martes, 29 de diciembre de 2009
Paco de Lucía y el Sevilla
sábado, 26 de diciembre de 2009
Manual de Sevillismo
En apenas ciento cuarenta y tres páginas, que se hacen cortas, cortísimas diría yo, el autor nos encamina a un repaso magistral por asignaturas básicas del sevillismo, que van desde la geografía y la historia a la filosofía, pasando por las artes y, por supuesto, la religión.
En términos bibliográficos, el Sevilla Fútbol Club tiene aún pendiente su Gran Libro de Historia, libre de inexactitudes y de falsas leyendas, sin que ello suponga desmerecimiento alguno para obras excelentes, como las de Arturo Otero, Juan Tribuna o Cervantes y Enríquez, fundamentalmente, pero en todas ellas falta el apéndice necesario de lo sucedido en aquellos gloriosos años, 2005, 2006 y 2007, y lo que está por venir. Me consta que más pronto que tarde, una fantástica iniciativa de algunos de nuestros más insignes investigadores verá la luz, y paliará de alguna manera este tremendo vacío, además de añadir nuevos cimientos a la estructura biográfica sevillista.
Hasta ahora no teníamos tampoco nuestro catecismo, la biblia de los sentimientos del sagrado club de Nervión, ese Corán, en términos de un talibanismo contenido (si es que ello es posible para los que sentimos igual), al que aferrarnos en los momentos más difíciles para saber lo que somos, de donde venimos, y lo que siempre habremos de ser. Y también para gozarlo detenidamente en los días felices, cuando la nostalgia quiera invitarnos a recordar lo grande que fuimos entonces, lo inmenso de nuestro sentir.
jueves, 24 de diciembre de 2009
AyH os desea lo mejor
domingo, 20 de diciembre de 2009
El año de las cuatro veces
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Jesús Navas, el futbolista seise
No hace mucho que ha estrenado veinticuatro primaveras, pero sigue siendo un niño, siempre lo será.
Está condenado a llevar a cuestas esa bendita apostilla, como aquel navarrico de Estella, Juanito aún le llaman, eterno Niño de Oro a los ojos nervionenses, por mucho que luzca sienes plateadas desde que cambiara botas y borceguíes por la pizarra y el chándal.
O como aquel otro extremo de la belle epoque sevillista, tiempos de charleston y flequillo a lo garçon, que remataba la línea del miedo del sempiterno Campeón de Andalucía. Le llamaban “petit”, el “Niño” Brand, y apenas era un chiquillo, pero portaba la misma gracia y el mismo duende, con su famoso regate del “molinillo”, que ahora desgrana a raudales este príncipe andalusí de Los Palacios.
Porque si hay una cualidad sevillana por antonomasia, esa es, sin duda, la gracia. Sevilla es la ciudad de la gracia, decía el inolvidable José María Izquierdo. La gracia de una Virgen paseando bajo el rocío malva de la madrugada. La gracia de Pepe Luis, citando en los medios con el cartucho de pescao. La gracia, en definitiva, de esos párvulos bailones, intemporales, que honran a Dios privadamente, en su casa, la Catedral metropolitana.
Y es que Jesús recuerda a esos seises vestidos de pitiminí, con su cara de ángel, su “faz murillesca”, según decía Luis Cernuda, y esos movimientos etéreos con el balón en los pies sólo al alcance de querubines celestiales. Giros, requiebros, saltos que enhebran un fútbol grácil y delicado, sutil, casi musical. Sinfonía alegre de quien se desplaza sobre la hierba como el que se desliza en patines por una pista de hielo. Ni más ni menos que la pureza antigua de la escuela sevillista de fútbol, reencarnada en plena era de la botellona por sms.
Dicen los envidiosos, los pobres de espíritu, cuando lo quieren comparar con aquel portuense chistoso que le regaló un penalti mundialista al nieto de Kung-Fú, que este Niño Jesús sevillano no tiene gol, y sin embargo, ha destrozado ya, en el primer tercio de su carrera, todos los records y estadísticas imaginables, con nosecuántos partidos europeos disputados y cinco copas que son cinco cálices de plata luciendo en la repisa de su cuarto, junto a la consola de la playstation.
