viernes, 23 de julio de 2010

Oliver ... y Laurel, unidos en el balompié


Sí, sí, el Gordo y el Flaco, esa inefable pareja de cómicos, maestros del sainete, que hacían las delicias del público con sus esperpénticas representaciones, puro estilo … “slapstick”.

Al cabo de los años, resulta que aquella pareja se ha transmutado en otro dúo hilarante (entiéndase, de mover los “hilos”) que gestiona una SAD deportiva, que no un Cluz, cerquita, muy cerquita de aquí.

Esto dice la Wikipedia sobre aquellos “artistas”:

“Los personajes de Oliver y Laurel representan a dos tipos a menudo muy tontos, eternamente optimistas ...

Usaron su propio físico para ayudar a crear sus personajes, potenciando sus poses, algo ridículas …

En algunos casos sus películas bordan el surrealismo por sus componentes casi mágicos…

Una famosa rutina cómica era la conocida como tit-for-tat (esto por aquello) en sus peleas con un oponente. Al principio Oliver y Laurel empiezan a destrozar algún objeto muy querido por su enemigo mientras éste observa sin intención de defenderse. Cuando la pareja acaba su destrozo su enemigo, con calma, empieza a destrozar otro objeto querido por el dúo mientras ellos observan. Y así sucesivamente, primero unos y después el otro, se va intensificando el destrozo, hasta que al final todas las propiedades de los contendientes acaban en ruinas.

Parece mentira que la ficción se parezca tanto a la realidad.

Ahora tenemos a un nuevo Gordo (Oliver), gordo en pecados empresariales, según dicen, que aparece para “engordar” sus bolsillos con su beticismo de nuevo cuño, que no se lo cree ni Don Crédulo. Otro de tantos.

Junto a él, el Flaco que ya estaba, y que parece que sigue. No, no, Cardeñosa no, que éste ya tiene bastante con su ridículo anuncio mundialista, que por cierto, apesta y cómo a tiesitis aguda. Me refiero al dueño de FARISEA (perdón por el lapsus, quise decir “FARUSA”), cuyo patrimonio se queda en los huesos:

- Si es que sólo toma “zumo de naranja naturales”, así tiene la sesera.

Voz en off: Mientras, en el Juzgado de Instrucción, con la cooperación necesaria de unas resoluciones que más que de su titular unipersonal, parecen obra de un jurado popular (de hinchas verdiblancos, of course), se escribe el capítulo definitivo del drama: sal y pimienta para que el destino se zampe a nuestro eterno rival deportivo.

No puede ser.

Daría lástima, si no fuera porque han venido haciendo honoris para merecerse lo sucedido cum laude.

No es rencor, no. Es memoria.

Con la sabiduría que sólo el pueblo más llano es capaz de engendrar, le decía el otro día un dependiente, verde que te quiero verde, del Mercado de Triana, a otro:

-Anda que si las cosas fuesen al revés con el Sevilla y el Betis, lo que estaríamos jodiendo a los palanganas, refregándoles todo lo que está pasando …

Pues eso.

Memoria.

¡Viva el cine clásico!

viernes, 2 de julio de 2010

Valenzuela, te crece la nariz


La calumnia como único argumento. La mentira como arma arrojadiza. Una vez más, esa lección bien aprendida desde siempre, tan del gusto de los envidiosos, de buscar en el infundio la manera de tapar las propias vergüenzas.

Esta vez ha sido un triste personaje (no hay nada más triste que prestarse a la indignidad por sumisión a tu amo) el que ha vuelto a poner de actualidad el viejo y manido discurso del Sevilla como culpable de todos los males que azotan la existencia verdiblanca:

"La actitud del otro equipo de la ciudad es lo más bajo que he visto en años. Estamos hundidos. No pueden con nosotros y la única manera que encuentran es robarnos a jugadores con las peores artimañas. Vienen a convencer a chavales de diez u once años con dinero. Vamos a defender a nuestros jugadores de esos carroñeros..."

Sencillamente de risa, a la altura de los mejores chistes que se hayan podido escuchar últimamente, sobre todo eso de “...no pueden con nosotros...”.

¿Se refiere Vd., “señor” Valenzuela, a poderío canterano?

Si es así, permítame recordarle unos cuantos nombres, así como el que no quiere la cosa, por si le suenan de algo: Rodri, Luna, Cala, Diego Capel, Diego Perotti, todos ellos canteranos sevillistas, todos ellos Campeones absolutos de España.

