sábado, 27 de febrero de 2010

El hijo de la Condesa (I)


Una humilde y raída habitación de hospicio madrileño era todo su hogar.

Una cama de hierro, un traje gris en el armario, el enjuto escritorio y su silla, más los desvelos de un ama briosa, era cuanto le quedaba.

Eso, y las trescientas pesetas que aún le seguía enviando, religiosamente, su antiguo club, por giro postal, a la misma oficina de correos de siempre, treinta años después.

El modesto empleo en la Mutua de Futbolistas Españoles apenas llegaba para un vermut.

Estaba en sus últimos días, tal vez sus últimas horas, y lo sabía.

No diremos que moría de tristeza, pero quizás sí de nostalgia.

No era demasiado viejo para lo que había vivido.

Los tiempos locos de popularidad y glamur se habían desvanecido.

Apenas quedaba nada de aquella estrella del sport, aquel dandy de enorme tirón mediático cuya luz vino a apagarse con el olvido, como si de una Norma Desmond footballística se tratase.

Postrado en la cama, con los ojos puestos en el techo desconchado de la humilde pensión, el hijo de la Condesa repasaba una y otra vez, casi compulsivamente, las escenas más íntimas de su juventud.

Su madre, heredera de una saga británica enraizada en España desde la atalaya jerezana del vino, amante del deporte y las carreras, como casi todos los suyos.

Con un nombre de esos que antes de pronunciarlos es necesario tomar aire para darlo de una sola vez.

Isabel María del Carmen de Castellví y Gordon, Condesa de Carlet, Condesa del Castellá.

En la imagen inferior, de oscuro, a la derecha, como madrina en la boda de su primogénito Jorge.




Hija de D. Ricardo de Castellví y de Ibarrola y de Dña. Mercedes Gordon y Prendergast, Carmen era descendiente de irlandeses por la rama paterna y de los Gordon escoceses por la materna. Curiosamente estos últimos, íntimamente unidos a los orígenes del Sevilla Football Club.

Poseía la familia un castillo en Aberdeen que visitaban frecuentemente, al igual que Londres.

Veamos un fragmento de la tercera de ABC que se le dedicaba a esta ilustre poetisa con motivo de su fallecimiento:




Su padre, Salvador Armet y Ricart, un intelectual catalán de renombre, profesor universitario, arqueólogo, folklorista y crítico musical.


Mercedes, su hermanastra, prontamente adscrita a una congregación religiosa, y sus hermanos Jorge, Ricardo, Francisco y María de la Palma.

Él, Juan Antonio según cristiano bautismo, Juan a secas para casi todo el mundo, era el más pequeño de los varones.

Vino al mundo en Tarrasa, en el año de gracia de 1895.

Los Armet de Castellví formaban una familia aristocrática, de esas que copaban páginas en las revistas de sociedad, que entonces ya existían.

Nobleza de título por la rama materna.

El deporte prendió en todos los hermanos con la misma fuerza que entusiasmaba a su madre, a fin de cuentas corría por sus venas.

El patriarca de la familia, D. Jorge de Castellví, ya apadrinaba torneos deportivos a finales del siglo XVI.

Y el abuelo materno de Juan, D. Ricardo, fue socio del Veloz-Club madrileño, fundado en 1869.

Sin embargo, entre todas las modalidades sportivas en boga en aquellos tiempos, una por encima de todas copaba las preferencias de los Armet y Castelllví, el foot-ball.

Adolescentes precoces en esto del balompié, tenían que camuflar sus nombres de verdadera alcurnia para intentar pasar desapercibidos al qué dirán.

Koki, Pakán, Kinké, sobrenombres casi indescifrables unidos por una misteriosa K que no sabemos a qué podría responder.

Como sus hermanos, como el mismo gigante Ricardo Zamora, hizo Juan sus primeras armas futbolísticas en el Universitari, aquel equipo nodriza de estrellas del primitivo fútbol catalán.

Era un delantero cerebral, habilidoso, de enorme talento y técnica depurada, no exento de cierta frivolidad y de excentricidades ínsitas a su condición de genio.

Se distinguía asimismo por sus dotes de estratega y su capacidad para descubrir nuevas promesas.

Participaba en tareas de dirección deportiva y gustaba de reubicar a sus compañeros en nuevas posiciones sobre el terreno de juego en las que rendían con mayor eficacia.

