domingo, 31 de enero de 2010

El sevillismo de Tonono y de la UD Las Palmas


Tonono se fue al cielo...

... y en su chaqueta seguía luciendo, cerca, cerquita del corazón, como desde hacía tres años, el escudo de un equipo de fútbol, el Sevilla Fútbol Club.

Se lo había prometido a su gran amigo Enrique, en una de aquellas largas concentraciones de selección en las que nunca se separaban.

Y Antonio, Tonono, además de un futbolista gigante, era un hombre cabal, de esos que cumplen la palabra dada.

- Hasta que el Sevilla vuelva a Primera, llevaremos este escudo en la solapa ...

Era un pin del Sevilla Fútbol Club, el equipo en que jugaba su querido Enrique Lora, un verdadero clásico del fútbol español al que Tonono admiraba y respetaba.

La amistad, camaradería, entre estos dos fenómenos del balompié hispano comenzó a forjarse en la selección, desde que el defensa canario apadrinase a nuestro centrocampista de las marismas para protegerlo, mimarlo, cuando éste fue llamado por Kubala, y se orquestó aquella campaña mediática que quiso ver en la convocatoria de Enrique un impuesto (de lujo) al seleccionador nacional.

Luego una larga concentración en los pinares de Oromana, preparando aquel decisivo partido eliminatorio contra Rusia, y un verano juntos, en 1973, con la familia, recorriendo Sevilla bajo cuarenta grados durante las vacaciones, acabaron por sellar el vínculo entre estos grandes compañeros. Tonono se había quedado prendado con el rostro de la Esperanza Macarena, cuando pudo contemplarla de cerca, en su camarín, cara a cara.

Por eso, y por algunas otras cosas más, cuando el fútbol quiso llevarse a nuestro Sevilla a los sótanos de la Segunda División, Tonono le dijo a su amigo Enrique que llevaría en la solapa el escudo del Sevilla hasta que éste retornase a la categoría que le correspondía, la de los más grandes del fútbol español.



Mirad lo que decía Enrique de su admirado Tonono:



Aquí tenéis a los tres ases, Tonono, delante de él Enrique Lora y luego, detras de Iríbar, el gran Paco Gallego, saltando al campo para defender a la "roja", en unas imágenes maravillosas, plenas de sabor y nostalgia.

El 9 de junio de 1975, se nos iría Antonio Afonso Moreno, el hombre, y Tonono, el futbolista, víctima de una súbita y letal hepatitis vírica.

Rozaba los treinta y dos años, y aún le quedaban unos cuantos más para seguir dando rienda suelta a ese fútbol de seda, elegante, cadencioso, que le convirtió en el mejor líbero de su época, junto con el kaiser alemán Franz Beckenbauer.




Siempre será recordado como la figura máxima de aquella legendaria Unión Deportiva Las Palmas de los Guedes, Germán, Castellano, etc.

Y como ese perenne internacional con 22 presencias internacionalidades a sus espaldas, batiendo un record aún hoy no igualado por ningún otro jugador canario.

En Sevilla se organizó rápidamene una misa en la Basílica de la Macarena, aquel lugar donde Tonono conoció a la verdadera Madre de Dios, antes de reunirse con ella en su Gloria.

Y asimismo en Sevilla surgió la iniciativa de erigirle un monumento en su Arucas natal.


He aquí el monumento:



Al recordar la figura de Tonono con ocasión de su muerte, contaba Enrique Lora algo realmente impresionante:


Tonono había cumplido su promesa hasta el último aliento de su vida.

viernes, 29 de enero de 2010

Ser los primeros en algo


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martes, 26 de enero de 2010

Post-it sevillistas


Inauguramos hoy una nueva sección de este blog dedicada a contar anécdotas, curiosidades e incluso vivencias dignas de recuerdo relacionadas con el Sevilla Fútbol Club, sus aficionados, rectores, futbolistas o empleados, incluso puede que ninguno de ellos. Pequeñas pinceladas, breverías, de un género literario más cercano al SMS que a otra cosa. Asuntos mínimos al fin y al cabo que ni siquiera dan para un post, si acaso para una charla de barra de bar o mesa de camilla. Que lo disfrutéis.

