lunes, 29 de noviembre de 2010

Cantidubi-dubi-dubi, cantidubi-dubi-dá


Os dejo el enlace con mi última colaboración para Columnas Blancas, que podéis leer haciendo click aquí.


Asimismo, os animo a dejar vuestros comentarios.

martes, 9 de noviembre de 2010

El "regalo" de Heliópolis



En mi pueblo, se utiliza la expresión “regalao” para significar que algo se recibe gratuitamente o a cambio de una contraprestación notoriamente inferior a su valor material.

En el primer caso, no te cuesta nada.

En el segundo, casi nada.

En Derecho Tributario (que no es lo mío, lo confieso), se llega a equiparar la entrega de bienes por precio más bajo que el de mercado a las donaciones, en cuanto al montante que hace la diferencia.

Así pues, tanto en sentido gramatical como jurídico, es una donación, liberalidad o regalo (encubierto) transmitir una cosa bajo una contrapartida inferior a su verdadero valor.

Frente a las consabidas interpelaciones sevillistas, dicen los aficionados de nuestro eterno rival que el Ayuntamiento no les regaló Heliópolis, que el Betis lo compró legítimamente (?), con su escritura notarial y todo, y con miles de testigos de por medio, pagando religiosamente (será porque asistió al acto el Cardenal Bueno Monreal) su precio.

Esto último, verbigracia, el ingreso del metálico en el erario consistorial, parece ser que jamás ha sido acreditado. Sinceramente, ni lo sé ni me importa, y eso que la carga de la prueba (“recibito” al canto) es verdiblanca.

Yo me centraré en demostrar si el precio de compra de Heliópolis, suelo y vuelo, reflejado en las cláusulas de la escritura notarial era un precio justo y real.

Dicho de otro modo, si “la casa de todos los sevillanos” (perdonen que me sonroje) le regaló o no al Betis el estadio municipal de Heliópolis allá por el año 1.961.

Para ello, les propongo un sencillo ejercicio: COMPARAR, o sea, lo que ahora, si no quieres pasar por rústico, tienes que denominar “benchmarking”.

Evidentemente no compararemos al tuntún, eso es para otros. Elegiremos para nuestro análisis un par de estadios que vienen al pelo tanto por proximidad geográfica como temporal, el Ramón Sánchez-Pizjuán, en la misma ciudad (¡toma ya!), inaugurado en septiembre de 1.958, y el también municipal estadio Ramón de Carranza, de la vecina Cádiz, inaugurado en 1.955.

Dos correcciones previas se hacen precisas, una vinculada con el aforo, y otra con relación al suelo.

Respecto al aforo, ajustaremos proporcionalmente los valores en función de la cabida.

Respecto al suelo, habremos de incrementar los costes del Sánchez Pizjuán y del Ramón de Carranza con el valor (aproximado) de los solares, puesto que quienes edificaron los estadios, Sevilla F.C. y Ayuntamiento gaditano, respectivamente, ya eran propietarios del suelo, mientras que en el caso de Heliópolis, el Betis adquirió por un único precio tanto el suelo como el edificio.

De regalo, para que nuestros amigos del verde que te quiero verde no nos tachen de abusones, les perdonaremos la diferencia de precio que resultaría por el incremento del llamado “coste de la vida” entre las fechas de inauguración de los estadios sevillista y gaditano y la de la compra de Heliópolis por el Betis, varios años después.

Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán



El proyecto original del Ramón Sánchez Pizjuán nos describe un estadio con capacidad para 60.000 espectadores, y un presupuesto inicial, en cifras redondas, de 50 millones de pesetas, que posteriormente se vio sensiblemente incrementado por problemas de cimentación (que no consideraremos aquí), reduciéndose además su aforo de forma considerable (hasta 1974 no se completó el estadio).

ABC 17/07/1956

Ajustando el presupuesto inicial a precio de venta, mediante la suma del valor aproximado del suelo (tirando por lo bajo, el 50% del valor del edificio), llegaremos a un precio total de 75 millones de pesetas de las de 1.958.

Así pues, el Ramón Sánchez Pizjuán salía en 1958 a un precio de 1.250 pesetas por espectador.

Estadio Ramón de Carranza



El estadio Ramón de Carranza era un proyecto municipal que, de acuerdo a las informaciones periodísticas de la época, alcanzó un coste total de 17 millones de pesetas, 11 millones en su fase inicial, en 1955, y el resto, tras la segunda fase ampliatoria, en 1958.

Su aforo era de algo menos de 20.000 espectadores.

Entrevista a José León de Carranza, Alcalde de Cádiz (ABC 20/07/1958)

Sumándole el valor aproximado del suelo (al igual que antes, el 50% del valor del edificio), en la cotizadísima zona industrial gaditana (junto a la zona franca y la fábrica de cervezas Skol), el precio de venta del estadio gaditano a finales de los cincuenta alcanzaría como poco 25.500.000 pesetas.

Por tanto, el Ramón de Carranza salía en 1958 a un precio de 1.275 pesetas por espectador.

Estadio de Heliópolis


Procedemos a extrapolar los datos obtenidos del Ramón Sánchez Pizjuán y del Ramón de Carranza al estadio municipal de Heliópolis, ajustando las cifras comparativas en función del aforo de cada recinto.

El precio del estadio de Heliópolis, con capacidad en 1.961 para 27.500 espectadores aprox., se calcularía en:

-Un mínimo de 34.375.000 pesetas (atendiendo a los parámetros del Sánchez-Pizjuán).

-Un máximo de 35.062.500 pesetas (atendiendo a los del Ramón de Carranza).

El precio resultante de aplicar la media del valor de los estadios comparados (precio medio de 1.262,50 pesetas por espectador) se antoja a priori como el criterio más objetivo y razonable.

Eso nos llevaría a la cifra de 34.718.750 pesetas como valor real de Heliópolis en 1.961.

La escritura de transmisión del Ayuntamiento al Betis reflejaba un precio de 14.036.550 pesetas.

Repetimos, 14.036.550 pesetas.

Hagamos la resta.

Tatatachaaaaaaaaán

Nada menos que 20.682.200 pesetas de diferencia.

Un importe inferior a la mitad de su valor real.

Un descuentito de sólo el 60% del valor.

Una cifra por la que podía comprarse un lote de figuras futbolísticas de la época del calibre de Luis del Sol, Luis Suárez, Paco Gallego y Amancio Amaro, todos juntitos, o bien al mismísimo "O Rei" Pelé.

Ahí están los números.

Luego tenemos que aguantar el discursito del pobrecito Betis republicano y sus aficionados del proletariado, perseguido por las autoridades de la posguerra, el franquismo y todas las instituciones del mundo mundial, cegadas en favorecer al Sevilla.

¡¡Venga ya, iros con el cuento a otra parte!!

Al Betis le regalaron su estadio, sí o sí.

Demostrado queda.

Nota final.- A la vista de lo anterior, y como contribuyente de Sevilla, me permito votar para que rebauticen el estadio como “Benito Villamarín”, en homenaje al verdadero artífice de este gran chollo (y uno de los mayores timos inmobiliarios para el pueblo sevillano).

Fe de e-ratas.- Pido mil disculpas a los lectores por el desagradabilísimo color verde que, por una vez, y sin que sirva de precedente, ha aparecido en este post. Prometo que no volverá a suceder.