martes, 6 de abril de 2010

El expreso de la muerte


Aunque algunos que todos conocemos pretenden apropiarse del fatalismo trágico del ser andaluz, si es que eso existe, no ha habido club en Andalucía más castigado por tragedias y desgracias, de las de verdad, sin sombras de leyendas novelescas, que el más grande de todos ellos, el Sevilla Fútbol Club.

Aún tenemos todos los sevillistas muy fresco en la memoria el recuerdo de la pérdida del gran Antonio Puerta, símbolo de tantas cosas, en plena juventud.




Pero podríamos igualmente acordarnos del fallecimiento, cuando sus facultades estaban en el punto más alto de sus trayectorias vitales, de otras no menos señeras figuras de la casa blanca:

Dirigentes como Paco Alba, José Manuel Puelles de los Santos y Ramón Sánchez-Pizjuán.

Y jugadores en activo como Juan Tornero, Enrique Gómez “Spencer” y Pedro Berruezo, entre otros.

Podríamos hablar también, aunque en esto la cuota parte correspondiente a los sevillistas sea equiparable a la de cualquier otro club, de lesiones malditas que se llevaron por delante carreras deportivas esplendorosas como las que, a título de ejemplo, se adivinaban a los Herminio, Enrique Montero, Santi o, Dios quiera que me equivoque, Sergio Sánchez.


Hasta aquí las pruebas de algunas crueldades del destino, dramas humanos por encima de cualquier otra cosa, pero quién sabe si también espita para la pérdida de una grandeza deportiva enterrada para siempre.

Con todo lo que ya hemos dicho, no es todo sin embargo.

Aún queda más.

Y hoy nos referiremos a uno de los capítulos más tristes dentro de la biografía sevillista, funesto contrapunto para uno de sus más ansiados logros deportivos.

Ocurrió hace algo más de setenta y cinco años.

Fue durante la temporada futbolística 1933-34, que significaría para el Sevilla Fútbol Club la alegría de su primer ascenso a la Primera División, categoría en la que, por historia y por méritos deportivos, le correspondía haber militado desde tiempo atrás.

Recordemos brevemente que cuando se crea la Liga, para el curso 1928-29, se decide que participen en la Primera División los equipos que habían resultado campeones y subcampeones de Copa en alguna ocasión.

Como hemos referido anteriormente en este blog, el Sevilla Fútbol Club fue privado administrativamente de disputar la final del Campeonato de España de 1921, lo que amén de un título más que posible para sus vitrinas, le supuso también no figurar en la lista inicial de clubes elegidos para el estreno liguero en la máxima categoría.

Como quiera que los campeones y subcampeones de España alcanzaban tan solo nueve de las diez plazas previstas para la división de honor, se disputaron unas eliminatorias entre el resto de aspirantes nacionales de las que resultaron finalistas el Sevilla y el Racing de Santander, siendo para los cántabros el honor de ocupar el puesto, tras un doble enfrentamiento con saldo mínimo favorable a los cántabros.

Tras aquella enorme desilusión, los sevillistas reaccionaron orgullosamente, alzándose con el primer campeonato de Liga de Segunda División, título que, aunque en justicia debía haberles reportado el ascenso automático a la división de honor, sólo les pasaportó para una promoción.

Efectivamente, aquel año de 1929, por primera y única vez en toda la historia de la competición, el campeón de Segunda División no ascendió automáticamente de categoría, siendo obligado a disputar una eliminatoria con el último clasificado de Primera. Éste resultó ser nuevamente el Racing santanderino, que al igual que un año atrás, salió otra vez triunfante, condenando a los sevillistas a permanecer en Segunda División.

En las temporadas siguientes el club blanco no levantaría cabeza, viéndose sumido en una agudísima crisis deportiva, económica y social, sin duda, la más importante de su historia, junto a la de agosto de 1995.

En lo deportivo, el equipo sufrió la pérdida de Spencer, que como hemos dicho antes, falleció a los veintiocho años de edad, cuando era reconocido como el mejor futbolista de Andalucía y uno de los mejores de España.