[1] Comenzamos con una conocidísima anécdota, repetida hasta la saciedad en cualquier historia sevillista, que se remonta a un lejanísimo 1917, con ocasión de un partido de los sevillistas en la capital, para enfrentarse al Real Madrid. Los madridistas, mucho más expertos que nuestros jugadores por aquel tiempo, golearon con facilidad a sus oponentes por ocho goles a uno. Aquella tarde, fue tal el dominio en el juego de los locales que, en un momento determinado del partido, nuestro medio Diego Otero, conocido como el "Niño Vega", viendo que ni él ni sus compañeros rascaban bola, aprovechó que la pelota botaba en sus inmediaciones para cogerla con las dos manos, y dirigiéndose a los madrileños les espetó: -¡¡Eh, que aquí hemos venío a jugar tós!!

[2] Menos famoso fue lo que le sucedió a otro jugador sevillista de los felices veinte, también en Madrid. Aquel pelotero era de extracción humilde y escasas dotes lingüísticas. Le habían advertido de los peligros de la capital, pues era su primer viaje, y por ello estaba permanentemente en alerta. Se disponía a tomar el aperitivo en el ambigú de la pensión en que se hospedaba el equipo, junto con otros compañeros, pidiendo al barman el clásico vermouth. El camarero, con su acento madrileño característico, inquirió a nuestro protagonista: -¿Con bitter, señor? Y éste, ni corto ni perezoso, le respondió: -¡Aquí no hay convite que valga, cada uno paga lo suyo!

[3] En 1987 aterrizaría por Nervión el futbolista escocés Ted McMinn, procedente del Glasgow Rangers. En una entrevista, a los pocos meses de llegar, fue preguntado por su afición a la bebida, habida cuenta la fama que precede a los naturales de su país. Nuestro protagonista rápidamente se aprestó a contestar, muy diplomático él, que no probaba el alcohol, ya que como futbolista profesional, no podía permitírselo. Unas cuantas preguntas más tarde, en la misma entrevista, el periodista cuestionó a McMinn acerca de si le gustaban los toros y cuál era su torero favorito. El escocés respondió afirmativamente, añadiendo que le encantaba la forma de torear de Tomás ... "Cruzcampo".

Continuará...

lunes, 18 de enero de 2010

El pergamino de Al-Xaram


Hace unos meses, la Providencia quiso que un extrañísimo pergamino de incalculable valor cayese en mis manos, posiblemente de forma equivocada (sospecho que el remitente se confundió de destinatario), aunque feliz, por lo que les vengo a contar.

Son las cosas que tiene el ser amante de la Historia y un obseso de la Verdad.

El autor de la epístola, que por cierto, no tiene título, firma en una tinta celeste con vetas verdosas perfectamente legible, bajo el nombre de Al-Xaram, de ahí que me haya atrevido a denominar al documento como el pergamino de Al-Xaram.

Su extensión, para haceros una idea, puede equivaler a cuatro folios mecanografiados por una sola cara, aproximadamente.

Parece ser, por lo que he podido investigar, que Al-Xaram llegó a ser un alto funcionario de la administración de cierta provincia, después de las guerras civiles intestinas que precedieron al mandato del nuevo Caudillo local.

En el momento de redactar el palimpsesto, Al-Xaram debía contar unos ochenta años de edad más o menos, por lo que no es descartable que su relato esté salpicado de algunos errores e imprecisiones, fruto de los caprichos de la memoria.

No obstante, ello no resta un ápice su valor. Su lectura es apasionante, sobre todo por la luz que arroja respecto a ciertos pasajes históricos que, a falta de evidencias tangibles, habían sido manipulados por una tradición oral interesada en ocultar la realidad.

El documento, que no es ajeno a ciertas concesiones biográficas, parece ser algo así como una memoria de las cuitas ancestrales entre dos viejas tribus enfrentadas, llamadas Rhasap y Ben-Ivi, que rivalizaban en poderío y supremacía dentro del orden estatal imperante en aquellas tierras.

Hasta ahora, poco se conocía con visos de verdadero rigor sobre estas enigmáticas civilizaciones. Apenas se había trabajado científicamente en conocerlas, y lo poco serio sobre lo que puede reconstruirse su pasado es fruto de recientes excavaciones arqueológicas.