¿No os dais cuenta, insensatos, que si no tiene gol es porque regala los suyos a espuertas como un rey mago que tira caramelos? Ahí están si no el nueve de Brasil o el Mesías de Mali para atestiguarlo. Vinieron con sus carreras a punto de marchitar y no dejan de crecer cada día más fuertes con la ayuda generosa de Jesús.
Así pues, luciferes de pacotilla, alejaos de este niño, no toquéis a nuestro plusmarquista divino, dejádmelo en paz, que vuele a su aire. Es sólo para nosotros, su familia, patrimonio del sevillismo y de nadie más. Que se pare el tiempo, que no se termine nunca el placer de disfrutarlo, calladamente, en la grada, en la intimidad de esa otra Catedral imponente, la del fútbol hispalense, el Ramón Sánchez-Pizjuán, único templo donde cabe medir, como Dios manda, la danza indeleble de este niño seise sevillista que, como diría el pregonero Barbeito, y aquí me haría falta su voz, juega al fútbol como los mismísimos ángeles.
lunes, 14 de diciembre de 2009
El "Sota", aquella vieja cafetera
En aquellos lejanos tiempos, los desplazamientos para disputar los partidos fuera de casa los hacía nuestro club en un modestísimo autobús de gasógeno, más asequible que la gasolina, al que los nuestros llamaban el “Sota”, sin que sepamos porqué.
No es difícil imaginarse las incomodidades de aquellos viajes por las penosas carreteras de la famélica red viaria española, compuesta mayoritariamente de caminos con calzadas de adoquines o incluso tierra, muchas de ellas medio destruidas aún por el recientísimo conflicto bélico.
Sucedía que los jugadores llegaban reventados para enfrentarse a su rival local de turno, de ahí que la dinámica habitual de aquel fútbol clásico de la posguerra fuera una mezcla casi simétrica de triunfos caseros y derrotas visitantes.
En cierta ocasión, en un viaje del equipo nervionense a la localidad alicantina de Alcoy para enfrentarnos al equipo de la moral, el viejo “Sota” sufrió un percance que apunto estuvo de dar con la primera –y única- incomparecencia sevillista a un partido liguero.
Había una penuria de gasoil enorme, por lo que aquel autobús llevaba un depósito de repuesto que permitía ahorrarse la dificultosa tarea de repostar durante el trayecto. Hay que pensar que no era nada fácil llenar el depósito, pues a la escasez de surtidores, se unía el problema de que no servía como contraprestación ni el dinero ni otro medio de pago corriente. El combustible se conseguía por medio de vales, de forma parecida a lo que sucedía con los alimentos y las archifamosas cartillas de racionamiento.
Atravesando la provincia de Granada, el depósito de gasoil del “Sota” se desprendió del vehículo, así que para repararlo, el delegado-adjunto del equipo, D. Eugenio Montes Cabeza, hubo de localizar sobre la marcha, no un taller ni a un mecánico, sino al herrero del pueblo más cercano, a fin de que arreglase el entuerto a tiempo de que el equipo llegase a su destino. El viaje duró unas veinte horas, y aún con todo, ganamos por dos goles a uno.
Hoy, en que la superprofesionalización que envuelve al deporte rey en todos sus ámbitos deja cada vez menos espacio al romanticismo, echamos la vista atrás con nostalgia y comprobamos la catadura de aquellos héroes –jugadores, técnicos y directivos- que se embarcaban en la aventura del fútbol, jugándose prácticamente la vida, con la ilusión de defender al equipo de sus amores, por cuatro perras gordas y una caja de calcetines.
Los viajes en autobús casi se han terminado para los equipos de elite, sólo se utilizan para ir del hotel de concentración al campo y viceversa, e incluso éstos parecen un hotel ambulante, más que un medio de transporte. Bueno, para eso han quedado los autobuses y para algo más, como por ejemplo, darse un paseo por la gloria de las calles de Sevilla, en procesión a la Catedral, convenientemente tuneados, con cada cáliz de plata que ha engrosado las vitrinas de nuestro club en los últimos tiempos. Ojalá que muy pronto se repita la escena.
sábado, 12 de diciembre de 2009
Silencio en el mediocampo
Manolo Ruiz-Sosa ha muerto.
Se nos ha ido para siempre uno de los más grandes futbolistas del Sevilla Fútbol Club de todos los tiempos.
