Así lo refiere Arturo Otero, en su primer “Historial del Sevilla Club de Fútbol. 35 años de vida deportiva”, escrito en 1.941, del que guardamos celosamente un ejemplar original.
En su libro, Otero cita a Mr. Wood, Mr. Hamick, Mr. MacKenzie y Mr. Langdon, como principales precursores, repitiéndose este dato hasta la saciedad en casi todas las biografías posteriores del club.
Tales apellidos corresponden, según hoy sabemos, a John Wood, capitán del vapor “Cordova”, y uno de los primeros jugadores del club; Samuel Hamech, miembro de la primera directiva del Sevilla Fútbol Club [la transcripción de apellidos de origen inglés al español de acuerdo con su fonética jugará muy malas pasadas en estos primeros tiempos, hay numerosos ejemplos de ello: Hamick en lugar de Hamech; Querbu por Kirkwood; Maccoll por McColl; Braun por Brown, etc.]; Juan Mackenzie, jugador y directivo de la entidad en sus primeros años de existencia; y Charles Gustave Langdon, hijo de John Sidney Langdon, antiguo socio del Sevilla Football Club de 1.890, al que ya nos hemos referido en otro post (“Descubriendo a Mr. Henderson”), y que al igual que Hamech, formará parte del primer órgano de gobierno oficial de la institución.
Además de aquellos “cuatro locos en paños menores”, según la original y felicísima expresión de Otero, en su obra ya citada, dentro de la colonia inglesa de Sevilla, figuraban otros elementos habituales de esta primera época como el también marino Brown, Greensmith, Duncan Thompson, el londinense Adam Kirkwood y Cirilo Smith Robinson, ingeniero este último de la “Compañía de Aguas de los Ingleses” y padre del afamado periodista sevillano Javier Smith. A todos estos ingleses los encontraremos posteriormente alineados en el primer “team” de la escuadra sevillana y, en ocasiones, también, en otros equipos de fútbol, locales y extranjeros.
Alrededor de los ingleses, van apareciendo nuevos adeptos al juego, que engrosan paulatinamente el número de simpatizantes al fútbol en la ciudad, e irán insuflando al colectivo el espíritu que, poco más tarde, les llevará a culminar el proceso legal de constitución de una sociedad de “sport”. Se trata de personas que, bien por su profesión, relacionada con las actividades comerciales o industriales de los ingleses, o bien por sus estancias en el extranjero, generalmente como estudiantes, ya han tenido algún contacto previo con el “foot-ball”.
Entre ellos, cabe citar, en primer lugar, a los españoles, con José Luis Gallegos Arnosa a la cabeza, a quien siguen Manuel Jiménez de León, los hermanos Manuel y Fermín Zapata, Juan Mejías, Benito Romero, Nicolás Carretero, Ruiz de Castañeda, Valenzuela, Jorge Graells Miró, los hermanos Tiburcio y Francisco Javier de Alba y Alarcón, Luis Ibarra y Osborne, Carlos García Martínez, Fernando Escandón, los hermanos Juan y José Lafita, Fidel Echevarría, Artaza, Ángel Leaniz, Javier Lasso de la Vega, Sevillano, los hermanos Luis y José María Cobián, Carlos Peizoto, Francisco Illana, Diego Otero, Francisco Montoto, Pepe Gamero, Antonio Avilés, Álvaro Rivas, Medina de Togores, Balbontín, etc. Y también los franceses, como Emilio Bezard Ortigosa, Carlos Lecompte, los hermanos Labourdette, Peyré, etc. En total, una cincuentena de jóvenes, algunos de ellos incluso menores de edad, que a lo largo de este periplo inicial tendrán que enfrentarse a no pocas dificultades y a la incomprensión de una sociedad ensimismada en el pasado, que digiere con recelo los importantes cambios que se le avecinan.
La cafetería Eslava, en la Puerta de Jerez, y el domicilio particular de los Alba, en la actual Avenida de la Constitución, eran los lugares habituales de tertulia de aquellos primitivos aficionados al fútbol.
A las alturas de siglo en que nos encontramos, 1.904 y 1.905, ya se conocía la existencia de otros clubes de fútbol que se habían legalizado, registrándose debidamente, lo que les había permitido disputar por derecho, con gran éxito de público, la primera Copa de España, el denominado Concurso de Foot-Ball de Madrid, en la primavera de 1.902, con ocasión de la coronación de S.A.R. Alfonso XIII.
Los equipos participantes fueron el Bizcaya (unión circunstancial del Athletic Club y el Bizcaya, ambos de Bilbao), F.C. Barcelona, C. Español de Football, New Football Club de Madrid y Madrid C.F., y el patrocinio del rey hizo que gozara de un amplio tratamiento periodístico, muy superior a lo que se solía estilar por entonces para los acontecimientos deportivos. No es difícil adivinar, por tanto, en aquellos ilusionados “sportmen” sevillanos, el afán por emular a sus colegas madrileños, catalanes y vascos, y sus deseos de medir fuerzas con ellos en próximos campeonatos.
Pero por encima de todo, fue clave en el proceso y motor principal del nacimiento del club, el aspecto puramente ideológico, que se percibe con nitidez en los documentos y testimonios que se han conservado de este trance.
Una idea por encima de todas preside el hito fundacional del Sevilla Foot-Ball Club, y hace cristalizar entre los promotores la necesaria “affectio societatis”. Y es una idea de su tiempo: fomentar la salud, la higiene y la educación física de los jóvenes, para con ello mejorar su espíritu y contribuir al bienestar y el progreso social en España.