Inquieto, extraño, sensible, su alma de Phileas Fogg refinado no acababa de encajar en aquel entorno aristocrático barcelonés en el que las reglas del juego estaban marcadas.

Su salida del Universitari para ingresar en el Español provocó tal impacto deportivo que a punto estuvo de provocar la defunción del club.


Y ya en el Español era habitual verle alineado junto a sus hermanos, llegando a proclamarse Subcampeón de España en 1915.


Jorge, el mayor y primero en el orden sucesorio, era conocido futbolísticamente como “Koki”, y llegaría a ser un excelente medio e interior.


Falleció prematuramente, heredando los títulos nobiliarios familiares su hermano Ricardo.

A Ricardo Armet de Castellví le sucedió su sobrina María de la Paloma Barris y Armet de Castellví, musa del gran poeta mexicano Amado Nervo, nacida en Málaga el 6 de enero de 1926, e hija de N. Barris y N. Armet de Castellví. Paloma Barris contrajo matrimonio en 1954 con Joaquín Coll y Dezcallar con quien tuvo su único hijo, Federico Coll y Barris, actual Conde de Carlet.

Por su parte, Francisco usaba como alias balompédico “Pakán”, y solía alinearse de defensa, aunque su verdadero fuerte estaba fuera del campo, donde era un galán redomado.




Para muestra un botón.

Así contaba en sus memorias Ricardo Zamora (a quien Pakán había inoculado tempranamente el virus del fútbol) cómo este Armet le birló la que él creía que sería su primera conquista amorosa:

Pero Madrid no tan sólo fue la ciudad que me dio el espaldarazo futbolístico, sino tambien la que me ofreció la primera aventura. No fue una conquista, pues aún cuando ya presumía de galán experimentado, era en el fondo un ingenuo. Y si traigo a colación este escarceo mujeriego, no es por vanidad ni mucho menos, ya que del mismo salí chasqueado.

Durante la breve estancia en la Corte nos hospedábamos en pensión de pretensiones finas: Pensión Carretas se llamaba. Y en esa calle típica, frente casi del teatro Romea, sede de Pastora Imperio, me ocurrió lo que voy a narrarles.

La víspera del partido, cenando el equipo muy temprano, advertí que en un ángulo del comedor, desierto todavía, había una dama. Sola en su mesa, miraba con curiosidad hacia la nuestra y sonreía. Era bella, por cierto. Alta y esbelta, escultural la forma, distinguidas y elegantes las maneras. El rostro era un prodigio de perfección porque, además de lo correcto de su óvalo, de sus ojos celestes y rasgados, tenía una boca ... El que más y el que menos de los nuestros creyó oportuno arreglarse la corbata. ¿Para quién miraría? No quise decir nada, pero cuando yo la observé, la bella sonrió de una manera especial. ¿Una seña? El caso es que me turbó, que enrojecí y no pude comer. Más tarde, recogiéndonos ya, me tropecé con ella en el pasillo. Otra vez la sonrisa, y como viese que yo seguía el camino sin pararme, me detuvo atrevida. El hablar era extraño, muy difícil, por lo que comprendí que era extranjera. Me preguntó si era futbolista y me prometió ir a verme: "¡Oh!, después de jugar quisiera verle. ¿Vendrá usted? Este es mi número. Tomaremos el té. Pero ni una palabra de esto a sus amigos."

Sorprendido y poco experimentado, lo que yo cabilé no es para dicho. El secreto no cabía en mí; necesitaba alguién a quien comunicarlo. ¿Quién mejor que Pakán? Armet Pakán era maestro en aquellos menesteres y a él acudí yo. El muy taimado se burló bien de mí. Me dijo que en tales ocasiones se debía proceder con pies de plomo. Él iría primero a ver a la extranjera, mientras yo esperaba muy quietecito. En efecto, esperé no poco tiempo y cuando, ya cansado, me iba a marchar, vi bajar a Pakán muy de ganchete con la rubia genial, ¡con mi conquista! Pasó altiva ella y él -¡infame!- me saludo burlón: "¡Adiós Ricardo!".

Y llegamos por fin a 1917, cuando la prensa deportiva sitúa a Juan Armet “Kinké” fuera del Español, concretamente en Madrid.


Y desde allí, este singularísimo personaje, va a tomar una decisión que cambiará el rumbo de la historia del Sevilla Fútbol Club.