Titular indiscutible desde finales de los años cincuenta, formando con Ramoní, Pepín, Maguregui o, sobre todo, Ignacio Achúcarro (arriba en la foto), el pequeño centrocampista coriano era un compendio del buen jugar: técnico, seguro, incansable, completísimo.
Internacional en una época de terrible competencia, se mantuvo en la elite durante muchísimo tiempo, incluso tras su traspaso al Atlético de Madrid.
Posteriormente sería un notable entrenador, y en el Sevilla Fútbol Club de su alma, llegaría a compartir banquillo con Luis Aragonés, como ayudante, antes de pasar poco después a ser técnico dentro del organigrama de Monchi.
Descanse en paz.
jueves, 10 de diciembre de 2009
Jock Wallace y la ciudad sin ley
Y no sería porque el técnico escocés no tuviera buena percha para sheriff del oeste, ahí tienen la foto. Ni porque al llegar no se encontrara solo ante el peligro, como Gary Cooper, con el club en un delicadísimo momento, económico y deportivo, en tierra de nadie, con Gabriel Rojas sin atinar con el pulso necesario para desatascar el rumbo perdido de la entidad, y la alargada sombra de su antecesor coriano atizándole los costados cada vez que se torcía mínimamente la cosa. Salvando las distancias, algo parecido a lo que le sucede a Manolo Jiménez desde que se hiciera cargo del banquillo nervionense, cuando al primer estornudo del equipo, ya le están recordando los logros de Ramos y su gloriosa e irrepetible época de las cinco copas.
Pero vamos a lo nuestro, y hablando de Jiménez, precisamente Jock Wallace sería su gran valedor, quien más confiaría en sus condiciones, contra viento y marea, al igual que con hombres como Ramón Vázquez, Rafa Paz o Jesús Choya. Hizo uso de la cantera sevillista como casi ningún preparador de la casa, fue honesto, trabajador, discreto, aunque quizás le pedieron algunas ideas difíciles de conciliar con el gusto de los aficionados. Hombres como el mundialista Francisco o Moisés Rodríguez Carrión no eran indiscutibles para él, menos aún cuando comenzaron a desfilar los primeros fichajes de la era Cuervas como Cholo, McMinn, Salguero, De la Fuente y sobre todo, Pablo Bengoechea, el profesor uruguayo. Todavía recuerdo aquel Carranza, yo estaba allí, en que caimos por tres a cero en las semifinales ante el Vasco de Gama, en el que aún descollaba el veteranísimo Roberto Dinamita, junto a jóvenes talentos como Valdo, Mazinho y Donato. Los favoritos de la afición esperaron turno en el banquillo, y saltaron al campo casi por exigencia del público, cuando todo estaba ya perdido. A los pocos días, Wallace fue cesado antes incluso de disputarse el primer partido liguero, siendo su sustituto Javier Azcargorta.
Quizá en el fracaso de Wallace, un poco medio en broma, y un poco medio en serio, tuviera bastante que ver un episodio que ha pasado casi inadvertido, y que hoy rescatamos del baúl de lo recuerdos. Era julio de 1986, y quien fuera precisamente técnico del Glasgow Rangers FC, estaba literalmente recién aterrizado en nuestra ciudad.
Estábamos en aquella Sevilla irreconocible previa a la Expo 92, sin apenas infraestructuras, tan distinta a la actual, que en ciertas zonas de extrarradio era conocida como la ciudad sin ley. Abundaba en aquellos tiempos una delincuencia urbana de adolescentes que dominaba, entre otras, la suerte del “semaforazo”, esto es, el ladrillo rompelunas que permite la extracción del equipaje en un pis pas, de la que serían víctimas nuestro protagonista, su mujer Daphne, y el intermediario que los trajo al Sevilla, Ramón Fernández.
Lo más gracioso del asunto fue la reacción de la mujer de Wallace, Daphne, que declararía:
- Sevilla, finito para mí.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Un par de novatos contra la delantera eléctrica
viernes, 4 de diciembre de 2009
Un dulce encuentro
Gracias Pablo y gracias Juan Carlos. ¡Qué buenas están las palmeras, Dioooos!
martes, 1 de diciembre de 2009
El miedo de Tibor Szalay
Aquí tenéis una fotografía del día en que se formalizó su fichaje, firmando los contratos en presencia del presidente austríaco, doctor Eckel, y D. Antonio Sánchez Ramos, el famoso "tío del puro", en la antigua sede blanca de la calle San Miguel.
