viernes, 11 de septiembre de 2009

Una cogorza de campeonato ... de Liga


Contaba Juan Arza de forma entrañable, en una entrevista con ocasión del Centenario, que las celebraciones por el título liguero conseguido aquel inolvidable 31 de marzo de 1946, gracias a un sufridísimo empate a uno contra el F.C. Barcelona en su feudo, fueron auténticamente memorables.

No es de extrañar, ya que en 1935, con la victoria en el Campeonato de España el año de su debut en primera división, había sucedido algo parecido.

En aquellos tiempos, el Sevilla Fútbol Club era, de largo, el equipo más poderoso de Andalucía, como casi siempre, y aún no habían hecho mella en su popularidad las campañas difamatorias lanzadas por sus más envidiosos enemigos.

Todavía no se había desatado la intentona verdiblanca por reventar la consecución del título liguero sevillista, con la inesperada resucitación del affaire Antúnez ante el General Moscardó, pero por suerte –y por justicia- los de la acera de enfrente no consiguieron aguarnos la fiesta.

La expedición de los campeones regresaba a casa en tren desde Barcelona, pero dados los requerimientos de las poblaciones cercanas, y sus correspondientes peñas sevillistas, que reclamaban “su derecho” a felicitar personalmente a los héroes de Les Corts, se decidió, con muy buen criterio por parte de la directiva, poner fin al trayecto ferroviario en Córdoba, y continuar hasta Sevilla por carretera, en autobús. De este modo, el equipo podría hacer parada en los diferentes pueblos del camino, para ser agasajado como Dios manda.


Desde Córdoba a Sevilla, las paradas fueron innumerables, lo que hizo que el trayecto, ya de por sí largo en aquellos tiempos, se dilatase una eternidad. En todas partes, la expedición tenía que poner pie a tierra, y visitar la peña sevillista o el casino local de turno, donde literalmente se les regaba en alcohol. Cada viva, cada hurra, venía seguido del correspondiente brindis, y créanme que entonces no se tomaban combinados, chupitos ni mariconadas de esas (con perdón). Había que jalarse unos cuantos vasos de vino tinto, que eran auténticas bombas de fuego para el organismo.


Así las cosas, entre las juergas nocturnas vividas en la propia Barcelona, el traqueteo del autobús por esas carreteras de Dios y las copas de tinto que se acumulaban en el estómago de los jugadores, la mayoría de ellos arribaron a Sevilla en lamentables condiciones, y muchos de ellos con una cogorza “en lo arto” como una catedral de grande.

El bueno de Juanito Arza contaba que, como él no bebía alcohol, llegó más o menos bien a Sevilla, pero que algunos compañeros, literalmente, eran incapaces de ponerse en pie.

4 comentarios:

  1. ¿Y lo que no tomaba Arza, lo tomaba Alconero quizá?
    Post entrañable amigo mio.

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  2. Saludos.

    ¡Cómo me hubiera gustado que pillaran más cogorzas!

    ¿Dices que de tinto? ¿Y nuestra Cruzcampo? ¿Aún no había llegado a los pueblos?

    En cualquier caso, si la trincaron por eso... pues bien trincada.

    Gracias.

    Cuídate.

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  3. Querido Antonio, en otra entrevista decía Juan Arza, respecto a Alconero que, como le gustaba tomarse la copita almorzando, cada vez que estaban concentrados y era la hora de la comida, se sentaba junto al navarro para tomarse ración doble.

    Amigo Ariza, la Cruzcampo la tenemos desde 1904, para fortuna de todos, lo dice uno que estuvo en esa casa, hace ya bastante tiempo, y conoció a algunos de los antiguos. No es descartable que alguna rubia fresquita cayese también. A fin de cuentas, era vecina de Nervión.

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  4. gran post ,y gran historia de nuestros "abuelitos seviliistas"..algo sabia por mi padre y tal,pero ....la cruzcampo tien un año mas de vida que el Sevilla jajjajaj!!!

    gracias por pasar por mi blog...
    un abrazo!

    ahh y el próximo para el programa de Agustin debe de ser usted,amigo mio!:)

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