viernes, 11 de marzo de 2011

La posguerra del Sevilla y el Betis (1ª Parte)


Es obvio que la trayectoria deportiva del Sevilla F.C. y del Real Betis Balompié tras la Guerra Civil fue diversa.

En realidad, también lo había sido antes …

Pongamos que diecisiete Campeonatos de Andalucía para los sevillistas, por uno de su rival.


Hablamos de la primera etapa gloriosa del Sevilla, que se extendió desde 1.917 a 1.928, coincidiendo con la llegada a las filas sevillistas de Juan Armet de Castellví “Kinké” y el apogeo de sus primeras figuras: Ocaña, Herminio, Brand y Enrique Gómez Muñoz “Spencer”, que conquistaron todos los Campeonatos de Andalucía de aquellos años.

Esta época de triunfos concluiría al desintegrarse el equipo con el prematuro fallecimiento de “Spencer” en 1.926 (en la plenitud de su fútbol) y la obligada retirada de Herminio, por lesión, sus dos primeros internacionales, nada menos; así como el declive físico de “Kinké” y Ocaña, por razones de edad:

“Hubo también sus momentos malos, naturalmente, en los cuales parecía que la fatalidad o mala suerte iban a torcer la recta trayectoria del club, pero no ocurrió así. Fue uno durante la temporada 1926-27, en la cual bajas como la de Spencer por fallecimiento, Herminio por grave lesión, que le separó definitivamente del fútbol, y las de Kinké y Ocaña por jubilación, provocaron aquel “bajón” que la esplendorosa aparición de Guillermito Eizaguirre no pareció bastar para sostener el rango que el club merecía, pero que afortunadamente fue conseguido”

Ramón Encinas para ABC de Sevilla, Especial Bodas de Oro, 9 de diciembre de 1.955.

… y lo volvería a ser después. Basta comprobar el palmarés o las estadísticas de competición de uno y otro club, incluso los enfrentamientos directos, para cerciorarse de la supremacía deportiva sevillista.

Así, el club blanco se proclamó Campeón de Liga en 1.946 y de Copa en 1.948. Fue subcampeón liguero en 1.940, 1.943, 1.951 y 1.956, y de Copa en 1.955. Disputó la tercera edición de la Copa de Europa, llegando hasta los cuartos de final, donde fue eliminado por el vigente campeón, el Real Madrid.


El Betis, por su parte, disputaría siete temporadas en Tercera División y nueve en Segunda.

Todo ello sin contar los méritos deportivos de ambos clubes en la primera década del siglo XXI, que determinan una distancia sideral entre los mismos.

El tópico novelesco alimentado desde sectores verdiblancos afirma sin tapujo alguno que fueron la Guerra Civil y el subsiguiente cambio de sistema de gobierno las causas de la decadencia deportiva verdiblanca y de un correlativo impulso del Sevilla. Al margen de la tergiversación evidente que supone pretender negar los éxitos sevillistas previos al conflicto bélico (por ejemplo, el doblete en el Campeonato de España de 1935 conquistado por el primer equipo y el equipo amateur), ya se ha demostrado, por activa y por pasiva, con los medios de investigación digitales que hoy en día impiden sostener esta sarta de mentiras impunemente, que el declive de la plantilla bética campeona de liga, la desintegración de la misma, se produjo por razones puramente internas y antes de que llegase la Guerra: la afición había dado la espalda al Club, dejándolo al borde de la desaparición, incapaz de satisfacer las altas fichas de sus jugadores más cotizados y sin sustento financiero, por lo que aquéllos tuvieron que marcharse traspasados.


El Mundo Deportivo (14/05/1936)
 Así pues, descartada la Guerra Civil como causa de la diferencia, hay que buscar en otros factores las claves que expliquen certeramente el distinto desenvolvimiento de Sevilla y Betis durante la posguerra.

Comenzamos hoy con el primero de ellos, lo que podríamos denominar, el aspecto organizativo.

Desde un punto de vista institucional, y hasta que la dictadura franquista impone su particular cambio legislativo en la ordenación del deporte, el Sevilla F.C. fue evolucionando desde la clásica oligarquía que caracterizaba a la mayoría de clubes de fútbol en sus inicios, a un bipartidismo oficioso, representado, de un lado, por el poder tradicional emanado de la Peña Sevillista de la calle General Polavieja (algunos viejos sevillistas, como Eugenio Montes Cabeza, se referían a este grupo de “notables” como el “senado” sevillista), en los altos del American Bar, de corte señorial y aristocrático; y de otro lado, por la plataforma opositora de la Agrupación Sevillista, con un perfil más popular y modesto, liderada por Emilio Gayoso.

Tras la salida del Barón de Gracia Real, las grandes personalidades que lideran el Club serán Ramón Sánchez-Pizjuán, en primera línea de fuego.



