Ahora que el tiempo y la tecnología están desenmascarando, con evidencias palpables, objetivas, verificables, muchas de las mentiras sobre las que se han pretendido cimentar, tendenciosa e interesadamente, los valores-tipo que supuestamente representan el modelo bético (y de paso, también sevillista) de concebir las cosas; ahora que esa torre de arena se está desmoronando de forma imparable, víctima de sus propias debilidades, de su falsedad y su mezquindad; ahora que el desastre está cerca, se toca con los dedos, empiezan a aparecer algunas voces en verdiblanco que reclaman sosiego, equilibrio, ecuanimidad a los sevillistas en las aproximaciones a temas históricos, todo aquello, en definitiva, de lo que llevan pitorreándose desde el principio de los tiempos, desde que llegaron al ruedo del sport años después que el club decano.
Por mucho que se quiera disimular, se trata de un desesperado, desesperadísimo intento por paralizar este proceso, por amortiguar el golpe, por ganar tiempo para digerir algo tan fuerte como que tus fundamentos vitales, ideológicos, sentimentales sean, como decía el bolero, un puritito invento, asumir que una gran parte de tu historia en realidad es apócrifa, es una enorme trola que sólo una audiencia predispuesta a consumir victimismo puede elevar a la categoría de mito. La historia del fútbol sevillano, en muchos de sus aspectos claves, está protagonizando un movimiento pendular que supone la transformación de algunos de sus más recalcitrantes dogmas en todo lo contrario a lo que se presuponían. Resulta que lo que nos pintaban negro, en realidad era blanco y viceversa.
Y nos piden que no lo digamos.
Este fenómeno se presenta de forma muy acusada respecto a cualquier dato que tenga que ver con una de sus fuentes de inspiración favoritas, la Guerra Civil y la condición social e ideológica de las aficiones. Su tesis –el tópico explotado hasta la saciedad- es de todos conocido: los béticos son personas de extracción humilde, obreros, proletarios, de ideas políticas progresistas, partidarios de la República (o de la democracia) como sistema de gobierno, enemigos de la aristocracia, de los dictadores militares, del pensamiento único totalitario. Por oposición, los sevillistas representan todo lo contrario.
Esta feliz idea inspira cualquier narración de su historia. Debido a estos mismos principios, fue que el Betis ganó la Liga durante la II República y bajó a Tercera en la posguerra. Los militares de la Dictadura, el Movimiento, castigó al Betis republicano y de los rojos, porque estaban en el bando de los perdedores. Sus jugadores vascos se marcharon al exilio con la selección de Euskadi. Mientras, el Sevilla triunfó durante la posguerra porque estaba protegido por el régimen político-militar, porque antes de la Guerra Civil el Sevilla no había sido nadie. Para colmo, Sánchez-Pizjuán, el mayor fascista entre los fascistas, amigo de las autoridades franquistas, estaba obsesionado con hacer daño al Betis, con hundirlo, con hacerlo desaparecer. Esto, grosso modo, lo explica casi todo. Y precisamente por todo esto, es un orgullo ser bético.
Generación tras generación este mensaje se ha transmitido, fomentado, engordado, formando una inmensa bola de nieve que, muy cerquita ya de la cima, está empezando a dar visos de caer hacia atrás, de darse la vuelta, aplastando a quienes la estaban sujetando, a quienes la han venido aupando peligrosamente desde hace mucho tiempo. Ignorantes (conscientes o inconscientes) de la realidad, personajes advenedizos como Antonio Hernández, Emilio Carrillo, Antonio Burgos, Mercedes de Pablo o Nicolás Salas lo han alimentado, sin saber, crueldades del destino, o sin querer saberlo, que el Club al que han venido enalteciendo con su prosa estereotipada ha representado siempre valores diametralmente opuestos a los que ellos pretendían ensalzar. Como dice el dicho popular, en el pecado llevan la penitencia. Dan lástima, en el fondo.
Sobre la Guerra Civil venimos dejando algunas pinceladas en nuestros últimos posts (aquí y aquí, aunque hay mucho más material) que evidencian que el Betis se desintegró antes del inicio de las hostilidades; que la afición había abandonado el Club, porque no quería poner dinero; que se traspasaron por jugosísimas cifras a los mejores jugadores para hacer caja, y que ni aún así, se corregía el déficit de la entidad; que el talonario de Sánchez Mejías, y no las contribuciones de los socios, fue lo que permitió obtener buenos resultados deportivos; que a la vista de la incapacidad para reunir dinero, la directiva dimitió en pleno; que los “malvados sevillistas” pusieron dinero para salvar al Betis y que el Ayuntamiento (un alcalde bético) les subvencionó con la entrega gratuita de Heliópolis (que antes, cuando el Sevilla lo necesitó, no le fue ofrecido) con la sola obligación de mantenerlo. Ningún jugador del Betis con contrato en vigor se exilió con la selección de Euskadi (Areso y Aedo fueron los únicos componentes con pasado verdiblanco, el primero llevaba ya más de un año jugando en el F.C. Barcelona y el segundo, que había terminado su contrato con el Betis, estaba en trámite de integrarse en el club azulgrana).
