Entre sus obras literarias destaca un diccionario sui generis sobre cine en el que define con notable acierto, a mi modo de ver, los términos crítica, crítico y críticos, además de incluir algunas citas célebres ciertamente sabrosas.
Creo que, mutatis mutandi, lo dicho por Trueba respecto al cine es perfectamente extrapolable al mundo del fútbol. Sustitúyase director de cine por entrenador de fútbol, película por partido o por temporada, y sala de cine por estadio, y veamos el resultado:
Adoro ir al cine. Y sé que ese vicio lleva implícito una aplastante mayoría de decepciones. Que ver una buena película es algo excepcional. A pesar de ello, me encanta ver películas, a veces, hasta comiendo palomitas, lo confieso. Y sé que, habitualmente, la película es mala, pero no importa. Cada vez que entro en una sala oscura y me siento en mi butaca no puedo reprimir que una sonrisa, probablemente estúpida, se dibuje en mi rostro. A veces me han preguntado qué es lo que me hace tan feliz, cuando la película ni siquiera ha empezado. Debe ser que lo que a mí me gusta es ir al cine. Si la película, además, es buena, el placer es ya indescriptible.
Cuento esto porque creo que la maldición de la crítica, de su ejercicio, es la pérdida de placer que entraña. El placer de ver películas se ve suplantado por la misión de expender certificados de bondad o maldad. El 99% de las críticas se reducen a señalar que una película no es la obra maestra que, al parecer, debería ser. Aviados estaríamos si todos los directores se pusieran a hacer obras maestras una tras otra. Se diría que toda película debe ser obligatoriamente tan buena como unos modelos que ni siquiera son inmutables.
Uno de los más serios problemas con que se encuentra hoy la crítica es la competencia desleal de los espectadores. El espectador de fin de siglo no va al cine sólo para disfrutar o pasar el rato, va al cine para poder opinar después. El placer de enumerar los defectos de la película en los metros de hall que separan el patio de butacas de la calle es hoy un derecho irrenunciable del espectador. El espectador de hoy mira -más que lee- las críticas, pero sólo para ver si coinciden con él o no. Las masas de espectadores inocentes que llenaban los cines de los años veinte y treinta han dejado de existir. Ese público está hoy sofronizado ante su televisor con la mano soldada al mando a distancia. Pero el que aún conserva el mínimo de energía vital necesario para salir a la calle y caminar hasta el cine, tiene poca necesidad de los críticos.
La crítica hoy día se ha convertido en un aspecto más del lanzamiento de las películas, es decir, pese a algunos que la practican, la crítica forma parte de la industria. Y como tal tiene, si no deberes, al menos responsabilidades. En el caso concreto de España, donde la prensa informativa es alarmantemente minoritaria en beneficio de la prensa opinativa, la crítica se encuentra en su medio ideal. Con periódicos y revistas superpoblados de tribunas -lugares donde diferentes firmas son invitadas a opinar- y de púlpitos -lugares donde opina siempre el mismo, a veces con su foto incluida-, el reportaje, el ensayo y la reflexión han sido desterrados y sustituidos por la enumeración de las virtudes de la película que nos ha gustado o la denuncia airada de las taras de la que no. En resumen: malos tiempos para la crítica.
'Creo que una de las funciones de la crítica no es tanto analizar los motivos del autor, sino enriquecer la obra.' Jorge Luis Borges.
'Me gustaría saber dónde está la escuela en la que se aprende a sentir.' Diderot.
'Nunca veo una película antes de hacer la crítica. Por miedo a que me influya.' James Agee.
Tras todo lo expuesto, ustedes dirán que me podía haber ahorrado el párrafo inicial de esta entrada. Sin duda alguna, querido lector. Como también podríamos ahorrarnos muchos de los comentarios que disparamos contra nuestro entrenador, empezando por quien suscribe.
“En muchos sentidos el trabajo de un crítico es fácil, arriesgamos poco porque gozamos de una posición que está por encima de los que exponen su trabajo y así mismo, a nuestro criterio nos regodeamos en nuestras críticas negativas que son divertidas de escribir y de leer. Pero el hecho más amargo que tenemos que afrontar los críticos, es que a la hora de la verdad, cualquier producto mediocre tiene probablemente más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura…”
ResponderEliminarEl crítico Ego en Ratatouille
Saludos.
ResponderEliminarTremendo, D. Jose Enrique. Tremendo.
Uno, también amante del séptimo arte, se siente apabullado, enano y miserable porque a veces, muchas veces, se ha vanagloriado de ser "crítico".
Ya no. Hoy me has dado una lección magistral, de las que duelen en el espíritu -que es donde debe doler- y prometo pensármelo muy mucho.
Porque tienes razón: es muy fácil y cómodo enjuiciar el trabajo de los otros, de buscarles fallos y descalificarlos... sin demostrar nada, sin ser mejores o sin saber qué haríamos en el el lugar del otro.
Es muy fácil criticar. Demasiado.
Carpen diem.
Gracias.
Cuídate.
Gran post si señor.
ResponderEliminarImprescindible su lectura.
Muy esclarecedor y un post que hace que te des cuenta del verdadero valor que debe tener una cr´itica, mas bien nada, solo la expresion subjetiva de alguien que se gana la vida enjuiciando el trabajo de otros, y que no soporta las criticas del publico.
ResponderEliminarDespués de leer esto me doy cuenta de la oportunidad de la ilustración escogida.
ResponderEliminarMientras el resto estamos a oscuras, una luz ilumina su teclado don Enrique.
Otra lección magistral.