A raíz de un comentario en Columnas Blancas, enlazado al artículo SOS Museo del Sevilla F.C., acerca del escaso interés de la historia como bien de consumo entre los sevillistas, me veo en la necesidad, como aludido (autor del post), como damnificado (amante respetuoso de la historia blanca) y como sevillista (aficionado, accionista y socio durante 30 años consecutivos), de salir en defensa de nuestra memoria.
Desgraciadamente no es algo nuevo, ni se intuye fugaz, el maltrato sufrido por la Historia sevillista desde el principio de su existencia, de manos de nuestros eternos enemigos, Huelva y Balompié, la mayoría de las veces; pero de manos también, y aquí duele, de muchos de los nuestros.
Porque por acción u omisión, desconocimiento o simple negligencia, incluso soberbia, el sevillismo se ha dejado escribir su historia por otros, y apenas ha sabido defenderla, por la sencilla razón de que desconocía la Verdad, y no podía oponerla, inerme y carente de argumentos como estaba, frente a quienes la mancillaban a su antojo.
No se sorprenda nadie.
Es un hecho que se ha despreciado públicamente la Historia de nuestro Club, su trayectoria, sus triunfos, sus jugadores … Se les ha ninguneado y aún se les ningunea, baste pensar en cualquier iniciativa pública, por ejemplo, de la Junta de Andalucía o Canal Sur, en la que el Sevilla (casi) siempre sale malparado.
Ha habido otros que han dominado la propaganda, y nos han metido en la conciencia social mentiras que ni siquiera el propio sevillismo está en condiciones de contrarrestar. Mentiras que el propio sevillismo aún ignorante se cree.
Es un hecho también, objetivo e incuestionable, que se ha deshonrado, y se sigue haciendo, a quienes sirvieron a nuestro Club de forma intachable. A mi mente vienen inmediatamente prohombres objeto de burla y mofa, como Paco Alba, el Barón de Gracia Real, Ramón Sánchez-Pizjuán y otros muchos dirigentes, incluso nuestro actual Presidente, José María del Nido, sobre el que se vierten todo tipo de infamias cuando al menos, todavía, no ha sido condenado como autor de ningún delito por sentencia judicial firme. Cosa, por cierto, que no puede decirse, sin ir más lejos, de algún otro individuo adorado bien cerquita de aquí cual vellocino de oro, no hace cuestión ni de cuatro telediarios, y al que se le pretende equiparar precisamente para socavarlo.
La leyenda negra sevillista, montada sobre tejemanejes, artimañas, abuso de poder, tráfico de influencias federativas o políticas, violencia en su juego, etc., pese a su falsedad, la hemos sufrido todos en nuestras propias carnes, la seguimos sufriendo cada día, en el trabajo, en el mercado, en la calle, en los medios. No hemos sabido defendernos y ello nos ha hecho más débiles. O si lo prefieren, menos fuertes de lo que podíamos haber sido, de lo que somos.
Van ya tres siglos donde gracias a varias generaciones de sevillistas, entre ellas, la de mis abuelos y la de mis padres, hicieron posible que el Sevilla disfrute hoy de una posición de privilegio que es la envidia de muchos. Por eso me duele, y mucho, que haya sevillistas que se tildan de tales y menosprecian la Historia.
Pero más me duele porque precisamente si hoy se proclaman sevillistas es sin duda porque hubo alguien en su familia, en su entorno, en su colegio, que le inoculó el veneno del sentimiento blanco y rojo susurrándole a los oídos hazañas de Marcelo Campanal, Juan Arza o Paco Gallego.
Y que mantuvo la llama viva durante sesenta años hasta volver a ver a su equipo levantar una copa porque eran conocedores de aquel pasado de grandeza.
Se nos llena el pecho presumiendo de títulos, y nunca se nos olvida incluir entre ellos nuestro campeonato de liga de 1946 y nuestros tres primeros títulos del Campeonato de España. Bien que los invocamos, porque hasta hace cuatro años, eran los únicos que teníamos. Vivíamos del pasado, nos decían.
La Historia, la imagen, la leyenda del Sevilla F.C. no es una cuestión de cuatro chalados a los que nos gusta y divierte la investigación sobre nuestro pasado. Es patrimonio de todo el sevillismo. Su conocimiento, su defensa, más que un derecho, debería ser una obligación de todos los socios y accionistas, casi impuesta estatutariamente.
Porque ello nos haría más fuertes, menos vulnerables, nos permitiría ampliar y fortalecer nuestra masa social, mejorar nuestra imagen o adherir nuevas simpatías y a la postre, todos estos intangibles, redundarían en mejores resultados deportivos, esos que nos interesan a todos los sevillistas, incluidos sus investigadores.
El mantenimiento del Museo tiene un valor altamente simbólico, como la tala de un árbol para los ecologistas o la recuperación de un esqueleto de dinosaurio para la arqueología.
Sería señal de que el Sevilla, como institución, es un colectivo comprometido con su Memoria, una entidad que conoce y valora el peso de la Historia, respeta sus orígenes y la concibe como un instrumento para lograr y facilitar el fin principal: la grandeza, la fortaleza del Club.
No, no voy a encadenarme a las puertas del Museo para que no lo cierren, que de extremistas ya está el fútbol lleno. Pero sí que pondré modestamente lo que pueda aportar para que el recuerdo de mis mayores, los padres del sevillismo, siga vivo y fresco, y pueda perpetuarse como se merece.
A lo mejor el consumo de libros de historia sevillista, en términos puramente comerciales, es escaso, como afirman algunos. No lo creo, seguramente estará en línea con el paupérrimo nivel de abasto literario de un país como España, su región andaluza y Sevilla en particular.
Tal vez simplemente sea una cuestión de pelas o tenga que ver con las dificultades de lanzamiento y promoción que una obra de este tipo tiene.
En cualquier caso, animo a quien piense lo contrario a que se mueva por este blog, o por cualquier otro de los Guardianes de la Memoria, visite sus entradas, y compruebe el número y la calidez de sus comentarios, a ver si le sirve como termómetro para valorar el interés que despierta la Historia.
Y no sólo entre sevillistas.
Esta es mi opinión, que gustosamente someto a cualquier otra mejor fundada en Sevillismo.
La historia puede sacar beneficios económicos si se gestiona bien, pero y si no los genera...¡que más dá!
ResponderEliminarEl posible gasto (ínfimo) que genera es una inversión en sevillismo.
Es una necesidad.
Una herencia.
Una obligación con los sevillistas que fueron.
Una ejemplo para los sevillistas que vendrán.
Apartar la historia porque no genera dinero es suicidarse, una vez más, para consentir que la misma siga siendo pisoteada.
Se ha trabajado mucho a raiz del centenario y a partir del mismo como para que todo quede metido en cajas dentro de algún oscuro cuartillo.
Pobre historia.
Los sevillistas del mañana no nos lo perdonarán.
Perfecto planteamiento.
ResponderEliminarPero como decía un torero, que usted sabrá mejor que yo cuando le presentaron al filósofo y contestó "Hay gente pa to."
Sepa usted que hay quien vuelve de Cancún y no sabe que ha ido a América...