Así, sabemos que Rhasap había sido fundada por individuos preocupados por el desarrollo de la juventud en su país, amantes de las artes y las ciencias, visionarios a su manera, que creían poder mejorar la sociedad, con el cultivo de los juegos y ejercicios gimnásticos al modo extranjero, haciendo hombres mejores y nuevos héroes. En los viejos textos clásicos, Rhasap es presentada como una polis bien organizada, y salvo excepciones esporádicas, excelentemente administrada, orientada por sus dirigentes de una forma práctica al propósito para la que fue creada.

También sabemos que los fundadores de Ben-Ivi fueron jóvenes guerreros que veían con recelo el poderío de Rhasap. Desde su mismo origen, los integrantes de Ben-Ivi repudiaron lo que Rhasap representaba, mostrándose acérrimos enemigos de toda influencia foránea, que consideraban espuria. Su nacimiento, la verdadera y única razón de ser de Ben-Ivi, había sido, pues, combatir la pujanza de Rhasap, hostigarla, mancillarla (la propaganda era su arma favorita), por cualquier medio a su alcance, ya fuese, lícito o subterráneo.

Esta absoluta servidumbre de Ben-Ivi respecto a su rival hizo que padeciera históricamente una clase dirigente incapaz, alimentada en el odio y el resentimiento, abandonada al caos, ante la pasividad de un pueblo de gentes apáticas, conformistas, envidiosas y con tendencia a culpar a los demás de cualquier infortunio. Realmente, malvivían gracias a las subvenciones gubernamentales.

No podemos extendernos como sería deseable en comentar todos los episodios que Al-Xaram desgrana en su pergamino, aunque es de justica que al menos nos detengamos en uno de ellos, el más destacado de todos, el que más repercusión histórica puede tener.

Es vox populi que, debido a la gloria que a Rhasap dieron sus habitantes, su alcalde decidió acometer una gran obra de ingeniería que permitiera disfrutar a sus vecinos de una vida mejor y más fructífera. Aunque se hicieron gestiones de alto nivel para obtener financiación del tesoro público, está fue negada, pero aún así, los miembros de la comunidad de Rhasap decidieron embarcarse en la tarea. La dificultad de la empresa acabaría con la vida de su alcalde y casi de la propia Rhasap, que durante un largo desierto de muchísimos años estuvo languideciendo sin ser capaz de retornar a las gloriosas jornadas de su juventud.

Mientras tanto, Ben-Ivi vivía desahogadamente, pues se asentaba sobre territorio y edificaciones de la administración estatal, a cambio de un modestísimo estipendio en concepto de usufructo desde hacía casi dos décadas. No necesitaba, pues, acometer obra alguna.

Cuenta el pergamino que el alcalde de esta ciudad, aprovechando las importantes relaciones de su tribu con el ejército del país, decidió mover hilos para consolidar sus dominios en dicho territorio, confiriendo el mandato oportuno precisamente al funcionario Al-Xaram, personaje muy cercano a las jerarquías dominantes del estado.

La ley sagrada del lugar impedía la transmisión de tierras y edificios del dominio público a los particulares, salvo que la adquisición se ofreciese a cualquier tribu del país que cumpliera unos requisitos de interés público que debían definirse bajo los principios fundamentales de igualdad y transparencia.

Sin embargo, el ardid de Al-Xaram y los suyos surtió el efecto pretendido, sorteando hasta por dos veces la ley sagrada, mediante un expediente que inutilizaba de facto cualquier posibilidad de adquisición de los territorios por terceros.

Y no sólo eso, se fijó un justiprecio ridículo, que apenas representaba un tercio del costo de la obra que ya por entonces sumía a su rival Rhasap en los sótanos de su tradición.

Rhasap mostró un interés cierto en participar, como era su derecho, amparándose en la ley sagrada, sin embargo, fue burdamente marginada mediante un hábil subterfugio legal, para no entorpecer los planes trazados.

Lo más sorprendente de todos estos hechos, narrados por vez primera por un protagonista directo como el anciano Al-Xaram es que desde Ben-Ivi se había propalado una especie de leyenda que, hasta la aparición del pergamino, había logrado mantener oculto el fraude organizado por sus dirigentes en su propio beneficio, con palmario agravio a sus convecinos de Rhasap, contribuyentes del mismo Estado.

