lunes, 27 de diciembre de 2010

Limpia, fija y da esplendor


Como (casi) todo el mundo sabe, se trata del lema de la Real Academia Española de la Lengua.

Una triple definición de sus actividades que tiene más de desiderátum que de fórmula descriptiva.

Al menos, hoy, en que el laísmo cateto (verbigracia, del mayor pueblo de España, Madrid), el feminismo exacerbado y sus compinches están cómodamente instalados en sus sillones, mayúsculos y minúsculos, con los pies encima de la mesa, fumándose un puro, gramatical y ortográficamente hablando.

En su original vocación, el lema académico se parece mucho a lo que hacen un grupo de locos, majaras o genios que ejercen su sevillismo, no sólo en la grada, sino también, quizás sobretodo, en la penumbra de una habitación, frente al ordenador, rodeados de libros, recortes y viejas fotografías oxidadas de puro añejo.


Les conoceréis por sus logros.

Poco a poco los vamos metabolizando.

Incluso los mengues verdes tienen que hacerlo.

Limpia, fija y da esplendor.

Limpia, tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo limpiar.

Citando a la propia Academia, “quitar la suciedad o inmundicia de algo”.

Suciedad, inmundicia, cientos de kilos de basura que desde la acera vecina, primero, y desde la egomadrileñista, siempre, se han querido verter sobre la historia de nuestro Club.

Tópicos, mentiras, ruindades sobre nuestra condición social o sentimental, sobre la ilegitimidad de nuestra fortaleza deportiva, leyendas negras sobre algunos de los gigantes que han vestido nuestra camiseta, sobre el carácter de la afición.

Muchas, muchas capas de suciedad, auténticas paladas de mierda que han cristalizado en estratos, capas macizas de falsedad, acumuladas sobre el lienzo primitivo de nuestra singladura.

¡¡Claro que cuesta retirar la mugre!!

Si hasta a los nuestros (algunos) les parece que lo blanco era negro (o verde).

Pero ahí están ellos, con su pincelito, metidos en la zanja, retirando amorosamente el polvo de cada hallazgo.

Con la palangana, enjuagando el pasado, sumergiéndolo en agua purificadora.

Aclarándolo, despojándolo del odio impotente de muchos.

Catalogando, clasificando cada detalle, cada dato, que ya nunca más pasará desapercibido.

Restaurando, re-instaurando.

Construyendo, de-construyendo y re-construyendo, haciendo arqueología.

Como buenos herederos de aquel otro arqueólogo que fue Ned, nuestro padre.

Ya va estando en los libros (menos de lo que debería), ya está en la red que todo lo puede, también en el boca a boca.

Es imparable.

Fija, tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo fijar.

Viene al caso en su doble acepción de “hacer fijo o estable algo” y “determinar, limitar, precisar, designar de un modo cierto”.

Fijar, precisar, definir el contorno de las cosas.

Extraer los datos verdaderos y deslindarlos de los falaces e interesados.

Objetivar, con el solo, único instrumento de la evidencia documental contrastada.

Establecer la certeza, libre de incertidumbres.

Pegar, adherir al subconsciente común la buena nueva de nuestra tradición blanca y roja.

Usando responsablemente los cauces oficiales que lo permiten.

Trasladando la palabra sevillista, haciéndola escuchar, en el CIHEFE o en la IFHHS, los centros de administración y difusión más rigurosos en la materia.

Hablamos de España, pero también del mundo.

Hablamos de presente, pero también de mañana, de futuro, de siempre.

Y por último, da esplendor.

Dar “lustre”, arrojar "luz", proporcionar “nobleza”.

Asegurar, preservar, proteger la plata que vive en las vitrinas.

Y, de paso, sumarle el mayor brillo que se pueda.

El sevillismo tampoco lo sabe, quizás no importa.

Pero ese equipo de locos, ese “dream team” de las teclas y los datos, con el SFC en rojo sangre bordado al pecho, está reviviendo sus propios sueños de la infancia, está imitando a sus ídolos:

Luchando por atrapar la Copa del 39, es capaz de conseguir una liga (rectius, un título absoluto).

Y casi, casi de la chistera, se ha sacado una Copa en propiedad, la Copa del Centenario, el trofeo alzado a los aires por Javi Navarro en 2007 y Andrés Palop en 2010.

