lunes, 31 de enero de 2011

Made in Betis


El ínclito Carlos Herrera, ese personajillo de dudosa catadura moral que todos sabemos cómo se ha ganado el prestigio social del que hoy goza, ha reaparecido en el cotarro futbolístico casero.


Como buen advenedizo, nos da una nueva lección de sevillanía.

Él que vino al mundo precisamente en la muy hispalense localidad de Cuevas del Almanzora (por los cojones).

Siempre dispuesto a no perder puntada si la ocasión es propicia para caernos en gracia, tan necesitados como estamos de que venga a bendecirnos con sus dotes de encantamiento.

No es la primera vez, y me temo que no será la última.

Definitivamente estoy seguro, porque el personaje que calza (no es más que eso, un personaje, una pose), es más falso que el bigote comprado en Pichardo que ha lucido durante tantos años.

Sabe engañar, embaucar, tela de bien.

Embelesa a quien se deja embelesar, y siempre hay incautos dispuestos a dejarse hacer una barriga.

Aparece cuando la brisa es favorable, esconde el pescuezo si vienen mal dadas.

Se orienta rápido cuando huele un resquicio que prometa popularidad, aunque no tenga ni pajolera idea de dónde se mete.

¿Respeto? Le importa un carajo, la verdad.

El tío, como es muy guay, sabe mucho de todo. Una eminencia.

De fútbol, copla, cofradías, política y hasta cocina.

Les diré, por si ustedes no conocen el dato, que es el auténtico, único y patentado descubridor del langostino de Sanlúcar de Barrameda.

Practica el onegerismo (de ONG, no piensen cosas raras). Ha logrado colocar a su señora en la tele y todo, pese a que cada día de programa bate el record mundial de pifiazos en directo. No importa, es una tele pública que pagamos ustedes y yo.

Para colmo, hace unos años le dieron un pregón, cuando tantos meritorios se han quedado en el camino. La verdad es que el tío deslumbró en el Maestranza, con aquella corbata y aquel chaleco amarillo eléctrico bajo el chaqué.

En fin, volviendo al fútbol, que es lo que nos interesa, le recordamos esa especialidad tan suya de arrimarse al ascua que más simpatías le reporte, en forma de pasta (italiana, claro).

Para ello escoge el camino fácil que siempre eligen los más inmorales: el más rápido y eficaz.

Antes que gastar tiempo y esfuerzos en comprender por qué amar al Betis (algo lícito por otra parte), mejor nos dedicamos públicamente a denostar a su rival, siempre dará mayor rédito.

¿Os acordáis de su resentimiento con Barbeito cuando alzamos el paraguero de IKEA en Eindhoven?
Lo cierto es que cuando de este individuo se trata, me cuesta trabajo sacarme de la mente esa imagen suya compartiendo la presentación de uno de esos cutre-programas de Canal Sur (cómo no) con el/la genial Bibi Andersen, su alma gemela, tan parecido/as, tan mono/as ello/as, tan falso/as de toda falsedad.

Pese a todo, puede más que esa imagen esta otra, demostración empírica de lo que hablamos.



Una entrevista agria, auténtico interrogatorio carcelario, poniendo entre la espada y la pared al entrevistado, haciéndole pasar un muy mal rato, para poner al descubierto las maldades que el protagonista ocultaba, el daño que le estaba haciendo a su Betis.

Sin duda alguna, un trabajo periodístico digno de premio Pullitzer.

Ahora el tipo se pasea por ahí grabando para los opositores ese peaso de anuncio que abre el post.

Y lo aplauden.

A lo mejor incluso fueron a buscarlo para que participase en el video.

Como diría mi amigo Carlos Romero (este Carlos sí que vale), ¿qué me he perdido?

Si fuera bético, me sentiría estafado, pero no lo soy (a Dios gracias).

Por eso, simplemente, me produce tristeza, y asco, verdadero asco.

Un magnífico video promocional, una magnífica idea, un pésimo casting.

Pero ¡ojo! que parece que la pertinaz amnesia histórica verdiblanca puede haber reaparecido.

Ya saben, esa curiosa enfermedad que tiene el don de borrar de sus mentes todo aquello que interese.

Detergente de imagen, Don Limpio y sus poderes.

Mucho cuidado con este síndrome, pues mal curado, es capaz de provocar una grave recaída.

Y no es plan elevar nuevamente a los altares a un Don Manué cualquiera por otros veinte años, que nos cuesta mucho dinero a los sufridos contribuyentes quitárnoslo de en medio.

Apéndice.- Mi amigo Cornelio, que es un lince (gracias, monstruo), me aporta la perla que adjunto para documentar que el susodicho Herrera, además de todo lo ya expuesto, es un indocumentado, algo impropio de un profesional de los medios, aunque desgraciadamente, bastante habitual. Mienta usted, que algo queda.



Le corrige aquí, mi amigo Antonio Ramírez, con su habitual maestría, desde su Voladizo.