Y no sólo eso. Más allá de este caso, eran muchos los textos antiguos y aún modernos sobre la historia de estas civilizaciones que presentaban y presentan a Ben-Ivi como una tribu acreedora de simpatías, inferior en gloria y riquezas respecto a Rhasap debido a las malas artes de ésta, como si Ben-Ivi fuese simplemente una víctima desgraciada de las insidias de Rhasap.

Después de leer este pergamino, Ben-Ivi queda desenmascarada, desnuda de su falso disfraz de víctima. Se confirma lo que de Rhasap se intuía, que es un pueblo ancestral, quizás el primero de sus características, que en dificilísimas circunstancias supo salir adelante con su propio esfuerzo y sudores, sin ayudas ajenas, mostrándose triunfante y poderoso, orgulloso y con una soberbia justificada.

Por el momento, el pergamino de Al-Xaram deberá permanecer oculto sine die, para evitar que su tenedor pueda sufrir algún tipo de represalia. Sólo conocen de su existencia un pequeño grupo de investigadores y ahora la minoría que sigue este blog. Sospechamos que el pergamino contiene algún tipo de mensaje cifrado o en clave, quizás su historia encierra alguna fábula o parábola, lo estamos tratando de desentrañar, pero no estamos seguros. Lo que sí tenemos claro es su autenticidad y la tranquilidad de que el mismo se encuentra a buen recaudo.

Algún día podrá ver la luz. Que tiemblen los seguidores de Ben-Ivi, si es que para entonces aún le quedan algunos.

domingo, 17 de enero de 2010

1916: Manolo Ocaña, socio numerario


Algún día dedicaremos el espacio que se merece a Manolo Ocaña, una de las primeras figuras del Sevilla Fútbol Club, en aquella época dorada de los años veinte, en la que todo parecía descubrirse en el nuevo universo del fútbol.


Fue Manolo un auténtico enamorado del fútbol, pero del fútbol de entonces, el romántico, no el práctico que vino luego bajo la esclavitud de los resultados. Fue captado para los escalafones inferiores (ya los teníamos entonces) por el propio Presidente, Paco Alba, y convertido en mediocentro por la insistencia de Kinké. Al colgar las botas se convirtió en árbitro, uno de los más prestigiosos del concierto nacional.

Con el ingreso de Manolo en el equipo infantil, pasó a ser socio numerario de la sociedad, condición documentada con la cartulina, preciosa donde las haya, que hoy protagoniza esta entrada. Está fechada en diciembre de 1916, y en ella figuran las rúbricas del Presidente, Paco Alba, y del Secretario, Rafael Bernal.

La tipografía es añeja, delicada, el escudo sigue aún siendo el de Lafita, debíamos contar en la Secretaría con alguna de aquellas maravillosas máquinas de escribir, quizás una Underwood, tal vez Olivetti o Triumph, podemos imaginar el sonido de sus teclas golpeando este frágil pasaporte pre-impreso en gráficas Maciá de Sevilla.

Seguíamos trabajando con esta imprenta sevillana que el querido Antonio Ramírez, desde su Voladizo, junto con el simpar Cornelio, ya nos descubrieron que había confeccionado los títulos de socio en 1911. Este formato es sin duda menos bello, más práctico que aquél, pero igualmente exquisito en su enorme potencia evocadora. Que lo disfrutéis.

jueves, 14 de enero de 2010

El diez con el pañuelo en la cintura

Dedicado al excelente jurista del Registro Mercantil y buen amigo Francisco Rubio Santos, un compendio de sevillismo y de sevillanía por los cuatro costados


Ahí lo tenéis en la imagen, estampa majestuosa donde las haya, con la prenda de marras colgada sobre el calzón, como solía estilar.

Le llamaban “el Sordo”, por desarrollar sobre el terreno de juego esa labor tan eficaz y necesaria para el equipo, como poco vistosa para el aficionado. Una tarea sacrificada que se echaba en falta precisamente cuando nuestro protagonista no se alineaba en el once merengue.


Aunque ello ocurriría pocas veces, a decir verdad, durante los años en que este castellonense formó parte de la primera plantilla del Sevilla Fútbol Club, nada menos que once temporadas, entre la 1946-47 y la 1957-58.

Hablamos, por supuesto que sí, de Manuel Domenech Pinto, Manolo Domenech, figura esencial del Sevilla clásico del siglo XX, que desgraciadamente ya no está con nosotros.