Si eso no es dar esplendor, hay que ser muy b... para no verlo.

Parafraseando a JF Kennedy, no se preguntan “qué puede hacer el Club por mí, sino qué podemos hacer nosotros por él”.

Estos tipos lo tienen claro.

Limpiar, fijar y dar esplendor a nuestra Historia.

Y mientras tanto, además, ¡qué bien se lo pasan!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Las cloacas de la rivalidad


Aquí están las pruebas, no hace falta comentar demasiado.

Bocazas verdes de todos los tiempos han acusado de lo mismo a algunos de nuestros mandamases, sin evidencia ninguna (como es su estilo).

Nosotros, para colmo, desde este blog, hemos demostrado documentalmente lo contrario.


Pudimos hacerlo, y no quisimos. Nos ofrecieron el sucio negocio y lo rechazamos.

Sin embargo, ellos, ese club simpático (?), de los débiles (?), que tiene tan buena prensa, permanentemente sometido y agraviado por su vecino (?), resulta que, por mediación de quien les representaba (y entonces TODOS idolatraban y le reían las gracias bajo la condescendiente expresión "estado puro"), pretendía aniquilarlo para siempre, con artes de corte mafioso al más puro estilo Corleone ("le haré una oferta que no podrá rechazar ...").

Vergüenza de esta ciudad.

Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado.

Si hasta le pusieron su nombre al estadio, y lo celebraron por todo lo alto.

Y no, no me valen los falsos comparativos con alguien de enfrente, táctica de maquillaje también habitual.

No es lo mismo que un directivo incumpla la ley en su vida personal o profesional (lo cual está por ver) a que una entidad, por medio de su máximo representante, pretenda destrozar el sentimiento de cientos de miles de aficionados, y al club que representa la ciudad, con más de cien años de antigüedad e innumerables méritos deportivos acumulados.

Ellos, TODOS, le dieron la silla al monstruo, lo engordaron, lo adularon, suplicaron por él y su dinero, y si pecaron de avaricia y envidia, ahora no pueden pretender separarse de aquella "gestión", como si fuese ajena, de otro, de un desconocido, de un dirigente espurio que no actuaba conforme a sus voluntades.

Era quien les representaba.

Era quien los directivos, socios y notables, colocaron al frente.

Era el que la afición amaba.

Era el Club.

Como en otras ocasiones, las posibles turbulencias protagonizadas en el marco de la rivalidad local por el club de Nervión se quedan en simples anécdotas infantiles comparadas con los ataques recibidos desde el victimismo y la acomplejada inferioridad que marcan la existencia verdiblanca desde el origen de los tiempos (1909, más o menos).

Que os aproveche.

Por cierto, ¿cómo andáis de conciencia?

lunes, 13 de diciembre de 2010

El desprecio de la memoria


A raíz de un comentario en Columnas Blancas, enlazado al artículo SOS Museo del Sevilla F.C., acerca del escaso interés de la historia como bien de consumo entre los sevillistas, me veo en la necesidad, como aludido (autor del post), como damnificado (amante respetuoso de la historia blanca) y como sevillista (aficionado, accionista y socio durante 30 años consecutivos), de salir en defensa de nuestra memoria.

Desgraciadamente no es algo nuevo, ni se intuye fugaz, el maltrato sufrido por la Historia sevillista desde el principio de su existencia, de manos de nuestros eternos enemigos, Huelva y Balompié, la mayoría de las veces; pero de manos también, y aquí duele, de muchos de los nuestros.

Porque por acción u omisión, desconocimiento o simple negligencia, incluso soberbia, el sevillismo se ha dejado escribir su historia por otros, y apenas ha sabido defenderla, por la sencilla razón de que desconocía la Verdad, y no podía oponerla, inerme y carente de argumentos como estaba, frente a quienes la mancillaban a su antojo.

No se sorprenda nadie.

Es un hecho que se ha despreciado públicamente la Historia de nuestro Club, su trayectoria, sus triunfos, sus jugadores … Se les ha ninguneado y aún se les ningunea, baste pensar en cualquier iniciativa pública, por ejemplo, de la Junta de Andalucía o Canal Sur, en la que el Sevilla (casi) siempre sale malparado.