Que sigan dándole cuerda.

lunes, 24 de enero de 2011

Gracias, amigo

Agustín Rodríguez, a la derecha de la imagen, camisa azul,
entrevistando a Miguel Muñoz, entrenador del Sevilla F.C.
Agustín Rodríguez Jiménez.

Nunca se vistió de corto, ni fue dirigente.

No marcó ningún gol, ni lanzó una falta o un penalty.

Pero hizo por su Sevilla mucho más de lo que otros quisiéramos.

Consiguió una Copa en propiedad para los nuestros.

Su legado está aquí, y en otros muchos sitios web.

Está en el estadio, en el Museo, en libros, audios y videos de puro sevillismo.

Está en sus hijos, su familia, sus amigos.

Sevillista de talante, educado y conciliador.

Un ejemplo a seguir.

Y una pérdida insustituible en todo su valer y sentir.

Ya lo imagino organizando talentos en el tercer anillo.

Con White, con los Welton, con Ned ...

Alba, Gallegos, Langdon ...

Spencer, Kinké o Pepe Brand ...

Los dos guillermos, y tantos otros cracks.

Lo que más le gustaba del mundo ...


Gracias por todo.

domingo, 23 de enero de 2011

¿Dónde está Wally?

O el investigador, investigado.

¿Quién me iba a decir a mí la sorpresa que me esperaba esta mañana de domingo?

Mis planes eran otros, pero la meteorología me quiso dejar en casa, buceando entre mis viejos papeles.

Porque yo, como Discóbolo, guardo hojas de prensa amarillenta, libros, fotografías y recuerdos ajados por el paso del tiempo que nunca se sabe el valor que pueden tener.

Hojeando (sí, con hache, de hoja, no de ojo) cierta publicación setentera, me detengo maravillado, como siempre, ante las pruebas de un sevillismo movilizado para rematar el estadio.

Donantes de fila cero, interminables.


Sevillismo de vieja guardia. ¿O no tanto?


¿Qué ven mis ojos? ¿Cómo es posible?

¿Wally escondido en esa nómina de valientes?


Gracias papá.

Sigo, seguimos, al pie del cañón.

domingo, 16 de enero de 2011

Mi primera vez


Quizá no fuese la más honrosa, aunque en mi descargo puedo afirmar que no lo recuerdo en absoluto.

Ni un detalle.

Aquí hablo hoy, más que nunca, con la voz de mi tío Antonio, mi maestro en sevillismo, que fue quien me llevó aquella inicial ocasión al estadio, junto a mi hermano, y que tantas veces después lo repetiría para aquello que a mí verdaderamente me importaba.

Me remonto a diciembre de 1.974, recién cumplidos los cinco años.

Colegio de estreno, boli bic de cuatro colores, chicle cheiw y dibujos animados de Heidi.



Entonces, no como ahora, la tarea iniciática en el rito dominical futbolero se demoraba algo más.

Las madres eran mucho más estrictas: que si hace frío, que si va a llover, que si al niño lo aplasta tanta gente, que si la merienda, etc.

Para colmo, en los tiempos previos, el equipo no daba pie con bola, literalmente hablando, y navegaba duramente por los campos, entonces sí que eran difíciles, de la Segunda División española.

El entorno del estadio me maravillaba: olor a puros habanos, caramelos Pictolín, pipas Sayma, run-run de los viejos aficionados …





Gorras de visera roja, con el escudo en el frente, y el nombre del Club –todavía Sevilla C.F.- en los laterales, rodeando la cabeza.

Aquel pito-bandera, blanco, largo, precursor de la buvucela, trompeta final en rojo con banderín de plástico al aire, al más puro estilo medieval.

Albero enfangado, sorteando los coches aparcados alrededor del recinto.

Pero todo eso llegaría un poco más tarde, apenas unos meses después, cuando ya el ascenso del equipo de Olsen se masticaba.


 
Aquel 12 de diciembre de 1974 no había fútbol en Nervión.

Se celebraba en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán una fiesta benéfica, típica prenavideña.

El Festival “Cunia” (¿os acordáis de esta leche en bolsas?).


 
El cartel era superior, con figuras como Fernando Esteso, el gran Joe RígoliKiko Leggard, el de los relojes por todas partes, presentador del Un, dos, tres.



 
Hubo un lleno tan redondo que los pequeñines de entonces apenas podíamos ver el espectáculo desde el abarrotado césped.

Entonces mi tío Antonio, ni corto ni perezoso, nos cogió a mi hermano y a mí, y jugándonos el tipo, nos subió al esqueleto de muñones de hierro de la grada de gol, que aún esperaba ser completada, también al cabo de unos meses.

Una pequeña escalerita nos dispuso frente a una puerta de acceso a la grada alta de fondo, y desde allí, se hizo la luz, todo se veía de lujo.

Así es, queridos amigos.

Aquí está la crónica.


La primera vez que pisé nuestra fábrica de sueños no fue para ver a nuestro Sevilla en faena.

Fue para ver otra cosa.

Biri-Biri podía esperar.

Y tú, ¿recuerdas tu primera vez?