Sobre la masa social de cada club en aquellos momentos también hemos dicho ya algunas cositas. Les dejamos para que reflexionen un pequeño elenco simplemente ejemplificativo. ¿Les suenan estos nombres y apellidos? Antonio Olmedo, Eduardo Benjumea, Adolfo Cuéllar, José Cuesta Monereo, Manuel Alonso Cueli, Alfonso Jaramillo, Fernando Coca de la Piñera, Francisco Bohórquez, José María Doménech, Sáenz de Buruaga, José Sánchez Laulhé, todos ellos, sin excepción, béticos de reconocidísimo pedigrí, protagonistas clave de la historia bética, muchos, de la posguerra. Esto seguro que lo saben, pero hay un pequeño detallito sin importancia que nunca encontramos en ninguna historia del Betis, vaya por Dios: todos ellos militaron en la horquilla ideológica y política que va de la extrema derecha al propio aparato militar de la Dictadura franquista, pasando por la Falange Española Tradicionalista y de las Jons, o el posteriormente llamado, Movimiento Nacional.
¿Cómo es posible? ¿Pero no eran los sevillistas los fascistas en toda esta historia, no eran los blancos los protegidos del franquismo y por eso lo habían ganado todo? ¿No era el Betis el equipo de los rojos y por eso fue represaliado en Segunda y Tercera División?
Aquí hay algo que no cuadra.
Y el paisano le dice al otro:
-¿Por qué somos del Betis?
-Porque es el equipo de los obreros y de los rojos, y hay que luchar contra el Sevilla de los ricos y los militares.
¡¡Toma ya!!
Veamos este recorte:
¡Vaya por Dios! Y lo escribe precisamente un bético superbético, Antonio Olmedo.
La inmensa mayoría de la masa social sevillista eran obreros, artesanos y gentes de clase media …
¡¡Y encima ponían pasta para comprar su estadio!!
No puede ser.
-Bueeeeeno vale, los fachas estaban en el Betis, es verdad, pero Sánchez-Pizjuán, ese cab…., ese no me dirán que no era franquista. Y además se quiso cargar el Betis. Eso lo sabe todo el mundo.
Pues ahí va eso:
De cuando el Betis ascendió a Primera:
De cuando el Betis ganó la Liga:
De cuando le fue ofrecido al Sevilla quedarse con Heliópolis y desahuciar al Betis:
-Me trago mis palabras. Todo lo que me contaba mi abuelito era mentira. Una burda y colosal mentira. ¿Queda algo por saber?
De momento, esto:
Saquen sus propias conclusiones.
Por todo lo que aquí les digo, ahora las tesis en verdiblanco, para acallar el clamor de estas evidencias, mantienen que había fascistas y rojos en ambos bandos; que los militares no apoyaron como debieran al Betis, pese a que era el club con el que simpatizaban; que los béticos no ponían dinero en señal de protesta hacia sus directivos (ésto es muy bueno, nos lo cuentan para justificar el abandono de 1936, pero nada nos dicen de 1943 o 1946, por ejemplo; algún día lo contaremos), etc. En definitiva, “bueno vale, pero tú también”. Como niños pequeños.
Por supuesto que ha habido sevillistas (y los sigue habiendo) para todos los gustos y colores, tanto social como ideológicamente hablando. Es irrelevante. Sólo un zopenco puede negarlo, pero muchos llevan contando lo contrario desde hace años, y han construido la historia, su historia, sobre esa base. No hay equipo de los ricos ni de los pobres, ni de derechas o de izquierdas. Pero si hubiera que poner la mano en el fuego, está más que acreditado, que el Betis ha sido en esta ciudad el equipo de los militares, los falangistas y la extrema derecha por cantidad y calidad de sus adeptos en comparación con el Sevilla. Y el más protegido por las autoridades, con dinero y con regalos.
Así que, hagan el favor de no insistir con sus historietas. No cuela.
Interesantísimo, don Enrique.
ResponderEliminarSánchez-Pizjuán plantándole cara a Moscardó.
Eso fue... ¿antes o después de los tranvías?
Lo de Sánchez-Pizjuán es sencillamente genial.
ResponderEliminarLa última piececita que habían metido a martillazos en su maltrecho y efímero puzzle acaba de saltar por los aires delante de sus narices.
¿Encima amigotes de Hitler?
Ya me estoy imaginando al verdolaga de tu post:
"Compadre, ¿a ver si va a ser verdad lo que dicen los palanganas estos?"
"Bueno, en verdad yo soy del Barça. Que digo, a mi ni me gusta el futbol ni ná. ¡Viva el Cajasol manquepierda la Final Four!"
Gracias por estos post ya legendarios.
Juventudes hitlerianas invitadas por la directiva bética.
ResponderEliminar¿Esto lo saben Emilio Carrillo, Jose R. de la Borbolla, etc, etc?
Dios, qué fuerte!
Felicitaciones...
ResponderEliminarBuenas tardes,
ResponderEliminarun auténtico disfrute.
Enhorabuena.
Lo de la juventudes Hitlerianas va a traer cola.
Que manera de disfrutar de su post.
Saludos.
Saludos.
ResponderEliminarPerfectamente, D. Enrique.
Toda ésa parafernalia interesada y que desde hace décadas se nos ha atribuido, resulta que solo era una forma de defensa, de proyección de sus propias vergüenzas para tratar de taparlas.
Sería deseable que alguien, con algo de dignidad, saliera a la palestra a pedir perdón.
¿Duro? No, necesario.
Pedir disculpas, cuando yerras, te hace mejor persona y te revaloriza... siempre que seas capaz de dirigir alguna vez una mirada introspectiva y aceptar que eres imperfecto, que cometes fallos y que siempre podemos estar a tiempo de corregirlos.
Y no volver a caer en las mismas trampas internas.
Excelente, D. Enrique, porque muchos sabíamos que nuestro pasado es mucho más digno de lo que otros nos habían contado hasta ahora.
Gracias.
Cuidate.
Todo esto será o serón.......estos documentos publicados en una web pueden ser manipulados.
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