Antonio Sánchez Ramos en la sombra.


Ambos son personas de buena posición, pero con un patrimonio personal limitado, que han sido elegidos por los socios de la entidad en asamblea, no en razón de su poderío económico, sino en virtud de sus cualidades personales y profesionales, amén de por su vocación de servicio al Club. Ejemplo de ello es la famosa anécdota del discurso ante los miembros de la Agrupación Sevillista que catapultó a Sánchez-Pizjuán al liderazgo de la entidad, evitando un cisma entre las dos corrientes de opinión imperantes en el Club.

Esta cultura de poder plural siempre ha impregnado el gobierno de la entidad sevillista:

“Un club, al cabo de su historia, denota la época en que se fundó, a dónde llegó y por qué senderos se desenvolvió su vida. Así, el Sevilla F.C., al constituirse y en sus primeros estatutos, ya señaló que podía pertenecer a la sociedad todo el mundo. Fue eso que se llama ahora interclasista. En sus listas sociales podían ingresar quienes quisieran sin distingos de religión ni de política. Nacía un club liberal y demócrata.”

ELIDO (pseudónimo del periodista Joaquín Carlos López Lozano), Especial de ABC 75 Aniversario del Sevilla F.C.

Y continuó funcionando solapadamente durante los años siguientes, permitiendo, por ejemplo, que el Sevilla F.C. no se resintiera por la marcha a Madrid de Ramón Sánchez-Pizjuán para ocupar un puesto en la Federación Española de Fútbol, abandonando la presidencia del Club, en la que sería sustituido por el Marqués de Contadero.

El regreso de Sánchez-Pizjuán a la presidencia sevillista se produce, no por casualidad, en 1948; el carismático dirigente blanco estaba lejos de comulgar con el método franquista de designación a dedo de cargos entre elementos de “probada adhesión al Movimiento”, pero cuando este sistema fue derogado, devolviéndose las competencias a las asambleas de los clubes, se produjo su retorno a su puesto natural:

“En 1946 se produce el relevo del presidente de la F.E.F., Javier Barroso, por Jesús Rivero Meneses, de procedencia falangista. El general Moscardó, que continúa disfrutando el cargo vitalicio de delegado nacional de Deportes, seguía con poder –conferido por el artículo 4 del Decreto de febrero de 1941- para nombrar a dedo al presidente, los vicepresidentes y los miembros de la Comisión Directiva de la Federación Española de Fútbol. Sin embargo, este método dictatorial –que era reflejo del sistema político que gobernaba el país-, seguido también en el nombramiento de presidentes de clubs, sufrió un ligero cambio en septiembre de 1946, cuando la Delegación Nacional dictó una disposición por la cual las directivas podrían elegir presidente (...) Estas disposiciones serían reguladas en 1948 por un sistema de elecciones indirectas propio de la democracia orgánica que las leyes franquistas habían ideado en 1947 ante el aislamiento internacional que el régimen sufría por parte de los vencedores de la guerra mundial. Era un sistema mediante el cual se limitaba el derecho a asistir a la Asamblea anual a unos 200 socios, cuyos nombres habían sido elegidos por sorteo (los llamados “compromisarios”). Sin embargo no habría elecciones en cada asamblea sino al término del mandato del presidente, que se fijaba en cuatro años”

FERNÁNDEZ SANTANDER, C. “El fútbol durante ...”, ob.cit.; páginas 90 y 91.

Asimismo, en el ámbito financiero, el Club aparece alejado de los tópicos que lo tildan de equipo rico, y no se le conoce dependencia económica significativa de ninguna personalidad concreta, basándose su sustento patrimonial en las aportaciones de sus socios, y en una severa administración de los recursos corporativos.

“Por aquel entonces presidía el club el hombre más bueno que he conocido, un gran caballero, Don Juan Domínguez, barón de Gracia Real. De nadie he recibido más atenciones. Le acompañaban en su gestión los señores don Luis Ibarra, don Eladio R. Borbolla, M. Amores, don Luis Nieves, don Juan Reimana, don Eduardo Silvestre y don Federico Maquedano, este último “afortunado” tesorero de aquella casi inexistente tesorería. Malos vientos soplaban por aquel entonces para el fútbol español en periodo de evolución. No existía el profesionalismo legalizado y sí el entonces llamado “marrón”, que sostenían con poca fortuna los clubs de la época. Las subvenciones o ayudas a los jugadores eran muy pobres, como pobre era el estado de la caja social. ¡Cómo han cambiado las cosas desde entonces! Sin embargo, el Sevilla F.C. siempre fue el mismo: con la deportividad por norma, fiel reflejo de sus directivos, supo en todo momento hacer frente a sus compromisos y sostener su categoría de equipo “señor” a través de las vicisitudes porque toda sociedad ha de pasar.”

