jueves, 14 de abril de 2011

La posguerra del Sevilla y el Betis (y 3ª Parte)

Finalizamos (momentáneamente) la serie de textos que venimos dedicando al fútbol sevillano de la posguerra aludiendo a la política estrictamente deportiva de ambos clubes, esto es, a los efectos de la divergente planificación estratégica seguida por una y otra entidad en el ámbito meramente futbolístico, con objeto de comprender los resultados obtenidos por cada cual durante la posguerra.

Y lo primero que hay destacar en letras mayúsculas es que la diferencia fundamental residió en la política de cantera y no, como algunos autores sugieren, en un supuesto trato más favorable a los jugadores sevillistas por parte de las autoridades militares y políticas del momento.

Como se ha señalado anteriormente, ambos equipos perdieron a jugadores del máximo nivel, el Betis a sus estrellas vascas Urkiaga, Areso, Aedo, Lekue y Unamuno, todos ellos antes de que estallase la Guerra Civil, y el Sevilla, a su tripleta defensiva titular, Eizaguirre, Euskalduna y Deva, así como a Tache, Epelde y Fede.

Euskalduna, Eizaguirre y Deva, tripleta defensiva del Sevilla republicano, deshecha a causa de la Guerra Civil.
Fueron Campeones de la Copa Presidente de la República en 1935.
La situación, a nivel de los jugadores profesionales, era pues perfectamente equiparable entre ambos clubes, con el único, pero importante matiz de que el Betis prescindió de sus figuras por dinero, mientras que el Sevilla los perdió a causa de la guerra, sin recibir nada a cambio.

Sin embargo, a diferencia de su rival, el Sevilla contaba con una extraordinaria pléyade de futbolistas amateurs, fruto de una ancestral política de cantera, que se remonta a los mismos orígenes de la entidad en 1.905, y a la que, bajo el control de su directivo Antonio Sánchez Ramos, dedicaba notables recursos, incluidas unas instalaciones deportivas específicas, el llamado campo del Subcomité, situado junto al Gol Norte del viejo Nervión, dentro de los terrenos de la entidad.

Esta singular política deportiva había permitido a los blancos disputar nada menos que cuatro de las cinco finales de Copa de España amateur disputadas entre 1.933 y 1.940, mientras que de la cantera bética no se conoce mérito deportivo alguno prácticamente hasta la década de los años ochenta.

Los campeones de 1935, primer equipo y equipo amateur.
 Este grupo de canteranos fue la base sobre la que se cimentó el equipazo sevillista de la posguerra,
 gracias a una política deportiva previsora y enemiga de las improvisaciones.
Los escalafones inferiores del club sevillista, dirigidos con mano maestra por el técnico Pepe Brand, forjaron algunas de las grandes figuras blancas de la posguerra, como los delanteros Pepillo, Raimundo, Salustiano y Berrocal, que integrarían la famosa delantera stuka junto con López y Campanal, el mediocentro Félix o el defensa Cayuso.

Además de estos jugadores, subieron del equipo amateur a la primera plantilla futbolistas como Duarte, Tejada, Palencia, Benítez o Sánchez, conocido como “Chico Charlot”, autor del primer gol del Sevilla F.C. en Primera División.

Todos aquellos jóvenes futbolistas que el Sevilla mimó durante la guerra, junto con los fichajes que llegaron a partir de 1.942, propiciaron la gloria deportiva que alcanzaría el Club en las dos décadas posteriores.

El Betis, sin embargo, no disponía de equipo propio amateur, lo que a la postre significaba carecer de elementos útiles convenientemente formados con los que sustituir sin excesivo coste a las figuras del equipo campeón. Clubes como el Triana y el Calavera funcionaron históricamente como pseudofiliales verdiblancos, aunque con personalidad y gobierno propios. Ya en la temporada 1.935-36 se dejó sentir gravemente este lastre, que en 1.940 resultaría determinante.

Es difícil asegurar que los jugadores béticos fuesen discriminados respecto a los sevillistas por las autoridades políticas y militares, máxime cuando el Betis contaba con notables simpatías dentro del ejército y de la Falange, según podemos ver aquí, pero en cualquier caso, el Club pudo utilizar a la mitad de los integrantes de su plantilla del último curso liguero antes de la guerra. El dato no es baladí, si tomamos en consideración que en clubes como el Barcelona solo repetía un jugador o que el Athletic de Bilbao había tenido que renovar la práctica totalidad de su plantel, tras el exilio obligado de los jugadores que habían integrado la célebre selección de Euskadi (en la que por cierto no figuraba ningún jugador bético con contrato en vigor).