Fue uno de esos fichajes de altura que, como ahora sucede con Monchi y su agenda, permitió a nuestro Sevilla instalarse durante más de una década en los altares del fútbol patrio, junto con los Alconero, Busto, Arza, Araujo, Campos, antes de su llegada, y luego con Antúnez, Pepillo, Campanal, Ramoní o Valero, entre otros fenómenos. Nada de tejemanejes federativos ni de favores políticos, aquel Sevilla se hizo gigante por mor del acierto puro y duro en la política de fichajes, y la gestión con mano firme desde la presidencia por Ramón Sánchez-Pizjuán.

Muchos recordaréis a nuestro protagonista detrás de la barra de su barecito en la calle Murillo, junto a ese retrato con la camisola de la selección nacional que colgaba de la pared. Una internacionalidad, por cierto, que le llegaría algo tarde, en 1955, con casi treinta años, y que le dio nada más que para tres partidos, contra Suiza, Irlanda e Inglaterra, este último en el mítico Wembley.



Domenech fue uno de los primeros centrocampistas del club, en la concepción moderna que hoy se tiene de este término: resistente, sacrificado, disciplinado, notable cabeceador, con buena llegada y remate con ambas piernas, vino a suceder al gran Pepe Herrera, al que tanto admiraba, y a quien las lesiones impidieron llegar a ser figura grande del fútbol español, aunque su juego estaba más en la línea del legendario Miguel López Torróntegui. Posteriormente, quizás el asturiano Juan Carlos Álvarez haya sido el mejor heredero de su juego, por rendimiento y por las temporadas de abnegado ejercicio para nuestro club.




Llegaría a disputar 262 partidos de competición, siempre en Primera División, marcando 78 goles, y proclamándose Campeón de Copa en 1948, subcampeón copero en 1955 y de Liga en 1951 y 1956.



Subcampeón también de la Copa Eva Duarte Perón, precedente de la Supercopa de España, alzaría trofeos otrora prestigiosos como el Ramón de Carranza y el Teresa Herrera.



Además de futbolista de club, Manolo Domenech fue técnico de los escalafones inferiores y ayudante ocasional de algún entrenador de la primera plantilla.



Me cuentan, porque no tuve el honor de conocerle (a salvo de cuatro palabras cruzadas en la barra de su bar) ni de verle jugar, que era un auténtico sabio del fútbol, que tenía buen olfato con los jugadores, y que aún siendo veterano, hacía maravillas con una pelota en los pies en las playas onubenses.

Desde aquí este modesto recuerdo pretende homenajear la leyenda de un extraordinario deportista con una ejecutoria digna de las más grandes figuras del balompié nacional. Futbolista para el equipo, jugador de club y amigo de sus amigos, éstos son algunos de los valores de esta gran estrella del firmamento sevillista.

martes, 12 de enero de 2010

El gestor y el aficionado


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lunes, 11 de enero de 2010

El último regeneracionista


El 14 de octubre de 1.905 culmina el largo proceso fundacional del “Sevilla Football Club”.

La entidad nace impregnada del espíritu regeneracionista de sus socios, mayoritariamente jóvenes españoles que se han formado en el extranjero y que están influenciados por las más modernas corrientes de pensamiento europeas que ven en el deporte –y en el fútbol- el vehículo ideal para la recuperación del país, mediante la mejora de la salud y la higiene de la juventud.


Este objetivo aperturista y social se plasma en los primeros estatutos de la entidad, uno de los pocos existentes en España que expresamente recoge este interés:


Y asimismo, dicho objetivo inspira el discurso fundacional de su primer Presidente, José Luis Gallegos Arnosa:


Durante sus primeros años de vida, el club se vuelca en tareas formativas y benéficas, como el reclutamiento de jóvenes para la práctica deportiva.



O la organización del célebre partido en beneficio de las víctimas del terremoto de Messina.


Y así sucede hasta que aparece en escena el España (luego Sevilla) Balompié, club integrado por estudiantes militares de la Academia Politécnica que se forma con el propósito de oponerse deportiva e ideológicamente al club decano, enarbolando la bandera de la tradición y del gusto por “lo español” y reaccionario, frente a la modernidad, el progreso y el ideal europeísta que propugnaban los jóvenes “sportsmen” del Sevilla Football Club, comprometidos con las elites intelectuales del país.