Este noble planteamiento entronca directamente con los postulados de Pierre de Coubertain, padre de los modernos Juegos Olímpicos.
Y tuvo su acogida en España en clave regeneracionista por intelectuales de la talla de Joaquín Costa, Miguel de Unamuno o Francisco Giner de los Ríos, que veían en el deporte, y en el fútbol, el vehículo para la transformación de España, tarea “sólo posible con un pueblo fuerte y atlético”.
He aquí la clave.
La voluntad constituyente no cuaja entre los primitivos aficionados al foot-ball en Sevilla hasta que el grupo se “españoliza”, y la balanza del liderazgo dentro del mismo pasa de manos de los ingleses a recaer en prohombres locales como Gallegos y los hermanos Alba, comprometidos con la sociedad sevillana y con su tiempo, lo que provoca una toma de conciencia colectiva que prende la llama de la institucionalización.
El espíritu regeneracionista había trascendido a aquellos jóvenes sevillanos, que quisieron sumarse con su iniciativa a la recuperación de su entorno vital, una Sevilla insalubre, que vivía en la miseria y la hambruna, y que tenía unos índices de mortalidad infantil elevadísimos, y una España sumida en una profunda crisis de identidad, que según muchos aún hoy perdura.
Aquel “leiv motiv”, auténtico ideal de conducta que ha marcado desde entonces el perfil más comprometido y social de la institución, constituye el más preciado legado de aquellos fundadores para las generaciones venideras. Tan decisivo fue aquel espíritu que se consagró en los estatutos sociales del club, como objeto social de la entidad:
“…siendo su fin propagar y fomentar este sport para mejorar el desarrollo físico de la juventud”.
Fue la noche del 15 de octubre de 1.905, durante la cena celebrada en el Pasaje de Oriente:
“Todos los hombres, de cualquier nivel social, ideas religiosas o políticas, tendrán aquí cabida”.
Finalmente, sabemos que aquellos ideales eran los propios de Francisco Javier de Alba y Alarcón, el gran “Paco Alba”.
Cerebro en la sombra de la creación del club, jugador y Presidente decisivo años más tarde, hasta su fallecimiento, acaecido el 14 de abril de 1.921. Al glosar su inolvidable trayectoria, con motivo de su muerte, su compañero y amigo, que también presidiera la entidad, Carlos García Martínez, resaltaba lo siguiente:
“… fiel a su convencimiento de que la salvación de España estaba en la vigorización de la raza, fue el alma mater del fútbol sevillano y el más experto y constante cultivador de todos los ejercicios de educación física”.
El desempeño del club, por consiguiente, en estos primeros años, no sólo es fruto de una necesidad insoslayable –la falta de contrincantes-. Es, por encima de cualquier otra cosa, fiel y estricto cumplimiento del fin social que se inserta en los estatutos de la sociedad “... propagar y fomentar este sport para mejorar el desarrollo físico de la juventud”.
Por ello, no es casualidad tampoco que el primer partido serio organizado por la entidad, tuviera carácter benéfico. La catástrofe de Messina y la necesidad de contribuir a paliar sus terribles consecuencias, era de ese tipo de causas que daba sentido a la existencia legal de la sociedad, de ahí que sus miembros se volcaran en la organización de un “match”, con el único rival de enjundia posible entonces, el “Huelva Recreation Club”.
Los esfuerzos dedicados a la preparación y desarrollo del evento tuvieron su recompensa con el reconocimiento social de toda una ciudad para una institución que, públicamente, acababa de empezar a andar.
Y que al margen de su excepcional recorrido deportivo, siempre ha estado dispuesta a contribuir generosamente en todas las iniciativas solidarias en las que ha sido requerida su presencia.
Saludos.
ResponderEliminarPermíteme levantarme y quitarme el sombrero (incluso el cerebro).
Gracias.
Cuídate.
Muy bueno.
ResponderEliminarExtensa la lista de nombres.
Personajes vivos que podían constatar los datos de la publicación.
Enhorabuena.
Una teoría sobre el motivo de la oficialización del Sevilla FC que jamás había imaginado.
ResponderEliminarUn Saludo.
Estimado amigo, verdaderamente delicioso.
ResponderEliminarTodo un estudio antropológico de los orígenes del sport organizado en nuestra ciudad que tan solo este grupo de jóvenes pudo llevar a cabo.
Me gustaría comentarte que cuando en esa época se habla de fomentar el "deporte higiénico" se refiere a la higiene y la pureza del cuerpo por la práctica del mismo, una especie de "asunción" física. La "pureza de la raza" le llamaban en aquella época, cuestión esta que no tenía las connotaciones que hoy se le dá a la frase, además de la vertiente de la limpieza necesaria.
Ma-ra-vi-llo-so.
Felicidades.
Gracias por los halagos. La verdad es que aunque el regeneracionismo fue un pensamiento relativamente extendido y que el desarrollo de los deportes está vinculado a esa idea, pocos, muy pocos, decidieron obligarse (unos estatutos son unas normas de obligado cumplimiento para los socios, persegibles incluso judicialmente) a vincular la práctica deportiva a un fin social. Casi todos los clubes más señalados de la época se centran exclusivamente en su interés por practicar el foot-ball, y punto. Creo que es indudable que, sin perjuicio de lo que pudieran disfrutar aquellos iniciados con la practica del deporte, otra cosa más seria pasaba por su cabeza. De lo contrario, la referencia estatutaria carecería de sentido, sería superflua.
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