martes, 1 de diciembre de 2009

El miedo de Tibor Szalay


Tibor Szalay fue un excelente delantero que engrosó las filas del Sevilla Fútbol Club a finales de los años cincuenta, concretamente, en el verano de 1958, cuando contaba con veinte años de edad.

Era diestro, aunque jugaba como extremo izquierdo, con buena técnica, un gran disparo y notable olfato goleador.

Así se definía él, en una entrevista para Vida Sevillista:

- En el puesto de extremo, que es mi favorito, procuro corresponder a las cualidades ideales que debe tener un buen extremo: rapidez, visión, crear juego y tirar con puntería a puerta o al compañero para que remate ...

Tibi, que era el apelativo cariñoso con el que se le conocía, formaría parte de aquella línea atacante de leyenda del equipo de Luis Miró, la delantera de cristal, integrada por Agüero, Diéguez, Antoniet, Pereda y nuestro protagonista.

Szalay había nacido en Kobolkut, y era húngaro de nacimiento, aunque llegaría al Sevilla procedente del Austria de Viena austríaco, con el que se había proclamado máximo goleador, con veinticinco tantos en veintiún partidos. Había emigrado de su país huyendo literalmente de las difíciles circunstancias políticas que entonces vivía, lo que le provocó una suspensión de la FIFA durante un año.

Vino al Sevilla de la mano de su compatriota Jeno Kalmar, efímero entrenador sevillista, y antiguo preparador del gran Honved de Budapest, el mejor equipo del mundo de la primera mitad de los años cincuenta, y que contaba en sus filas con hombres de la talla de Puskas, Czibor, Kocsis o Josep Bozsik.

Aquí tenéis una fotografía del día en que se formalizó su fichaje, firmando los contratos en presencia del presidente austríaco, doctor Eckel, y D. Antonio Sánchez Ramos, el famoso "tío del puro", en la antigua sede blanca de la calle San Miguel.



Sus excelentes actuaciones con el equipo blanco le valieron un traspaso al F.C. Barcelona junto con Jesús Pereda, cuando hacer caja comenzaba a ser perenne necesidad de los blancos a causa de la deuda por el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán.

Pese a ser un notabilísimo futbolista, Tibor Szalay ha pasado a la historia del deporte rey por su miedo, auténtica jindama, ante la violencia de los defensas rivales.

Esto se escribía sobre el sevillista en aquellos tiempos:

"Después de su paso por las filas del Austria, un equipo puntero de la nación austríaca, llegó Szalay al club blanco en mal momento, cuando no se acababa de recomponer la moral. A su corta edad, Szalay no había conocido más fútbol, en plan de campeonato, que el juvenil de Hungría y el reposado de Austria. El concepto de su juego chocó con el inconveniente de la impronta latina, de la velocidad, del coraje y del ardor del fútbol español. Y Szalay, que había llegado aureolado, que esperaba él mismo llegar a ser figura dentro del fútbol español, hubo de soportar la crisis del Sevilla, la suya propia en la distinta concepción del fútbol, su aclimatación, y hasta el que lo encasillaran entre los futbolistas en exceso prudentes ..."


Cuenta Juan Tejero, en su simpática obra “El circo del fútbol”, que en cierta ocasión, con motivo de un partido entre el Sevilla y la Unión Deportiva Las Palmas, el expeditivo jugador canario Pantaleón, conocedor de las debilidades de nuestro futbolista, le disputó a éste, digamos que de manera excesivamente ardorosa, la primera pelota del partido, que el veloz extremo blanco llevaba cosida a su pie.

Como resultado de las caricias de Pantaleón, Szalay hubo de ser retirado del terreno de juego dado que sangraba abundantemente por … ¡¡su cabeza y rostro!!

Camino de los vestuarios, en su macarrónico español, el buen futbolista magiar no dejaba de lamentarse:

- Mí no entender nada, pelota en pies y defensa golpear cabeza. Mí no entender, no entender …


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