...Continuará

martes, 23 de febrero de 2010

Mi abuelo era delantero


Concretamente, interior derecha, inside-right, como se decía entonces.

De la Gimnástica de Triana, señero equipo sevillano de los tiempos heroicos.

José Vidal Sánchez, por la gracia de Dios (en el centro de la imagen, de pie, junto al portero).

Decían que le pegaba al cuero con la fuerza de mil demonios.

Con la misma fuerza de su sevillismo, entonces temprano, aunque no pudiera llegar a jugar junto a sus ídolos, Spencer, Kinké, Brand, etc.

No iba mal encaminado el muchacho, pero lo pusieron en el brete de decidir entre el fútbol y la mujer de su vida.

Y eligió a Rosa.

La escena no tiene desperdicio.

Regresaba José en bicicleta de su paliza semanal, con aquellas sesiones dobles de trabajo y de fútbol, atravesando la ciudad, sin carril-bici ni ná, para "pelar la pava" con su novia adolescente.

Sentados en las escaleras de la casa de ella, una mano juvenil se posó sobre la rodilla de nuestro "sportman", y un gesto instintivo ante el terrible dolor de aquella caricia le traicionaría.

La joven, preocupada como siempre lo estaría por la salud de los suyos, le suplicó que le enseñara aquella rodilla maldita, para comprobar qué le pasaba.

Al levantarse la pernera, observó asustada una herida sangrante que incluso dejaba atisbar hueso.

Campos secos, pelados, tierra dura y piedras por doquier. Ésas eran las canchas de entonces.

José tuvo que confesar.

Y ella le dijo aquello que tanto se repetiría en otros muchos casos de la época:

"-O el fútbol o yo".

No había opción.

El fútbol pasó a ser entonces una pasión de aficionado.

Recuerdos de las bromas gastadas, las noches de pensión con los compañeros, los desplazamientos en coche de caballos, los equipos de entonces, el Onuba, la Eletromecánica cordobesa, etc ...

Y mucho, mucho sevillismo vivido al pie del cañón e inculcado a los suyos, hijos, nietos, todos ...

En el lecho de muerte, agonizando, sus últimas palabras buscaban conocer si el Sevilla, su Sevilla, se había salvado de bajar a Segunda División.

Los suyos mintieron, diciéndole que sí. Aquello le reconfortó.

Y una tarde de fútbol en el Sánchez-Pizjuán, su hijo menor, mi querido tío Pepe, oiría en la grada a un viejo aficionado sevillista exclamar:

"-El que le pegaba con fuerza era Vidal de la Gimnástica de Triana..."

Llevaba años compartiendo localidad con aquel aficionado, le unía una gran amistad con él, y sin embargo, hasta aquella tarde plomiza de fútbol, no supo cuánto aquel hermano sevillista admiraba a su padre como jugador.

Con estos antecedentes, no tengo más remedio que estar de acuerdo con Bill Shankly, cuando declaró aquello de "el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso".

domingo, 14 de febrero de 2010

Crítica, crítico, críticos


Fernando Trueba es tan buen escritor como aburrido director de cine, aunque sea más famoso por sus películas que por sus artículos.

Entre sus obras literarias destaca un diccionario sui generis sobre cine en el que define con notable acierto, a mi modo de ver, los términos crítica, crítico y críticos, además de incluir algunas citas célebres ciertamente sabrosas.

Creo que, mutatis mutandi, lo dicho por Trueba respecto al cine es perfectamente extrapolable al mundo del fútbol. Sustitúyase director de cine por entrenador de fútbol, película por partido o por temporada, y sala de cine por estadio, y veamos el resultado:

"CRÍTICA: ... al comenzar a dirigir películas uno descubre la desproporción que existe entre el trabajo, el tiempo, el esfuerzo y el sufrimiento necesarios para hacer no ya una buena película, sino incluso la peor del año, y los necesarios para escribir un par de folios sobre ella, por bien escritos y cargados de razón que estén. Cuando uno ha vivido la intensidad de un rodaje, la cantidad de acontecimientos y de azar que lo componen, resulta muy difícil leer las críticas; uno sabe demasiado sobre las dificultades de hacer cine.