Pese a ser un notabilísimo futbolista, Tibor Szalay ha pasado a la historia del deporte rey por su miedo, auténtica jindama, ante la violencia de los defensas rivales.
Esto se escribía sobre el sevillista en aquellos tiempos:
"Después de su paso por las filas del Austria, un equipo puntero de la nación austríaca, llegó Szalay al club blanco en mal momento, cuando no se acababa de recomponer la moral. A su corta edad, Szalay no había conocido más fútbol, en plan de campeonato, que el juvenil de Hungría y el reposado de Austria. El concepto de su juego chocó con el inconveniente de la impronta latina, de la velocidad, del coraje y del ardor del fútbol español. Y Szalay, que había llegado aureolado, que esperaba él mismo llegar a ser figura dentro del fútbol español, hubo de soportar la crisis del Sevilla, la suya propia en la distinta concepción del fútbol, su aclimatación, y hasta el que lo encasillaran entre los futbolistas en exceso prudentes ..."
Cuenta Juan Tejero, en su simpática obra “El circo del fútbol”, que en cierta ocasión, con motivo de un partido entre el Sevilla y la Unión Deportiva Las Palmas, el expeditivo jugador canario Pantaleón, conocedor de las debilidades de nuestro futbolista, le disputó a éste, digamos que de manera excesivamente ardorosa, la primera pelota del partido, que el veloz extremo blanco llevaba cosida a su pie.
Como resultado de las caricias de Pantaleón, Szalay hubo de ser retirado del terreno de juego dado que sangraba abundantemente por … ¡¡su cabeza y rostro!!
Camino de los vestuarios, en su macarrónico español, el buen futbolista magiar no dejaba de lamentarse:
- Mí no entender nada, pelota en pies y defensa golpear cabeza. Mí no entender, no entender …
domingo, 29 de noviembre de 2009
El Cristo de los Futbolistas
Traen el estómago revuelto por la mezcla de olores del tubo de escape, la falta de aire en el interior del vehículo y el traqueteo sobre el viejo pavimento de adoquines del centro de la ciudad.
Pagan religiosamente la carrera, y despiden al conductor, no sin antes obsequiarle con una par de autógrafos sobre un arrugado talonario de recibos:
- Es para mis hijos, para que presuman en el Colegio con los amigos ...
El más alto tiene hechuras de inglés, se parece al protagonista de “Un hombre llamado caballo”, el actor Richard Harris. El más bajo calza unos zapatones que ni Daoiz el de la Gavidia.
Precisamente estamos muy cerquita de allí, en la sevillana calle Aguiar, junto al Multicines Avenida, en el taller de un joven Maestro imaginero.
- Venimos de parte de Pablo ...
- Sí, os estaba esperando, ¿qué quereis exactamente?
- Algún día no estaremos aquí, y queremos un trozo de Sevilla para las Américas ... ¡Si pudiéramos llevarnos un poco de Semana Santa a nuestra tierra!
- Eso está hecho.
Cierran el trato con un apretón de manos.
Al cabo de unos meses, la obra está terminada.
Es un Señor cautivo realizado en madera de cedro libanés, con una talla de 1,87 metros, y túnica morada, que conserva el sello inconfundible de su autor, el escultor sevillano, y sevillista, Luis Alvarez Duarte.
Su advocación, Santo Cristo del Buen Amor, y se venera en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.
Desde hace varios años, cada Viernes Santo, mientras la Virgen del Patrocinio, ejecutada por el mismo escultor, pasea majestuosa por las calles de Triana, esta imagen de su hijo, de este Jesús Cautivo de ultramar, preside un solemne Via Crucis multitudinario por la Plaza de Mayo bonaerense.
Los dos muchachos que ingeniaron el proyecto, y financiaron la obra se llamaban, y se llaman, Héctor Horacio Scotta y Daniel Ricardo Bertoni, por eso el Señor del Buen Amor es conocido como el Cristo de los Futbolistas.