En 1911, con la llegada del catalán José María Miró Trepats al sillón presidencial, la sociedad “Sevilla Football Club” cobrará nuevo impulso, aun cuando no será ajena a los vaivenes del fútbol local, con los intentos de integración del Sevilla Balompié, la creación del Betis F.C. y la fusión entre estos dos últimos equipos, para unir fuerzas contra el Football Club de la ciudad.


Así las cosas, en 1914, accede a la presidencia del club decano Francisco Javier Alba y Alarcón, Paco Alba, quien fuera destacado jugador de los primeros tiempos.


Con él como máximo mandatario, el “Sevilla Football Club” quedará definitivamente consolidado en lo institucional y en lo deportivo, como el más destacado de Andalucía y máximo representante del fútbol del Sur a todos los niveles, tanto como que algunos, olvidando lo anterior, llegaron a calificarlo como primer presidente de la sociedad.

Entre los méritos atribuibles a Paco Alba cabe señalar la refundición de los estatutos y reglamentos inspirados en los del F.C. Barcelona, en la asamblea celebrada el 27 de junio de 1914.



También se alcanzan los primeros éxitos deportivos en la Copa de Andalucía, se arrolla -deportivamente hablando- a todos los rivales de alrededor, se produce la llegada de Kinké y el nacimiento de la escuela sevillista, se forma la línea del miedo, integrada por Escobar, Spencer, Kinké, León y Brand, a quienes se unen elementos valiosísimos como Ocaña y Herminio.




Se inaugura el campo de la Avenida de la Reina Victoria, donde se disputará el primer partido internacional de la selección española en nuestra ciudad, contra Portugal, así como la primera final de Copa, y se gesta la Federación Regional Sur.


En abril de 1921, Paco Alba fallece, un años después de dejar la Presidencia, pero en plenitud de su sabiduría y madurez personal, cuando el Sevilla Fútbol Club más fuerte crece. Como en tantas ocasiones a lo largo de nuestra historia, la muerte de un personaje relevante priva al club de una pujanza y de un futuro que se adivinaban majestuosos, y bastará que los mejores jugadores que él había juntado vayan cumpliendo años para que su proyecto se agote, y el club pierda norte casi hasta que aparece Ramón Sánchez-Pizjuán.

Con motivo de su muerte, quien fuera jugador de los primeros tiempos, Presidente y amigo entreñable de Paco Alba, Carlos García Martínez escribió la siguiente carta en su memoria:

"Paco, el popular Paco Alba, era una institución sevillana. Dedicado desde sus más cortos años a la propaganda intensa del "sport", en él descansaba y él era el propulsor entusiasta de las más variadas iniciativas. Predicando con el ejemplo, no se detenía en obstáculos de ningún género; fiel a su convencimiento de que la salvación de España estaba en la vigorización de la raza, fue el alma mater del fútbol sevillano y el más experto y constante cultivador de todos los ejercicios de educación física. Ha muerto cuando todo le sonreía: su juventud, su fornida naturaleza, sus envidiables condiciones de carácter, su jovialidad peculiar, que despertaba en todas partes simpatías."

Con la muerte de Paco Alba se marchó el último de los regeneracionistas, llevándose el espíritu con que los padres del sevillismo engendraron nuestro club.

sábado, 2 de enero de 2010

Victimismo

Navegando por la red de redes, uno es capaz de encontrar estudios sobre el victimismo o la conducta victimista, que bien leídos y mirados, pueden definirte la personalidad de esas personas o colectivos que lo padecen, para los cuales el victimismo representa una cultura, una característica esencial y definitoria, su razón de ser, incluso a lo largo de los años y a través de diversas generaciones.

Me he entretenido en preparar un refrito de lo que he encontrado sobre esta auténtica actitud vital bicheando por internet, aderezado con algunos ejemplos ilustrativos del tema, que espero ayuden a la comprensión de este fenómeno. Aquí os lo dejo. Espero que lo leáis atentamente, a ver si llegáis a las mismas conclusiones que yo. Y pido disculpas de antemano, ya que la recopilación de ejemplos sin duda será incompleta. Respecto a su ubicación, ha sido completamente al azar, dado que son perfectamente intercambiables. Por supuesto son ejemplos de ficción, aunque extraidos de diversas webs y foros. No hagan caso ni se sientan identificados, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.

Se entiende por victimismo la tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal.