Ha habido otros que han dominado la propaganda, y nos han metido en la conciencia social mentiras que ni siquiera el propio sevillismo está en condiciones de contrarrestar. Mentiras que el propio sevillismo aún ignorante se cree.

Es un hecho también, objetivo e incuestionable, que se ha deshonrado, y se sigue haciendo, a quienes sirvieron a nuestro Club de forma intachable. A mi mente vienen inmediatamente prohombres objeto de burla y mofa, como Paco Alba, el Barón de Gracia Real, Ramón Sánchez-Pizjuán y otros muchos dirigentes, incluso nuestro actual Presidente, José María del Nido, sobre el que se vierten todo tipo de infamias cuando al menos, todavía, no ha sido condenado como autor de ningún delito por sentencia judicial firme. Cosa, por cierto, que no puede decirse, sin ir más lejos, de algún otro individuo adorado bien cerquita de aquí cual vellocino de oro, no hace cuestión ni de cuatro telediarios, y al que se le pretende equiparar precisamente para socavarlo.

La leyenda negra sevillista, montada sobre tejemanejes, artimañas, abuso de poder, tráfico de influencias federativas o políticas, violencia en su juego, etc., pese a su falsedad, la hemos sufrido todos en nuestras propias carnes, la seguimos sufriendo cada día, en el trabajo, en el mercado, en la calle, en los medios. No hemos sabido defendernos y ello nos ha hecho más débiles. O si lo prefieren, menos fuertes de lo que podíamos haber sido, de lo que somos.

Van ya tres siglos donde gracias a varias generaciones de sevillistas, entre ellas, la de mis abuelos y la de mis padres, hicieron posible que el Sevilla disfrute hoy de una posición de privilegio que es la envidia de muchos. Por eso me duele, y mucho, que haya sevillistas que se tildan de tales y menosprecian la Historia.

Pero más me duele porque precisamente si hoy se proclaman sevillistas es sin duda porque hubo alguien en su familia, en su entorno, en su colegio, que le inoculó el veneno del sentimiento blanco y rojo susurrándole a los oídos hazañas de Marcelo Campanal, Juan Arza o Paco Gallego.

Y que mantuvo la llama viva durante sesenta años hasta volver a ver a su equipo levantar una copa porque eran conocedores de aquel pasado de grandeza.

Se nos llena el pecho presumiendo de títulos, y nunca se nos olvida incluir entre ellos nuestro campeonato de liga de 1946 y nuestros tres primeros títulos del Campeonato de España. Bien que los invocamos, porque hasta hace cuatro años, eran los únicos que teníamos. Vivíamos del pasado, nos decían.

La Historia, la imagen, la leyenda del Sevilla F.C. no es una cuestión de cuatro chalados a los que nos gusta y divierte la investigación sobre nuestro pasado. Es patrimonio de todo el sevillismo. Su conocimiento, su defensa, más que un derecho, debería ser una obligación de todos los socios y accionistas, casi impuesta estatutariamente.

Porque ello nos haría más fuertes, menos vulnerables, nos permitiría ampliar y fortalecer nuestra masa social, mejorar nuestra imagen o adherir nuevas simpatías y a la postre, todos estos intangibles, redundarían en mejores resultados deportivos, esos que nos interesan a todos los sevillistas, incluidos sus investigadores.

El mantenimiento del Museo tiene un valor altamente simbólico, como la tala de un árbol para los ecologistas o la recuperación de un esqueleto de dinosaurio para la arqueología.

Sería señal de que el Sevilla, como institución, es un colectivo comprometido con su Memoria, una entidad que conoce y valora el peso de la Historia, respeta sus orígenes y la concibe como un instrumento para lograr y facilitar el fin principal: la grandeza, la fortaleza del Club.

No, no voy a encadenarme a las puertas del Museo para que no lo cierren, que de extremistas ya está el fútbol lleno. Pero sí que pondré modestamente lo que pueda aportar para que el recuerdo de mis mayores, los padres del sevillismo, siga vivo y fresco, y pueda perpetuarse como se merece.

A lo mejor el consumo de libros de historia sevillista, en términos puramente comerciales, es escaso, como afirman algunos. No lo creo, seguramente estará en línea con el paupérrimo nivel de abasto literario de un país como España, su región andaluza y Sevilla en particular.

