Expresión conocida popularmente entre los católicos por su significado pastoral, viene sin embargo a estos lares por su sentido literal latino: los gozos y las esperanzas, personalizados en el primer filial sevillista, nuestro querido Sevilla Atlético.
Uno que no es hombre de fútbol sino simple aficionado (es curioso que para poder ser considerado como lo primero hay que cobrar dinero, en lugar de aflojar la cartera, como hacemos los segundos), no deja de ilusionarse a la par que disfrutar viendo lo que se cuece en el equipo de Ramón Tejada.
Porque méritos al margen de su entrenador, que los hay y muchos, lo cierto es que se vislumbra una “camada” (como diría Pablo Blanco) verdaderamente ilusionante. Los nombres están en boca de todos, y no hace falta individualizar en éste o aquél: laterales, mediocentros, extremos, delanteros, en todos los espacios del terreno de juego aparecen chavales que apuntan maneras, en los que se intuyen posibilidades de ser figuras del fútbol, y de las caras.
En los últimos y memorables tiempos que tanto recordaremos de nuestra historia, la cantera ha sido responsable también, en un alto grado, de los logros alcanzados. Escalonadamente, futbolistas de la talla de Marchena, Reyes, Puerta, Navas, Ramos, Capel o Perotti, entre otros muchos, han ido proporcionando al primer equipo la masa crítica necesaria para catapultarlo a los lugares más altos del balompié mundial, tanto con su juego, como en algunos casos, por los ingresos que han proporcionado a la entidad. Tres de ellos, además, se han doctorado cum laude como campeones del mundo, el verano pasado en Sudáfrica, lo que constituye un hito extraordinario dentro del fútbol español.
Al igual que en otros órdenes de la vida, la demagogia y la envidia aparecen de vez en cuando en forma de crítica interesada sobre el trabajo realizado en los escalafones inferiores. Incluso tiene uno que escuchar a algún impresentable afirmando impunemente que si tal o cual cluz, con no sé qué entrenador que acaba de llegar, tiene una cantera de cine porque en el primer equipo han aterrizado “n” jugadores, después de no sé cuantos años.
Y digo yo, el mérito de esta labor estará en sacar el mayor número de “producto” posible, pero de la máxima calidad que se pueda. La Real Sociedad o el Osasuna, con todos mis respetos, podrán tener actualmente un 80% o un 60% de jugadores canteranos, pero de un nivel que de momento da sólo para pelear por no descender. En otras etapas de la historia sevillista, también fue así, no lo olvidemos, y es para estar orgullosos, porque en aquellos momentos, los jugadores de la casa permitieron que el Club sobrellevase dignamente su difícil situación.
Pero el Sevilla F.C. actual, ése que desde hace algunos años se ha instalado en las alturas, no puede conformarse con canteranos que den un nivel medio de Primera División. Ejemplos tenemos hoy día en nuestra primera plantilla de chavales capaces de deslumbrar en equipos medios de la categoría y a los que les cuesta un mundo tener minutos aquí. No se interprete esto como que “no valen” para el Sevilla. Su aportación es necesaria, y normalmente, su bajo coste hace que en términos de rentabilidad, se conviertan en una opción mejor que determinados fichajes de poco o nulo recorrido.
Ahora bien, desde que estamos donde estamos, la cantera blanca se está viendo obligada a un proceso de depuración y mejora constante en sus "productos" finales, absolutamente necesario para poder triunfar. El mérito de los Cala, Luna o Rodri, por citar a algunos de los últimos en llegar, está en que deben funcionar en el contexto de un equipo Campeón. Cuando alcanzan el primer equipo, no es que estén preparados para jugar en Primera, es que deben estarlo para rendir en un equipo de la élite del fútbol internacional. Aquí reside la dificultad, y al mismo tiempo, el gran mérito de quienes gestionan este valiosísimo recurso.
Y la pinta que tienen los que lo bordan en Segunda B es fenomenal. No me refiero a juego colectivo ni a resultados, mérito que achaco más al entrenador que a otra cosa, y que nos proporcionan ese gozo actual al que me refería al principio. Me refiero a las prestaciones que ofrecen, a lo que se ve aunque todavía no se vea, a los gestos, los giros, los controles, la visión periférica, el oficio. A fin de cuentas, el futuro, la esperanza.
Veremos si el tiempo, ese Juez implacable, nos da la razón.
Y no olvidemos lo que decía Daniel Bertoni, “en esto del fútbol, además de valer, has de tener suerte”.
Esperemos que no les falte a los nuestros.
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