Adoro ir al cine. Y sé que ese vicio lleva implícito una aplastante mayoría de decepciones. Que ver una buena película es algo excepcional. A pesar de ello, me encanta ver películas, a veces, hasta comiendo palomitas, lo confieso. Y sé que, habitualmente, la película es mala, pero no importa. Cada vez que entro en una sala oscura y me siento en mi butaca no puedo reprimir que una sonrisa, probablemente estúpida, se dibuje en mi rostro. A veces me han preguntado qué es lo que me hace tan feliz, cuando la película ni siquiera ha empezado. Debe ser que lo que a mí me gusta es ir al cine. Si la película, además, es buena, el placer es ya indescriptible.

Cuento esto porque creo que la maldición de la crítica, de su ejercicio, es la pérdida de placer que entraña. El placer de ver películas se ve suplantado por la misión de expender certificados de bondad o maldad. El 99% de las críticas se reducen a señalar que una película no es la obra maestra que, al parecer, debería ser. Aviados estaríamos si todos los directores se pusieran a hacer obras maestras una tras otra. Se diría que toda película debe ser obligatoriamente tan buena como unos modelos que ni siquiera son inmutables.

Uno de los más serios problemas con que se encuentra hoy la crítica es la competencia desleal de los espectadores. El espectador de fin de siglo no va al cine sólo para disfrutar o pasar el rato, va al cine para poder opinar después. El placer de enumerar los defectos de la película en los metros de hall que separan el patio de butacas de la calle es hoy un derecho irrenunciable del espectador. El espectador de hoy mira -más que lee- las críticas, pero sólo para ver si coinciden con él o no. Las masas de espectadores inocentes que llenaban los cines de los años veinte y treinta han dejado de existir. Ese público está hoy sofronizado ante su televisor con la mano soldada al mando a distancia. Pero el que aún conserva el mínimo de energía vital necesario para salir a la calle y caminar hasta el cine, tiene poca necesidad de los críticos.

La crítica hoy día se ha convertido en un aspecto más del lanzamiento de las películas, es decir, pese a algunos que la practican, la crítica forma parte de la industria. Y como tal tiene, si no deberes, al menos responsabilidades. En el caso concreto de España, donde la prensa informativa es alarmantemente minoritaria en beneficio de la prensa opinativa, la crítica se encuentra en su medio ideal. Con periódicos y revistas superpoblados de tribunas -lugares donde diferentes firmas son invitadas a opinar- y de púlpitos -lugares donde opina siempre el mismo, a veces con su foto incluida-, el reportaje, el ensayo y la reflexión han sido desterrados y sustituidos por la enumeración de las virtudes de la película que nos ha gustado o la denuncia airada de las taras de la que no. En resumen: malos tiempos para la crítica.

'Creo que una de las funciones de la crítica no es tanto analizar los motivos del autor, sino enriquecer la obra.' Jorge Luis Borges.

'Me gustaría saber dónde está la escuela en la que se aprende a sentir.' Diderot.

'Nunca veo una película antes de hacer la crítica. Por miedo a que me influya.' James Agee.

'La crítica debería ser un acto de amor.' André Breton.

CRÍTICO: Una enfermedad frecuente del crítico suele ser la originalidad, la necesidad de no coincidir con la mayoría, originada por un deseo legítimo de rehuir del cliché, lo aceptado...

...En 1955, en pleno clímax de su aventura crítica, Truffaut escribía: 'En realidad, el crítico de cine, cuando sale de una sala, no sabe qué pensar de lo que acaba de ver; busca una opinión entre sus colegas: el primero que habla tiene razón, el que sepa dar con una fórmula brillante triunfa'. Y terminaba con una 'curiosa profesión. En verdad os digo: No déis demasiada importancia a los críticos.'

'Lo mejor siempre del autor es lo que tiene de crítico; lo peor siempre del crítico es lo que tiene de autor.' Enrique Jardiel Poncela.

'Sería desastroso que un crítico dudase de sus opiniones. En el acto dejaría de ser un crítico para convertirse en otra cosa. Por ejemplo, en un artista o, lo que sería peor, en un hombre sin ocupación.' Ben Hecht.

'El crítico, al acudir a los estrenos, casi siempre entra en los teatros llevando un prejuicio, y casi nunca sale de ellos llevando un juicio.' Enrique Jardiel Poncela.

'Es precisamente porque un hombre no puede hacer algo, por lo que es el más apropiado para juzgarlo.' Oscar Wilde.