El número de devotos y admiradores de esta imagen es extraordinario, y sigue creciendo. En Argentina, donde el fútbol es una religión que incluso tiene a su propio D10S, este Jesús sevillano se ha hecho un hueco en el corazón de la hinchada.
A su manera, el Sevilla Fútbol Club también obra milagros.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Un viejo carné de los setenta
domingo, 22 de noviembre de 2009
El Capitán Maravillas
Nadie nunca jamás despertó más admiración en un campo de juego por sus extraordinarias facultades, por su nobleza, por su infinito despliegue físico, su arrojo, su valentía, nadie dio más por la defensa de unos colores ni por el orgullo herido de un compañero, a costa de su salud, de su carrera, de su prestigio, de su dinero … y de su libertad. Llegaría incluso a pasar una noche entre rejas por una trifulca a cuenta de su lateral Manolo Romero.
Siempre perfecto físicamente, notable en el manejo del balón, insuperable por alto, velocísimo. Era tal su jerarquía que llegaba incluso en ocasiones a pecar de suficiencia. Los rivales le temían, y sotto voce, le admiraban. Pero pesó más, muchas veces, demasiadas veces, lo primero, y hubo de sufrir infamantes campañas de parte de sus enemigos que generaron una injustísima leyenda negra sobre su figura, como no hace mucho tiempo le tocó sufrir también a Javi Navarro, y antes a Paco Gallego, Curro Sanjosé o Pablo Alfaro.
viernes, 20 de noviembre de 2009
El cuartel de los santos
Nos vamos a quedar con el que ocupa la parte a la superior izquierda a nuestra vista (cantón diestro del jefe), el cuartel de los santos.
En nuestro escudo nos encontramos con tres santos, que proceden directamente del escudo de la Ciudad de Sevilla.
En campo de plata, sobre estrado de gules, sentado en un trono, de oro, y surmontado de un baldaquín, de púrpura, un rey vestido de púrpura y manto de armiño, coronado de oro, con una espada en la diestra y un mundo en la siniestra, acompañado de dos obispos vestidos, de plata y oro, con mitra y báculo, de oro. En punta el monograma "NO8DO" de oro.
Pero en la práctica sabemos que esto no es así. De un artículo en ABC de D. Ignacio Koblischek, diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, extraemos unas consideraciones sobre los escudos de la Ciudad y la Diputación que pueden ser aplicables al nuestro:
"La Diputación tomó como suyo el escudo de la ciudad de Sevilla, pero no se preocupó, siquiera, de saber si el escudo de esta ciudad estaba a su vez bien organizado, si tenía fijados los esmaltes, o incluso si usaba un modelo único. Recordemos que actualmente se usan varios modelos de escudo: el usado por el Ayuntamiento (el oficial), por la Policía Local o por los taxis. Eso sin contar que dicho escudo ha sufrido, aunque manteniendo como constantes a San Fernando, San Leandro, San Isidoro y el NO 8 DO, innumerables cambios: a veces se ha representado con el pórtico gótico, otras con los hermanos santos sentados, a San Fernando con silla de tijera o baldaquino, o incluso en tienda de campaña, el NO 8 DO como timbre o colocado en punta, etcétera.
Saber quién es San Leandro y quién es San Isidoro es una cuestión que sólo puede responderse atendiendo a la descripción del escudo. Ambos hermanos son obispos, santos y Padres de la Iglesia (por eso llevan el libro en la mano). El hermano que antes se cite será el que vaya a la diestra de San Fernando. Desde Ortiz de Zúñiga se cita primero a San Leandro, no a San Isidoro como en el «Manual», y lo cita este autor de esta manera «de este año es el más antiguo sello del Cabildo Secular en que he visto a San Fernando sentado en su trono y a los lados a los dos Santos Arzobispos Leandro e Isidoro»."
De esta forma llegamos a nuestro escudo. Hemos tomado los tres santos, que la propia heráldica municipal no es capaz de concretar. Su presencia no puede obedecer a un simple calco, ya que el modelo ha ido variando y, hoy mismo, no es estable para el municipio.
Lo mismo ocurre con el nuestro, desde que se introdujeron los santos, este cuartel ha ido cambiando de colores y de fisonomía. Además, en nuestro escudo se han permitido unas licencias estilísticas que lo hacen diferenciarse del original.