Asimismo, se produjo la retirada de sus máximas figuras de los felices veinte, Herminio, Kinké, Ocaña, Rey y Brand, todo ello en pleno auge del profesionalismo, cuando el talonario empezaba de verdad a ser necesario para poder aspirar a los retos deportivos. De hecho, la propia creación de la Liga se justificaba como competición para generar ingresos de taquilla con los que pagar los sueldos de los futbolistas profesionales.

En lo económico, las arcas sevillistas se encontraban en una situación crítica, que venía marcada principalmente por el gasto de la compra de los terrenos de Nervión, que costaron un verdadero dineral, nada menos que 200.000 pesetas de la época, que el club hubo de sufragar sin ayuda externa de ningún tipo.

A ello se unió luego el coste por los fichajes de Campanal, Gual y sobre todo, los internacionales españolistas Vantolrá y Padrón, primerísimas figuras del balompié nacional con las que se esperaba dar el salto a la Primera División y que, sin embargo, ofrecieron una escasísima renta deportiva, de forma que resultó una auténtica odisea amortizar su inversión.

En lo institucional, tras la muerte de Paco Alba y el ostracismo obligado de otro grandísimo Presidente, como lo fue el Barón de Gracia Real, se avecinarían la triste pérdida del médico de la entidad, José Manuel Puelles de los Santos, fusilado en los primeros días el alzamiento golpista del 36, así como el exilio forzoso en Argentina de quien fuera Presidente de la entidad, Manuel Blasco Garzón.

La moral del aficionado sevillista estaba en uno de sus peores momentos, y a ello contribuía lógicamente que el eterno rival estaba viviendo su etapa deportiva más álgida gracias al talonario de su Presidente-mecenas Ignacio Sánchez Mejías, lo que propiciaría su ascenso en 1932 y un subcampeonato copero en 1931, gracias a su política de fichajes vascongados, como Unamuno, Larrinoa, Areso, Aedo, Lekue o Urkiaga, futuros campeones de Liga en 1935.

Todo lo cual llegó a provocar un amago de cisma institucional entre la élite sevillista que gobernaba de facto el club, la aristocrática Peña Sevillista de la calle General Polavieja, frente a la más popular Agrupación Sevillista de calle Tetuán, que sólo pudo ser resuelto diplomáticamente por el nuevo Presidente Ramón Sánchez-Pizjuán.

Precisamente Sánchez-Pizjuán, en una interesantísima entrevista concedida a Blanco y Negro en los preliminares de la temporada 1933-34, se refería a la situación actual del fútbol sevillano y del Sevilla Fútbol Club, en los siguientes términos:




El equipo fue adiestrado por la mano sabia de Ramón Encinas, se había reforzado aquel año con los fichajes de Euskalduna, Espinosa de los Monteros, Segura y el canterano Alcázar, y la afición respondía como siempre, en los momentos difíciles.



Tras una magnífica trayectoria plena de regularidad, se consiguió la oficialidad del ascenso con una victoria fuera de casa ante su más enconado rival por el objetivo, el Atlético de Madrid.




La cita tuvo lugar el 18 de febrero de 1934, en el estadio madrileño de Vallecas, desplazándose para la ocasión un buen número de aficionados que querían acompañar al equipo en tan singulares circunstancias.

Se trataba del primer desplazamiento masivo de seguidores del club decano, razón por la cual se fletaría un tren especial a la capital de España, pensando en dar servicio a las numerosas peticiones que había para viajar.


El partido concluyó con victoria blanca por dos tantos a uno, haciendo Campanal el gol del triunfo. La alineación sevillista estuvo integrada por Eizaguirre; Euskalduna y Deva, Alcázar, Segura y Fede; Tejada, Torróntegui, Campanal, Tache y Caro.

El entusiasmo entre los expedicionarios y la afición era enorme, por fin se alcanzaba la división de honor y podía pensarse en remontar el vuelo.