CRÍTICOS: Aunque con frecuencia denostados y alineados en la lista de profesiones non gratas junto a dentistas y abogados, la gente suele olvidar que la crítica es una noble ocupación cuya finalidad es acercar a los hombres las creaciones de sus semejantes y, cuando éstas sean de difícil acceso, si el final del camino compensa el recorrido, iluminarles el camino.

Diderot dijo que 'la estúpida ocupación que nos impide sin cesar buscar el placer o que nos hace ruborizarnos del que hemos encontrado ... es la del crítico.'

'Los críticos son unos tipos que siempre piden bebidas baratas, salvo cuando no pagan ellos.' Groucho Marx.

Refiriéndose al mimetismo con que los críticos locales repiten las opiniones de los del Imperio, Borges dice de una película que 'ha conocido el aplauso incondicional de todos nuestros críticos; verdad es que su impresa aclamación es más una prueba de nuestros irreprochables servicios telegráficos y postales, que un acto personal."

Tras todo lo expuesto, ustedes dirán que me podía haber ahorrado el párrafo inicial de esta entrada. Sin duda alguna, querido lector. Como también podríamos ahorrarnos muchos de los comentarios que disparamos contra nuestro entrenador, empezando por quien suscribe.

Como tantas otras cosas en la vida, será cuestión de perspectiva.

jueves, 11 de febrero de 2010

La verdad sobre el Caso Antúnez - Capítulo Final

“En 1946, un Real Betis Balompié que militaba en Segunda División intentó en los despachos que se desposeyera al Sevilla F.C. de su único título liguero. Asfixiado por las deudas, el club bético había traspasado a su defensa Antúnez al eterno rival, pero la airada reacción de sus seguidores llevó a los dirigentes verdiblancos a denunciar al Sevilla por supuestas irregularidades en el fichaje. Curiosamente, la reclamación del Betis se basaba en un defecto originado por el propio club bético, la extralimitación en el uso de los poderes de dos de sus directivos. Las autoridades federativas negaron la razón al Betis, y todo parecía zanjado, sin embargo, un mes más tarde...”

El resto de la historia os la habrán contado, pero es ahora, con los documentos encima de la mesa, cuando sabemos toda la verdad, la de los documentos, no las historias del abuelito.

Si quieren conocer “La verdad sobre el caso Antúnez”, el dossier definitivo pueden leer este “Estudio sobre el más discutido affaire de rivalidad entre el Sevilla Fútbol Club y el Real Betis Balompié”.



Pulsa sobre "Fullscreen" para ver el documento en pantalla completa.


La verdad sobre el caso Antúnez: El dossier definitivo

La séptima, mi séptima


No hace mucho escribía en este blog que el Sevilla con Manolo Jiménez había vuelto a ser el Sevilla de siempre, el de toda mi vida.

Ese equipo que jugase quien jugase, lo entrenase quien lo entrenase, era escasamente fiable.

Un equipo de altibajos, guadianesco, con destellos de puro mito y muchos, demasiados nubarrones negros amenazando el camino.

Anoche estuvo a punto de cumplirse el guión de mi Sevilla de siempre.

La partitura de un Sevilla que podía jugar de cine y quedarse a las puertas de todo.

El que podía fracasar en lo más llano.

El que era capaz de llevarte a la mismísima antesala de los sueños, y hacerte despertar sobresaltado por una nueva pesadilla asfixiante.

El Sevilla de Bilbao el año pasado, sin ir más lejos.

El Sevilla de Pamplona con Caparrós, aquella infausta noche nevada.

El Sevilla de Madrid o Gijón en los setenta y en los ochenta, el Sevilla de Zaragoza en los noventa.

El Sevilla de tantas, tantísimas noches coperas llenas de amargura y dolor, de sufrimiento sin fruto, de auténtica desolación.

El mismo Sevilla Fútbol Club, mi Sevilla de siempre.

Anoche sin embargo, se hizo la catarsis.

Porque el paréntesis de Juande Ramos fue eso, un paréntesis, un milagro excepcional.

¡¡Qué poco acostumbrados estamos a triunfar sufriendo!!

Anoche, ese papel, tan conocido e ingrato para los sevillistas de mi generación, ese papel maldito de tocar la gloria con la punta de los dedos y espantarla, le toco interpretarlo al Getafe.

Anoche fue también noche de paralelismos.