La selección de Euskadi, de la que la mayoría de sus componentes se exiliarían.
 En ella figuran dos ex-béticos, Areso, que llevaba más de un año en el F.C. Barcelona, y Aedo, que acababa de finalizar contrato con el Betis, y se encontraba en conversaciones para ingresar en el mismo club catalán.
NINGÚN JUGADOR BÉTICO MARCHÓ AL EXILIO A CAUSA DE LA GUERRA.
Evidentemente, la progresiva vulgarización deportiva del Betis durante la posguerra, debido a su pertinaz falta de medios, provocaría como efecto colateral la salida de algunas de sus promesas hacia el Sevilla F.C., como también hacia otros equipos punteros del momento. Durante la posguerra, los sevillistas captaron algunos jugadores de las filas verdiblancas (Suárez, Rincón, Antúnez o Pineda), al igual que lo hicieron de otros conjuntos locales y regionales (Mateo, Campos y Ayala, del Algeciras; Herrera, Ruiz-Sosa, Romero y Enrique, del Coria; Ramoní y Pepillo, del At. Tetuán; Arza, del Málaga; Belmonte y Araujo, del Jerez; etc.), confirmando así su hegemonía deportiva en Andalucía. Pero ello no respondía a un afán de persecución contra su eterno rival, sino que se ajustaba a leyes implacables del deporte rey, conforme a las cuales, el fútbol modesto nutre de figuras al balompié de elite, algo que era así entonces, y continúa siéndolo hoy día, y que siempre refuerza al poderoso cortando las alas del más débil. Por lo tanto, no es serio intentar culpar al Sevilla F.C. de falta de condescendencia con su eterno rival en esta faceta, cuando lo mismo cabría achacar al propio Betis o a cualquier otro club importante, antes y ahora, al poner sus miras en los nuevos talentos que descollan en categorías inferiores. Tardaría en pasar casi una veintena de años para que el Real Betis Balompié, gracias a una más acertada estrategia de gestión y una gran habilidad `para moverse ante instituciones públicas clave de la mano de su Presidente gurú Benito Villamarín, pudiera liberarse de esa espiral diabólica, volviendo a ocupar un puesto entre la elite más granada del fútbol nacional.

Desde el primer momento, la principal defensa utilizada en los mentideros verdiblancos para justificar sus males deportivos de la posguerra se centrará en factores externos a la propia entidad.

En este sentido, el 26 de julio de 1.942, el Presidente bético Alfonso Alarcón de la Lastra ya hacía las siguientes declaraciones a ABC de Sevilla: “La crisis del Club se originó indiscutiblemente con motivo de nuestra guerra de liberación. Nuestra atención, nuestras fuerzas, se dispersaron ante lo que para todo español era primordial. Prueba de ello fue la lista de gloriosos caídos que tuvimos, cuyo recuerdo alienta permanentemente en nosotros. El comandante Pepe Hermosa, figura deportiva nacional, encabezó la lista con su gloriosa caída en el cuartel de la Montaña. Al reanudarse la competición oficial de fútbol sufrimos naturalmente esta consecuencia en mayor grado que otros porque nos faltaron valiosos jugadores. Y descendimos de la primera división, no obstante los esfuerzos de la Directiva.” Curiosamente sólo cita entre las bajas a José Hermosa, antiguo fundador del Club, que evidentemente no formaba parte del equipo, y “olvida” la crisis vivida por la entidad en la primavera de 1.936, cuando estuvo al borde de la desaparición.

Empezando por la Guerra Civil y continuando con las supuestas hostilidades de su vecino sevillista, lo cierto es que siempre había una razón ajena que descargaba las culpas de las debilidades estructurales internas del Club hacia otro lado.

Con esto no queremos negar que la Guerra Civil disturbase al equipo verdiblanco, evidentemente así fue, como también sucedió con muchos otros clubes españoles, entre ellos, el mismo Sevilla F.C. Tampoco podemos aseverar que el club de Nervión tuviese siempre un trato exquisito hacia sus vecinos, al fin y al cabo estamos hablando de eternos rivales, y quien ejerce una supremacía, puede incidir fácilmente en el abuso de poder, consciente o inconscientemente. Sin embargo, los factores decisivos para que la ejecutoria deportiva bética resultase tan pobre durante los años cuarenta y cincuenta fueron otros, como aquí se ha demostrado.

Creemos que ya es hora de desterrar las mentiras y las falsas excusas sobre las que el beticismo en general ha diseñado (a medida) su propia historia. Los hechos fueron otros, y negarlos supone auto-usurparse la verdad, traicionarse a sí mismos, y vivir en una falacia sin límites de generación en generación. Que no digan que no se lo hemos contado, pero al menos que nos dejen en paz a los sevillistas. No somos los causantes de todos sus males (sólo de sus dolores de cabeza, si me permiten el chiste de rivalidad). Que hagan introspección, examen de conciencia, y se apliquen el cuento. Yo prefiero antes a mis hijos, por muy imperfectos que sean, que a los del vecino. Porque son los míos. La historia bastarda no me interesa.

3 comentarios:

  1. Pues el y 4 no vendría nada de mal.

    Nos ha dejado con la miel en los labios.

    Espléndida trilogía. Esperemos que alguno se haya enterado de la verdad.

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  2. Pues si Enrique, esa es la clave.

    Estructuras, cantera, escuela sevillista, autogestión. No depender siempre de un mecenas o del regalo de gobernante de turno.

    Dice la fábula que un siervo cultivo el talento y lo multiplicó, el otro sin embargo simplemente lo enterro.

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  3. Saludos.

    Perfectamente, D. Enrique.

    La magnífica triología debe quedar para referencias de estudios sobre el pasado del fútbol sevillano.

    Debe, además y con la remota esperanza de que algún recalcitrante se plantee, aunque sea, alguna duda, contribuir a "normalizar" las relaciones.

    Ni todo fue blanco, ni todo negro. Para ninguno de los dos.

    Y hay un hecho cierto que está por encima de las rivalidades: la Historia, los hechos, los datos y los documentos.

    Ante eso, todo lo demás son artificios malsanos.

    Gracias por enseñarnos a "leer" la Historia. La de verdad.

    Cuídate.

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