Una víctima es quien sufre un daño personalizable por caso fortuito o culpa ajena. Por el contrario, el victimista se disfraza de víctima, consciente o inconscientemente, simulando una agresión o menoscabo inexistente; y/o responsabilizando erróneamente a otro de su situación.


Para la Lógica, el victimismo es una retórica demagógica que busca desprestigiar de una forma falaz la argumentación del adversario denotándola como impuesta o autoritaria.



En Psicología, una personalidad victimista o tendencia psicológica victimista, que puede llegar a desembocar en una conducta patológica como trastorno paranoide, consiste en una tendencia a culpar a otros de los males que uno padece y resguardarse en la compasión ajena.


Esta tendencia se caracteriza por una deformación pesimista de la realidad en la que el sujeto se regodea en el lamento y queda incapacitado para realizar cualquier tipo de autocrítica.


Los victimistas suelen usar la retórica victimista, que como hemos dicho, es una técnica demagógica que consiste en descalificar al adversario mostrándolo como atacante en lugar de refutar sus afirmaciones.


Al adoptar el rol de víctima, el victimista hace que el contrario quede posicionado implícitamente frente a terceros como un impositor autoritario y su argumentación como mera imposición o ataque. De esta forma, los argumentos del victimista son difícilmente refutables, pues cualquier contraargumentación queda transformada en prueba de la omnipotencia de los ofensores.


Por el contrario, cualquier ataque que realice el victimista queda envuelto en un manto de candidez, ya que supuestamente se está defendiendo justificadamente.


En ocasiones, la retórica victimista va encaminada a no reconocer los errores propios, eludiendo la responsabilidad o la rectificación. De esta forma, el victimista logra escabullirse de la verdadera situación desprestigiando el argumento del contrario, sin reconocer que estaba equivocado.

Una de sus vertientes más comunes es el victimismo paranoide intergrupal, consistente en acusar al contrario de una supuesta persecución o conspiración.


Mediante una proyección, en el sentido de Sigmund Freud, el victimista recurre a la estrategia mental de colocar fuera de sí la responsabilidad o los males que realmente le pertenecen.


Los victimistas se muestran débiles y maltratados para encontrar el apoyo de otros y evitar tener que realizar los esfuerzos que su situación de vida, natural o adquirida, les requiere.





Como esta mentalidad no siempre logra alcanzar los objetivos, suele desembocar con facilidad en la desesperación, el conformismo ante el infortunio e incluso el resentimiento, la ira o el deseo de venganza hacia el contrario.



En estos casos la tendencia del victimista es atacar al contrario, acusarlo, etiquetarlo para dañarlo moral, emocional o físicamente, en una demostración de intolerancia excluyente.


Las características más señaladas del victimismo son las siguientes:

Deformación de la realidad.- El sujeto cree que es sólo una víctima de otro u otros, por lo que les culpa de todos sus males.



El sujeto muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su alrededor y presumiendo mala fe.

De esta actitud surge un morboso afán por descubrir agravios nimios para sentirse discriminado o maltratado con el fin de achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que representa todo lo malo que le sucede.


Su susceptibilidad les lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada inmediatamente a la consideración de grave ofensa.


Consuelo en el lamento.- El sujeto cree que es sólo una víctima de otro u otros, por lo que no merece sentirse culpable.


El sujeto encuentra placer en manifestarse como una víctima ante los demás.


Esta cultura de la queja en realidad es una forma de llamar la atención, mendigando protagonismo mediante una estrategia de lamentos y forzando la compasión de los que le rodean.


De esta forma, en vez de luchar por mejorar las cosas el sujeto compite en la exhibición de sus supuestas desdichas.


Incapacidad de autocrítica.- El sujeto cree que es sólo una víctima de otro u otros, por lo que no tiene la culpa de nada de lo que hace.


El sujeto victimista es incapaz de extraer una crítica constructiva de lo que le rodea, tendiendo a considerar como enemigo a cualquiera que se atreva a hacerle alguna corrección.

De esta forma, el victimista se autocontempla con indulgencia, eludiendo su verdadera responsabilidad, sintiendo que su posición de víctima justifica todos sus actos.


Para las personas que caen en esta actitud, todo lo que les hacen a ellos es intolerable, mientras que sus propios errores o defectos son sólo simples futilezas sin importancia que sería una falta de tacto señalar.