Ramón Encinas (ABC de Sevilla, Especial Bodas de Oro, 9 de diciembre de 1955).

Por el contrario, el auge deportivo verdiblanco al iniciarse la década de los años treinta responde claramente a los impulsos de un mecenas, Ignacio Sánchez Mejías, que desembarca en el Betis en 1.928.


 
El mandato del torero se basó en el método de gestión unipersonal, tanto que ni siquiera el partido único verdiblanco, la Tertulia Cultural Bética (Moreno Sevillano, Bohórquez, Doménech, Cuéllar, Nalda, etc.) fue capaz de hacerle sombra.

En el caso bético, además, el liderazgo no pudo encontrarse dentro de sus filas, sino en un elemento extraño al Club, puesto que de hecho, Sánchez Mejías era socio sevillista, aunque fuera convencido por una embajada de béticos notables (concretamente, Juan Alfonseca y Adolfo Cuéllar) para que pusiera su nombre y su dinero al servicio de la entidad.

Por estar así configurado, el esquema organizativo bético tendía a ser necesariamente efímero, al padecer la concentración de todo el peso institucional en unas mismas manos y en un único pulmón financiero, del que dependía la suerte del Club, de modo que al fallar éste, significaba la inmediata puesta en riesgo de la viabilidad misma de la entidad.

Apenas tres años pudo sobrevivir holgadamente el Betis tras la salida de Sánchez Mejías. Quienes le sucedieron fracasaron en la empresa, al punto de llegarse al umbral de la Guerra Civil con la directiva dimitida en pleno, debido a su incapacidad para dar solución a los males de la entidad.

Hubo que suplicar la ayuda de instituciones y de las fuerzas vivas de la ciudad para tratar de evitar la desaparición, encontrándola incluso dentro del propio sevillismo, en un ejemplo de generosidad que mal puede conciliar con las tesis de aquellos que quieren presentar al Sevilla F.C. como foco de todos los males padecidos por el Club balompédico.

El Mundo Deportivo (20/05/1936)

La inevitable crisis posterior, que hizo que el Betis diera con sus huesos en Segunda y Tercera División, no era más que la secuela propia de casi todas las sociedades que en algún momento de su historia han basado su crecimiento deportivo en la dependencia económica de algún personaje omnipotente.

Piénsese por ejemplo en el caso del Atlético de Madrid de Jesús Gil y Gil o en el mismo Real Betis Balompié de Manuel Ruiz de Lopera, a quien también fueron a buscar una serie de “béticos notables” para que aportara apoyo financiero a la entidad, en los difíciles momentos previos a la conversión de los clubes en sociedades anónimas deportivas.

El gasto exacerbado en los fichajes y salarios de las grandes estrellas contratadas por el talonario de Sánchez Mejías no podía compensarse con los escasos ingresos ordinarios (cuotas por socios) del Club tras la salida de aquél, provocando un desequilibrio que ni siquiera la precipitada venta de los jugadores entre 1935 y 1936 pudo corregir.

(… Continuará)

4 comentarios:

  1. Continúe, don Enrique, continúe.

    Esto se pone interesante.

    Según pone en los periódicos que muestra, el Betis estaba sin un duro a final de mayo de 1936. Es decir que dos meses después no pudo perder mucho...

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  2. Nada pierde quien nada tiene.
    La guerra en este caso fue la excusa perfecta para defender a posteriori una doctrina victimista que se potenció echándole la culpa de todos los males al rival...si es posible considerar que en los "cuarenta" un equipo que ganaba títulos podía ser rival de otro que militaba en tercera.
    Continúe caballero.
    Ponga luz sobre la sombra, hágalo por la memoria de los muchos ultrajados.
    Gracias

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  3. La guerra civil. El escenario ideal. La excusa perfecta. De ahí viene todo el cuento. De ahi vienen sus falsas leyendas. Ahí nace todo.

    La historia se sigue repitiendo por más que intenten distorsionarla.

    Hace poco escuché a Zoido decir que si accede a la alcaldía ayudaría económicamente al Betis en todo lo que haga falta pues "es lo normal".

    Sera que el Sevilla FC no es y nunca ha sido "normal".

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  4. Maravilloso artículo, Enrique, en tu línea.

    Me ha llamado mucho la atención lo que se esribe sobre Sánchez-Pizjuán, ese personaje odiado por la otra orilla, que por algo será y no precisamente por ser lo que ellos dicen.

    Como siempre hasta ahora, se demostrará que fue un hombre de perfil democrático, adaptado forzosamente al tiempo que le tocó vivir.Las sospechas hay que convertirlas en datos y certezas.

    Es una de las asignaturas pendientes por parte de los Guardianes, seguramente muy difícil de investigar. Un reto que debemos marcarnos.

    No dejes de escribir nunca, á er favó.

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