También estos otros: Carlos Marchena, Sergio Ramos y Jesús Navas, educados asimismo en el carácter y la calidad que sólo se mama en la carretera de Utrera, y que se están entreteniendo, nada menos, que en disputar el Campeonato del Mundo en Sudáfrica. Quién sabe si incluso saldrán campeones.

Más nombres, ya termino: Fernando Vega, Salva Sevilla, ¿sabe dónde aprendieron a jugar a la pelota? ¿Le refresco la memoria?

Evidentemente, ante argumentos tan sesudos y razonados como los que utiliza el “señor” Valenzuela, el asunto no merecería mayor comentario, si no fuera porque este empleado de segunda (fila, por supuesto) acusa al Sevilla Fútbol Club de “robar” jugadores de la cantera verdiblanca, pretendiendo desenterrar batallitas de rivalidad pretéritas que al más grande equipo de Andalucía de todos los tiempos le traen, desde hace ya mucho, completamente al pairo.

Una acusación de robo es algo muy grave, oiga. Es algo que no puede dejarse pasar sin más. Evidentemente, el Sevilla Fútbol Club tiene demasiada categoría como para salir a la palestra para responder este despreciable ataque, pero la voz del sevillismo no está solo en el Club, está también en sus aficionados y en su comprometida blogosfera. Hoy, como siempre, saldremos al paso de las patrañas, y dejaremos las cosas en su sitio, no como nos lo quiera imponer cualquier resentido con un micrófono en la boca.

Robar, “señor” Valenzuela, como todo el mundo sabe, excepto Vd., incluso en su acepción más vulgar, implica una desposesión inconsentida de algo, que se toma con violencia o con fuerza. A sensu contrario, no hay robo, entérese bien, cuando el objeto sobre el que recae la acción (en este caso, sujetos, “chavales de diez u once años”) consienten voluntariamente a ello; mucho menos cuando legalmente dichos “chavales” no tienen dueño.

Pero es que además, esa entidad a la que Vd. arroga inapropiadamente la condición de dueño de los “chavales” (aprenda Vd. un poco de legislación deportiva y de Derecho Laboral para no ser un bocazas, “señor” Valenzuela), es tan manifiestamente negligente en el trato que les brinda que lo sucedido no solo es lógico y natural, sino que ya estaba tardando y sabe qué, seguirá sucediendo, mientras no busquen Vds. remedio a la cosa.

Póngase Vd. en la piel de los padres, “señor” Valenzuela.

Mejor aún, pregúnteles por qué sacan a sus hijos de la cantera verdiblanca.

Eso no interesa saberlo, ¿verdad? No interesa que salga a la luz, es más fácil mancillar el buen nombre del vecino, a ver si de paso nos ganamos una subidita de sueldo.

No lo digo yo, “señor” Valenzuela, lo dice cualquiera de los padres afectados, y lo dice también cualquier aficionado bético independiente de los muchos que integran su club, no hace falta más que escuchar tertulias como las del programa radiofónico Estilo Betis, en Radio Estilo (el cual sinceramente le recomiendo), para comprobar las constantes denuncias de abandono a los chavales canteranos que se hacen desde dentro de su propia casa, no los malvados sevillistas a los que Vd. tanto envidia.

Lo dicen béticos de pro, de toda clase y condición, que ponen el grito en el cielo cuando se habla de aspectos tan básicos en la gestión de la cantera como los desplazamientos para entrenar o para jugar los partidos, las paupérrimas instalaciones, el equipamiento o la temperatura del agua de las duchas, etc. Circunstancias todas lamentabilísimas que han llegado a determinar en muchos casos el fin de la carrera deportiva de unos chavales que han visto morir su sueño de ser futbolistas del Betis. Y créame que sé de lo que hablo, pues esto es exactamente lo que le ha sucedido al hijo de mi asistenta, en un caso que he podido vivir de primera mano.

De estos chavales Vd. no se acuerda, “señor” Valenzuela, le importan un pepino. De los que Vd. se acuerda son de aquellos que en vez de tirar su carrera por la borda han decidido llamar a las puertas del Sevilla Fútbol Club, voluntariamente, sin que nadie haya ido a buscarlos, atraidos por el maná, no del dinero, sino del trato correcto, la educación, las atenciones, el respeto, la protección, en definitiva, de una entidad que sí está dispuesta a invertir en el talento de unos pequeños que también son personas y se merecen tener la oportunidad de cumplir el sueño de ser futbolista profesional.

Guárdese sus acusaciones, “señor Valenzuela”, le falta legitimidad, y haga examen de conciencia. Y sobre todo, hágase un favor, déjenos en paz a los sevillistas y al Sevilla Fútbol Club. Le viene grande, muy grande.