimiento reformista. Interesado por esa labor, el capellán inglés buscó un colaborador para encauzar esta obra, encontrándolo en el ex sacerdote católico, convertido al anglicanismo en Londres, Francisco Palomares García.

Tras las oportuna organización, quedó constituida la "Iglesia Española Reformada Episcopal" (IERE), siendo su primer Pastor el Revdmo. Palomares, hombre de gran bondad y sabiduría que, cuando murió, Sevilla, además de dedicarle la calle que ahora lleva su nombre, le concedió el título de Benefactor de la Humanidad, y le cedió un nicho en su Cementerio General.

Tenemos en la comunidad protestante de Sevilla otro ejemplo más de la unión de la comunidad británica con la ciudad de Sevilla. Como no podía ser de otra, en esa comunidad se integraron los protosevillistas anglicanos, así que demos por un paseo y acerquémonos a aquellos sitios donde se celebraba el culto evangélico en Sevilla. En 1889 tenemos constancia de los siguientes lugares:


De ellas hoy sólo queda, en el mismo sitio la de San Basilio; con la misma advocación de "La Ascensión", la nueva parroquia se encuentra hoy en la calle Parque de Grazalema. Sobre la de Triana, conocimos parte de su historia anglicana, que nos la situaba en la actual Capilla de los Marineros (pincha al link de Voladizo de Gol Sur) de la calle Pureza.


La Iglesia de la Ascensión se encontraba en la Plaza del Museo, en la manzana que tiene sus laterales por la calle San Vicente y al otro la calle Abad Gordillo. En la actualidad hay un edificio de nueva planta.


Nos los podemos imaginar, saliendo del culto y hablando de la partida de football de ayer en Tablada, o comprando, "El Baluarte" o "El Mercantil Sevillano", en ese quiosco...

Aquí les dejo, mejor será que Enrique continúe la historia...

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Francisco es el quiosquero, lo explota porque su hermana, Josefa, verdadera propietaria del puesto, se lo ha pedido.

(Shhhhhhhhhhist!, no se lo digan a nadie, pero Josefa recela de que su marido, Juan Antonio, le esté sacando todo el provecho posible al negocio).

Francisco tiene buena labia, su oficio lo exige, y aunque no habla idiomas (ni siquiera domina bien la lengua de Cervantes), se entiende a su manera con los míster que van por allí.

Los domingos tras el oficio, siempre se le acerca alguno, con su señora al brazo: sombrero de copa, bigotes afilados, tez blanca como la espuma de cerveza… Ya son mayorcitos, y les gusta tomar el sol.

Es el único día en que le compran personalmente el periódico (durante la semana lo recoge el servicio).

El chiquillo de Francisco, José, le acompaña siempre al quiosco el día del Señor.

Aunque el niño es del barrio de Triana, tiene una pandilla de amigos allí, en el Museo, con los que se entretiene corriendo tras una pelota de trapo a la que dan patadas como desquiciados:

-Yo soy Lecompte.

-Pues yo Paco Alba, el de las gafas.

-Yo el capitán Wood.

No pasan de los once años.

Francisco no los entiende, cosas de chiquillos.

Sí le llama la atención, sin embargo, que uno de los ingleses, siempre, siempre, sin fallar una sola vez, se detiene en plena plazuela para observar durante un rato a los niños.

Se nota que se emociona, los ojos le brillan.

A veces, se acerca a los críos y con gestos parece darles instrucciones sobre el juego.

José tiene buenas maneras.

Alguien se lo dijo a Francisco, pero él no entiende nada del sport, algo de toros, y poco más.

José fue delantero, interior derecha.

Le pegaba al cuero con fuerza descomunal.

En la Gimnástica de Triana.

Puedo asegurarlo.

Ya les hablé de él, aquí.

Era mi abuelo.