Primero, con aquella semifinal de Iturralde, otra vez tú, Iturralde, al servicio de Valdano, cuando nuestro buen partido de ida en el Bernabéu se tradujo en un dos a cero en contra que fuimos incapaces de remontar en casa con aquel insuficiente gol de Antonio López. Hablaba entonces la prensa sevillana de la suerte de los grandes, de la pegada del Madrid, de la incapacidad sevillista para materializar sus ocasiones, y demás tópicos clásicos del periodismo deportivo. Hoy las cosas no son tan distintas como entonces y, sin embargo, nadie lo diría a la vista de lo que puede leerse por ahí.

Por otro lado, en 2005, cierto equipo de esta ciudad lograba clasificarse para la final de copa tras un paupérrimo partido de ciento veinte minutos (prórroga incluida) de duración en San Mamés, en el que estuvo permanentemente a merced de los locales, llegando a duras penas a la tanda de penaltis tras librarse de una goleada con la ayuda de los palos y la feliz actuación de un joven y desconocido portero.

Consiguió la clasificación en la muerte súbita, que dicen los profesionales que es pura lotería. ¿Adivinan cómo trató el evento la prensa sevillana? Se hablaba de la genialidad del entrenador, de equipo mítico, de heroicidad, de que lo importante es pasar y lo demás no cuenta, y eso, pese a ser un pelele en manos del contrario, y pese a plantarse en la finalísima sin hacerle un gol, ni ganarle un partido, a ningún equipo de primera.

Decía al principio que el Sevilla de Manolo Jiménez era el Sevilla de siempre, y me equivocaba.

Mi Sevilla de siempre no se habría clasificado ayer para la final.

Mi Sevilla de siempre no habría eliminado a los equipos más en forma de España, Getafe y Deportivo, ni al equipo más laureado de todos los tiempos, el F.C. Barcelona de Guardiola.

Es la séptima final copera del Sevilla Fútbol Club y “mi” séptima final particular vivida si en mayo, Dios mediante, podemos acompañar a nuestro equipo allá donde se juegue el partido.

Eindhoven, Mónaco, Glasgow, Madrid, Sevilla y Madrid, nuevamente Mónaco, ahora tal vez repitamos en la capital.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete.

Por el momento.

Gracias mi Sevilla.

Gracias afición.

Gracias Manolo y gracias José María.

Gracias Andrés.

Y gracias a todos por esta nueva final.

Volvemos a hacer Historia, porque jugar una final, pase lo que pase en ella, es hacer historia, y eso bien que lo sabemos los sevillistas de mi generación.

Disfrutemos de este éxito y preparémonos para la fiesta del fútbol en el día de la final.

Tendremos la oportunidad de poner el broche de oro a la década prodigiosa, a la más gloriosa era, 2001 a 2010, de nuestro Sevilla Fútbol Club.

¡¡Viva el Sevilla!!

martes, 9 de febrero de 2010

Post-it sevillistas - 2ª entrega


[4] En octubre de 1991, el legendario jugador de baloncesto americano “Magic” Johnson anunciaba públicamente su retirada del deporte activo, debido a que tenía anticuerpos de SIDA. La enorme repercusión mediática de la noticia, que era repetida hasta la saciedad en los telediarios de todas las cadenas, unida al impacto de ver a un deportista derrotado por el SIDA, una enfermedad entonces, mucho más que ahora, desconocida y temida, hicieron que el hecho calase hondo en el público de todo el mundo. Un par de días después de esa noticia, se disputaba en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán partido de liga, cuando justo antes del inicio, se procede por el árbitro a señalar un minuto de silencio, que es recibido con el debido respeto por parte de la afición. En la Grada Alta de Gol Norte, sin embargo, un inquieto aficionado, curioso por la situación, preguntaba a su alrededor por quién se guardaba aquel tributo. La mayoría de los circundantes reaccionó con gesto de ignorancia, encogiendo los hombros, hasta que otro espectador, muy seguro él, afirmó con rotundidad: “-Es un minuto de silencio por “Magic” Johnson”. Afortunadamente para el gran exjugador de baloncesto de los Lakers, ser seropositivo no equivale a estar muerto, y todavía lo tenemos pululando por ahí dentro del organigrama de su equipo. Posiblemente desconozca que es la única persona viva por la que se ha guardado un minuto de silencio … en el campo de Nervión.

