jueves, 7 de mayo de 2009

El amo del juego


“Master of the Game” es el nombre original de la novela de Sidney Sheldon que da título a este post.

Como muchos recordaréis, se trata de un best-seller que fue llevado a la pequeña pantalla en una serie de relativo éxito allá por los años ochenta.

El personaje protagonista, Jamie McGregor, es un tipo hecho a sí mismo, que genera su fortuna con diamantes australianos, y cuyo carácter viene marcado fundamentalmente por su determinación y tozudez, no exentas de una buena dosis de inteligencia (y otros factores más novelescos marca de la casa, convenientemente exagerados).

Hoy traigo el recuerdo de aquella novela –o aquella serie, si lo prefieren- a mi blog con ocasión del regreso, este fin de semana, a Nervión, de uno de los nuestros, uno de los más grandes de todos los tiempos, “alter ego” futbolístico de Jamie McGregor.

José Luis Martí Soler, nuestro particular amo del juego.

No entro a calificarlo como persona, porque no lo conozco suficientemente, aunque indicios suyos para considerarlo un crack como ser humano hay a montones. Se lo he escuchado decir a Javi Navarro, a David Castedo, a Pablo Alfaro, a Enzo Maresca, incluso al Presidente del Nido y, qué quieren que les diga, yo me fío de ellos. ¿Verdad que sí, A.P. 16?

Pero como futbolista, más allá de sus condiciones técnicas, nada despreciables por cierto, lo ha sido todo sobre el campo, un dominador absoluto de los secretos y miserias del juego, nervio, alma, sangre, entusiasmo, convicción. Un competidor nato, un ganador, por encima de cualquier otra cosa. Siempre pendiente del compañero, del rival, del árbitro, de los auxiliares, de los camilleros, de la afición … Encima de cualquier detalle que pudiera sumar para los suyos o restar al contrario. Controlándolo todo, absolutamente todo. Dirigiendo el cotarro.

Soldado y capitán.

En el vestuario y en el campo.


“Cacique” o “caudillo” es como llaman en Sudamérica a esta clase de peloteros, normalmente un “cinco”, medio centro, stopper por delante de la defensa, como lo fuera en “la celeste” del maracanazo el “Negro” Obdulio Varela, o en River Néstor Rossi, o en la selección argentina de los sesenta el xeneize Rattin, etc.

Recuerdo que Rafa Benítez, el hoy admirado técnico del Liverpool, acabó de moldearlo en aquel Tenerife que ascendió de Segunda junto a nosotros en la temporada 2000-2001, donde hacía pareja central con Gerardo Torrado, y también quiso llevárselo consigo a Valencia, si no fuera porque Monchi se había adelantado trayéndolo a Sevilla (a coste cero, por supuesto).

Pudo ser internacional, debió serlo, pero los seleccionadores de turno prefirieron a otros nombres más mediáticos, más amanerados, aunque menos auténticos que el mallorquín.

Son múltiples los ejemplos que se agolpan en la memoria para justificar el valor, el incalculable peso de ley de Pepe Martí.

Yo, particularmente, me quedo con la noche de cuartos de final de la Copa de la Uefa de 2006 en el Ramón Sánchez-Pizjuán, contra el Zenit de San Petesburgo.



Fue el 30 de marzo de 2006, víspera del sesenta aniversario de nuestro único triunfo liguero.

Aquel partido, si recordáis (¡cómo olvidarlo, verdad!), lo jugó Martí de lateral derecho, por ausencia de Daniel Alves, y al descanso estábamos hundidos, completamente chafados, al menos yo, tras el golazo de Kerzhakov a pase de Arshavin…

Aparecían viejos fantasmas …

Y en estas que llega el minuto 53 y el árbitro luxemburgués, un amigo llamado Alain Hamer, señala penalti, expulsando al defensa central Hagen en la misma jugada.

La situación era para verla, para tragar saliva sin tenerla, para templar un corazón a mil revoluciones, desbocado de furia.

El partido cuesta arriba con empate a uno, la mente bombeada incesantemente con la imagen reciente de los penalties fallados esa misma temporada por Kanouté, Saviola, Luis Fabiano …, el especialista Maresca en el banquillo, el peso de los años, casi sesenta años, sin conseguir títulos, la inexperiencia continental …

Pero el capitán coge la bola en perfecta metáfora de quien agarra la responsabilidad y dice “aquí estoy yo”. Toma carrera y le pega al cuero con el alma para el dos a uno con el que empezamos a ganar, aquella noche, sí, en aquel instante, nuestra primera Copa de la Uefa.

Luego vinieron otros goles, la tarde nevada sobre el viejo Leningrado con gol de Kepa, la noche mágica del jueves de feria más sevillano contra el Schalke alemán, etc.

Pero gracias a aquel penalti fue que pudimos ver después, reflejada en su rostro, la alegría más inconmensurable que yo haya visto jamás en un futbolista profesional.



Y las lágrimas, también de alegría, de miles y miles de sevillistas, acumuladas en casi sesenta años de terrible vacío, por varias generaciones de los nuestros.

Martí fue el líder del Sevilla de la transición, aquel que tras subir desde segunda división acabaría alzando cinco copas y reconocido como el mejor equipo del mundo durante dos temporadas consecutivas.

Este sábado regresa a Nervión, a su casa, a nuestra casa, con el equipo de su tierra.

No olvidemos lo mucho que nos ha dado.

Recibamos pues como se merece a este verdadero, indiscutible héroe sagrado de nuestra historia, a este caballero del fútbol que tantas tardes de gloria ha dejado escritas en los anales de nuestro club.

3 comentarios:

  1. !SI SEÑOR!
    Merecidísimo homenaje.
    Me uno a él.
    Pocos han sido tan honrados, perdón quiero decir HONRADOS, como Pep.
    Gozó y lloró como nadie con las cosas de nuestro Sevilla.
    Ojalá que no nos marque, aunque seguro que no lo celebraría, pero mejor que no marque.
    Mi gratitud más absoluta hacia él.
    Felicidades por la idea del post.

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  2. Saludos.

    Sin la menor duda, yo también me uno al homenaje a ésa persona honrada.

    En un mundo donde es complicado encontrar gente seria, Pep Martí, como muchos otros en toda nuestra historia, reune méritos sobrados para estar entre los mejores.

    Los casos como el de martí, destacan poderosos sobre la mediocridad general.

    Suerte, amigo, hagas lo que hagas y gracias por tus años vistiendo nuestra camiseta.

    Cuidaros.

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  3. Permítanme una queja, pero viendo el centro del campo que poseemos hoy en día...

    ¿cómo es que se nos fue este jugador?

    Cosas.

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