lunes, 1 de junio de 2009

A hombros hasta la Gran Plaza



Aquella mañana plomiza de invierno, el joven Alhaji se despertó dulcemente, con un feliz presentimiento:

- "Algo grande puede suceder hoy" –pensó.

Respiró profundamente, como quien bebe de un trago una copa de whisky, para sentir cada centímetro cúbico de oxígeno recorrer su anatomía. Sus biorritmos marcaban las coordenadas precisas, aunque él simplemente sentía que se encontraba genial, despejado, poderoso y liviano, a la vez:

- "Pablo –dijo a su inseparable compañero de habitación, Pablo Blanco, que dormía a su lado-, creo que hoy voy a formar un lío, lo presiento."

- "Siempre dices lo mismo y luego…. Cállate y déjame dormir, que aún es temprano."

- "En serio, jugamos por la mañana, como cuando era niño, en mi tierra… Estoy seguro que se verá al mejor Biri."

- "Vaaaaale, a ver si es verdad."

A las doce de la mañana de aquel 16 de febrero de 1975, estaba programado el partido de la segunda división española entre el Sevilla Fútbol Club y el Rayo Vallecano. Los sevillistas estaban lanzados en pos de recuperar su sitio en la división de honor, bajo la férrea mano de Roque Olsen, aquel argentino con pinta de espía germano especializado en ascensos, que vino a implantar la disciplina que necesitábamos para el salto de categoría. Nervión estaba aún medio a levantar, pero la afición seguía entera, más combativa que nunca, a lado de los suyos.


Entre los aficionados destacan unos jóvenes entusiastas que se juntan en la grada baja de gol norte para animar sin descanso al equipo de sus amores. Llevan casi un año reuniéndose espontáneamente con el fin de apoyar a los jugadores, llueva, truene o relampaguee. Ganar o perder, es lo de menos. El Sevilla lo es todo, su razón de ser, su pretexto vital. Se habla ya entre ellos de constituir formalmente una peña. “Dale al balón”, una expresión muy popular en aquellos momentos, parece el nombre más aceptado por los chavales.

El partido comienza con todos nuestros protagonistas al pie del cañón, Blanco y Biri en la hierba, fajándose el primero, como siempre, derramando fantasía el africano, un espectáculo en cada salto, en cada malabarismo. Los chavales del gol norte, en la grada, animando, cantando, botando sin parar. Pronto las cosas ruedan bien. El equipo local gana, son dos puntos importantes. En el luminoso rojo de Orient parpadea un cómodo dos a cero. Alhaji está jugando un gran partido, tenía razón, pensó Blanco, le está saliendo casi todo.


Pero llega el minuto treinta y seis de la primera parte, y todo se quiebra por obra de la divinidad. Surge la magia, el chispazo totémico, el hechizo urdido en las ancestrales tierras del África negra, la cacería del balón por el hombre, burlando a los enemigos que le acechan en sigilo, la pelota elevada suavemente, suspendida en el aire, a cámara lenta, volando en silencio para refugiarse en las redes, cumpliendo esa inexorable ley de la naturaleza, la del triunfo del más poderoso, la de la supremacía de la inteligencia, rendida al servicio de un objetivo universal, el gol.

Aquel joven gambiano, que ya era ídolo de Nervión casi desde su misma llegada -aunque algunos se rieran de él, como también luego hicieron con Daniel Alves-, puso patas arriba la grada, forzando una salida a hombros de tres orejas y Puerta del Príncipe, en volandas de aquellos chavales del gol norte, que decidieron, casi sin saberlo, en aquel mismo instante, inmortalizar para los restos la memoria de aquel atleta sin par, poniendo su nombre a la peña más universal del Sevilla Fútbol Club, cantera de fieles donde las haya.

Vicente Flores, genial artista de filias tan alejadas a las nuestras, fue sin embargo capaz de captar e interpretar como nadie la grandeza y la intimidad de aquel fugaz instante.

Aquí está, para la posteridad.

Nota post Entry.- Este post no habría sido posible sin la magnífica entrevista realizada por Jesús Alvarado y sus colaboradores al gran Biri-Biri en “Quédate a mi lado” de SFC Radio. Gracias.

4 comentarios:

  1. Por aquellas fechas volvía yo a ir al campo del Sevilla, del cual estuve alejado por otras razones distintas a las deportivas.

    Recuerdo aquellos partidos de Biri-Biri, su foto (en blanco y negro)en el Bar Cobo de la Puerta (de) La Carne, en cuclillas junto a un niño que nunca supe quien fue y al que siempre envidié.

    Allí en el Bar Cobo, tomaba café mi padre de camino del fútbol, y en una taquilla de madera que había en una de sus puertas, compraba las entradas.

    Biri-Biri, siempre le nombrábamos así, (lo de Biri es alguno posterior, influenciado por su peña seguramente), era un jugador eléctrico, regate rápido y una elasticidad distinta a todo lo visto.

    Si era zancadilleado, rebotaba del suelo y salía con la pelota.

    Su salto era espectacular, como el del gol del empate ante el Madrid el día del gol vampiro, que no fantasma, de Breitner.

    Recuerdos infantiles de mi segundo ídolo sevillista, antes había sido Acosta.

    PD. "Dale al balón" era una de las canciones de moda de los Payasos de la tele, si buscamos la fecha de su aparición tuve que ser muy próxima.

    Recuerdo aquella tarde del 75 que volvía, junto a muchos, cantando por Eduardo Dato:

    "Dale al balón, dale al balón, que ya está mi Sevilla en Pimera División", mientras agitaba una banderita de papel blanco, con el escudo y las letras en rojo, que hacían referencia a nuestro retorno a Primera División.

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  2. Fe de erratas al anteriro comentario.

    El cántico era "Dale Ramón, dale Ramón" y no "Dale al balón..."

    Cuando lo he estado rememorando se me ha venido a la cabeza la letra completa y... las imágenes de aquel día.

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  3. ...y ese Mamodito correteando por la tribuna del Sánchez Pizjuán, y detrás su madre...qué recuerdos.
    !Qué grandes!

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  4. Antonio, Mamodo no, Momodo, concretamente Alhaji Momodo Nije, Biri-Biri.

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