[5] Ahora que estamos en el mes de los carnavales, y Cádiz pasa a ser para muchos, el centro del universo, me vienen a la memoria tres anécdotas, tres “golpes” de auténtico arte de una misma jornada dominical de fútbol en Carranza, aquella temporada en que goleamos a los amarillos en su estadio por cero a cuatro con hat-trick de Toni Polster. Vamos, el partido fuera de casa que he visto más tranquilo en toda mi vida, con ventaja de tres goles en los primeros veinte minutos. Antes de que empezara el fútbol, la panda de amigos con la que viajaba optó por tomar una copa en un bar cercano al estadio. Pedíamos los clásicos combinados, cuando la voz del jefe del local, dirigiéndose al camarero, gritaba: “-Peeeepe, ponle unos cubatas libres a estos muchachos.” Nótese que el brebaje que pretendían servirnos no eran ni cubatas ni cuba-libres, sino cubatas libres, una nueva especie de copa inventada por la gracia de las gentes de la Tacita de Plata. Posteriormente, durante el partido, un espectador gaditano, situado justo arriba de la grada donde nos encontrábamos los seguidores del Sevilla, se pasó todo el partido insultando a Dassaev, nuestro portero, al grito de “-Dasaé, vorquevishe”, aunque hay que reconocerle su gusto por el juego de Anton Polster. Despues de su exhibición, cuando fue sustituido por Cantatore, decía el tío: -¡Hay que ver lo bueno que es el australiaco ese!. A la vista de este señor, la combinación de sangre austriaca y sangre australiana que parecía reconocer en nuestro número 10 confería a éste poco menos que superpoderes goleadores ….

Continuará ….

martes, 2 de febrero de 2010

Gracias por estar ahí

Ha pasado un año desde la puesta en marcha de este sitio y ha pasado a la velocidad de … Jesús Navas por la banda.

Mismamente volando, vamos.

Hicimos nuestra particular exposición de motivos, Sacando de centro, que aún hoy sigue estando vigente.

Y colocamos el primer frontispicio, aquí.



Con un saco de temporadas de militancia en las espaldas, eran muchas, muchísimas, las personas de nuestro entorno de club, de nuestra gran familia sevillista, que ya conocía. De hecho, con cada hito importante de la institución, finales, viajes, fieles de Nervión, presentaciones, etc., empezaba a tener la sensación –agradabilísima sensación, por cierto- de saludar las mismas caras, las mismas almas, las del sevillismo más irreductible. Algunos de estos hermanos, como diría el Papi Magase, ya no están entre nosotros, pero siguen admirando a nuestro Sevilla, seguro, desde el voladizo del cielo.

Sin embargo, es justo reconocerlo así, el mundo de internet, este mundo de los bytes y de los gigas que reconozco me supera permanentemente, me ha permitido conocer otros iguales, nuevos sevillistas dentro de mi vida sevillista, que de otra manera me hubiera resultado muy difícil encontrar.

Sevillistas de enorme valía (¡hay tantos!) y para todos los gustos.

Sevillistas clásicos, optimistas, frikkis, pelotas o anti-todo.

Sevillistas cuyo trato, aún virtual, ha sido, sigue siendo a Dios gracias, enormemente enriquecedor (las excepciones prefiero ni contarlas).

Sevillistas locos por un ordenador, compañeros de la “Pepe Brand” …

Comentaristas amables, cáusticos, anónimos ... de todos los lugares del mundo e incluso alguno de ultratumba.

Gente del club, de la radio, de los medios, algún que otro talibán, pasteleros, peñistas, columnistas varios …

Y, sobre todo, sobre todo, los cuatro chalados que, como yo, busca que te busca, buscando, velan por la memoria de nuestra historia, la del eterno campeón de Andalucía.

Ellos saben quiénes son. Lo sabéis.

“Todos los hombres de cualquier condición social, ideas políticas o religiosas, tendrán aquí cabida…”

Amén.

A todos los nombrados y a los innombrables, a todos, gracias, mil gracias.

Gracias por pasar por aquí y gracias por pasear por aquí.

Gracias por bucear en los textos y/o las imágenes, y por interactuar conmigo o con los demás comentaristas.

Gracias por vuestros halagos y también por vuestras críticas.

Y gracias, mil gracias como siempre, al Sevilla Fútbol Club y a quienes inculcaron en mí, en nosotros, el sentimiento sevillista que nos une en una red que dura ya ciento cinco años …

¿O serán ciento veinte?