No es el momento (igual otro día) de hacer un estudio exhaustivo de la evolución del escudo, pero si podemos ver algunos cambios.
Podemos comprobar que todo el escudo ha ido cambiando, aunque manteniendo su filosofía principal, en todas sus partes.
¿Queremos que nuestro escudo cumpla con unas normas básicas?
Las representaciones de los escudos están, deben de estar, sometidas a una serie de códigos y símbolos establecidos desde antiguo, la heráldica.
A su vez, la representaciones de los santos tienen otros “códigos”, pautas marcadas por la iconografía. Esto es lo que se llama atributos. Si vemos una imagen de un santo con una palma y un Niño Jesús, todos sabemos que estamos ante un San Antonio; si, además de la palma, lo que lleva es un plato con unos ojos, será Santa Lucía; en ambos coincide la palma, que en este “código” al que nos referimos significa “pureza”.
Por lo tanto, para que podamos decir que unas figuras están correctamente representadas han de cumplir a la vez con las normas de la heráldica y de la iconografía.
Antes de pasar al análisis de cada una de las figuras, tenemos que considerar que la actual campaña del club: “Juega con nosotros. Somos de todos”, no es nueva. Sirva como ejemplo nuestro escudo: un leonés y dos cartageneros.
Veamos, una por una las tres figuras, en orden prevalente de importancia por su ubicación en nuestro escudo.
San Fernando, Rey. Fernando III, rey de Castilla y León que conquistó a los musulmanes Sevilla en el año 1248. Consiguió unir los reinos de Castilla y León, así como conquistar una buena parte de la península a los, como los llamaban, “infieles”. Está sepultado en la Catedral de Sevilla
En cuanto a la iconografía, sus atributos son: corona y cetro, alusivos a su condición de rey y gobernante; espada, como símbolo justicia y su condición de conquistador: esfera, que indica el dominio del gobernante sobre el mundo. si la esfera está rematada con una cruz, indica que su poder y su gobierno está al servicio de la cristiandad.
No aprecio, diferencias (a simple vista) en la corona, pero su diseño debe de ser la del Reino de Castilla y León. Las hojas de la corona deben de ser de acanto.
La representación iconográfica puede usar distintos materiales para realizar lo que al artista considera conveniente, como es el caso de los zapatos de oro del Niño de la Virgen de los Reyes, o la bola dorada del San Fernando que procesiona en el Corpus.
En cuanto a la bola de su mano siniestra, lo que para la iconografía es una esfera, para la heráldica es el “orbe”: representación de la tierra como cuerpo celeste. Se dibuja cintada por su línea ecuatorial (representación del mar) y sumada de una cruceta, que representa la ciudad de Jerusalén. Es la insignia real adoptada por los reyes católicos para representar que su poder procede de Dios. La iconografía sevillana, la representa, principalmente, como una bola, sin la cruz “sumada”· de la heráldica.
El Sr. Koblischek dice lo siguiente sobre San Fernando: "A San Fernando se le representa llevando en su mano siniestra un «mundo de azur con ecuador y semimeridiano de oro, sumado de una cruz de lo mismo», no una simple «bola o mundo de oro (amarillo)».
En nuestro escudo, además, el semimeridiano se convierte en meridiano completo.
Como opinión personal, me gustaría un San Fernando con capa de armiño. También, atendiendo a nuestro escudo, también, deberíamos seguir la iconografía usual, a la que estamos acostumbrados y no la que tiene, en la cual se asemeja a un barbilampiño. Si me dejar llevar, cosa que no debo hacer por la seriedad de este sitio, diría que la actual responde al modelo que propone una actual campaña de publicidad de productos de higiene masculina. En mi opinión, San Fernando debe recuperar su perilla y su bigote.
Su atributo es un Libro, como símbolo de todas sus obras.
Cualquier representación, desde su estatua en la Biblioteca Nacional, o en el paso del Corpus, siempre lleva ese libro, al que identificamos con su obra cumbre “Etimologías”.
Personalmente, discrepo de su representación física en nuestro escudo. Aparece con una barbita corta y castaña, de estilo, más propia de un profesor progre de instituto que de un anciano sabio y Doctor de la Iglesia. Me gustaría más verlo con su larga barba blanca.