Sin embargo, el drama estaba a la vuelta de la esquina.

El tren especial con los seguidores blancos que viajaba de vuelta a Sevilla chocaría brutalmente con el expreso de Andalucía que se dirigía a Madrid entre las estaciones de Andújar y Villanueva de la Reina, con un fatídico desenlace de diez muertos y más de cuarenta heridos.

Las imágenes del accidente, según se aprecia en este fantástico reportaje de Crónica, son aún hoy estremecedoras.



El Sevilla Fútbol Club suspendió todas las actividades previstas para festejar el éxito deportivo, decretándose oficialmente el luto en la entidad.

Y al domingo siguiente, cuando los jugadores saltaban al campo de Nervión para posar como flamante nuevo equipo de Primera y campeones de la categoría de plata, portaban brazaletes negros en señal de duelo y como homenaje a las víctimas de la tragedia, primeros mártires del sevillismo.



9 comentarios:

  1. Emocionante.

    La tragedia que precedió a la gloria.

    ¡Sevillistas hasta la muerte!

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  2. Tremendo.
    A parte del dramatismo de las imágenes que dejan a cualquiera sin palabras, me gustaría apuntar una pequeña anécdota que podríamos calificar de intrascendente dentro del marco de esta magna tragedia.
    Una pequeña historia que demuestra una vez más la grandeza del sevillismo y de sus dirigentes.
    Tras leer la noticia en prensa, familiares del expresidente Juan Domínguez -barón de Gracia Real- salieron en su busca al lugar de la desgracia -el Barón viajaba en ese tren-
    Tras buscarlo sin éxito vieron a un hombre acurrucado en el suelo que llevaba puesto el abrigo del Barón.
    Se temieron lo peor.
    A los pocos minutos aparecio D. Juan Domínguez ayudando a los heridos y al verlo sus familiares le preguntaron por qué tenía aquel aficionado su abrigo. El Barón les dijo;
    Ese hombre tenía frio, es sevillista...y yo tenía un abrigo.

    Felicidades por el pos.

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  3. enhorabuena, impresionante artículo, y el comentario de Ramírez no le va a la zaga.

    Un saludo blanquillo

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  4. Cornei, gracias por el comentario, aunque debo precisar que la gloria fue la que precedió a la tragedia, pues el accidente se produjo a la vuelta de Madrid. Un abrazo.

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  5. Muchas gracias, por su comentario, D. Antonio. Su anécdota sí que tiene valor, mucho más que el propio post. Grandeza humana en un hombre de bien, de quien todo el mundo habla maravillas. Un fuerte abrazo.

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  6. A tennan, bienvenido a este blog, no recuerdo haberle visto antes por aquí. Gracias por su comentario y le animo a participar cuanto desee. Un abrazo.

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  7. Un post espectacular Enrique. Como siempre.

    Uno se siente más orgulloso, si eso es posibloe, de ser sevillista tras leer este tipo de cosas.

    PD: ¿Puedes refrescarme la memoria acerca de aquella decisión administrativa?

    Un saludo.

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  8. Puntualizo.

    El suceso ocurrió en 1934.

    Me refería a la gloria de la temporada siguiente, al conseguir el torneo más importante de la temporada, la Copa del 35.

    Once ángeles empujando desde el cielo a los que luego fueron campeones, desgraciadamente, jugamos con ventaja.

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  9. Muy emotivos tanto el post como los comentarios.

    El recuerdo de nuestra injusta eliminación administrativa en Semifinales de la Copa en 1921 contra el Ath. Bilbao, y las palabras de D. Ramón Sánchez-Pizjuán en la entrevista por los éxitos de nuestro eterno rival, al manifestar lo de las distancias entre las ciudades de norte y Sevilla, me ponen enfermo.

    Por último, y sin ánimo de polemizar, ¿aquel partido de liga frente al At. Madrid terminó 1-2 ó 0-2?

    Miguel (Asoc. Sevillistas de Renault)

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