Tal vez simplemente sea una cuestión de pelas o tenga que ver con las dificultades de lanzamiento y promoción que una obra de este tipo tiene.

En cualquier caso, animo a quien piense lo contrario a que se mueva por este blog, o por cualquier otro de los Guardianes de la Memoria, visite sus entradas, y compruebe el número y la calidez de sus comentarios, a ver si le sirve como termómetro para valorar el interés que despierta la Historia.

Y no sólo entre sevillistas.

Esta es mi opinión, que gustosamente someto a cualquier otra mejor fundada en Sevillismo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El clasicismo


De todas las definiciones posibles de clasicismo, me quedo con la de Rafael el Gallo, filósofo permanente y torero ocasional:

-Maestro, qué es lo clásico.

-Lo que no ze pué jazé mejón.

Aplicada esta sencilla máxima a una época concreta y a nuestro Sevilla F.C., podemos calificar sin duda como clasicismo el periodo comprendido entre 1.935 y 1.956.

Más concretamente, desde la temporada de nuestro debut en Primera División y simultáneo doblete copero en Chamartín, hasta el fallecimiento del Presidente Ramón Sánchez-Pizjuán.


21 años más o menos, que dieron para:

3 títulos de Copa de España (1.935, 1.939 y 1.948) y 1 de Liga (1.946).

1 subcampeonato de Copa (1.955).

1 subcampeonato Copa Eva Perón (1.949).

3 subcampeonatos de Liga (1.940, 1.943 y 1.951).

1 tercer puesto en Liga (1.944).

2 cuartos puestos en Liga (1.955 y 1.956).

5 quintos puestos en Liga (1.935, 1.941, 1.948, 1.953 y 1.954).

2 semifinales de Copa (1.946, 1.954).

Ningún título europeo por la sencilla razón de que los campeonatos se instauraron después.

No hay más que comprobar el posterior éxito continental de equipos como el R. Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o A. Madrid para afirmar, sin duda alguna, que nuestro Sevilla, con su nivel de esta época, hubiera agarrado plata en cualquier competición europea que se le hubiera puesto por delante.

Tanto como que siendo ya un equipo en declive, en la temporada 56-57, llegamos a cuartos de final de la Copa de Europa, y fuimos eliminados por una encerrona invernal del gran R. Madrid de Bernabéu.


Jugadores míticos como Eizaguirre, Campanal (Guillermo), los “stuka”, Alconero, Arza, Mateo, Busto, Domenech, Araujo, Pepillo, Antúnez, Campos, Valero, Loren, Campanal (Marcelo), Ramoní, Guillamón, Ruiz Sosa, Herrera, Eguiluz, etc.

Entrenadores de la talla de Encinas, Brand, Caicedo, Campanal o Helenio Herrera.

Dirigentes como Sánchez-Pizjuán, Sánchez Ramos, Leal Castaños, Otero, Montes, etc.

Y una afición exigente, dando el callo a las duras y a las maduras.


Un gran Sevilla, en definitiva, por encima de los títulos conseguidos, que también fueron muchos.

De tan rotunda grandeza que su leyenda alimentó a varias generaciones de sevillistas hasta que en mayo del 2006 pudieron ver sus sueños hechos realidad.

Yo me encontraba entre ellos.

Eternamente gracias.

jueves, 9 de diciembre de 2010

S.O.S. Museo del Sevilla F.C.


Os dejo el enlace con mi última colaboración para Columnas Blancas, que podéis leer haciendo click aquí.


Asimismo, os animo a dejar vuestros comentarios.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cantidubi-dubi-dubi, cantidubi-dubi-dá


Os dejo el enlace con mi última colaboración para Columnas Blancas, que podéis leer haciendo click aquí.


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martes, 9 de noviembre de 2010

El "regalo" de Heliópolis



En mi pueblo, se utiliza la expresión “regalao” para significar que algo se recibe gratuitamente o a cambio de una contraprestación notoriamente inferior a su valor material.

En el primer caso, no te cuesta nada.

En el segundo, casi nada.

En Derecho Tributario (que no es lo mío, lo confieso), se llega a equiparar la entrega de bienes por precio más bajo que el de mercado a las donaciones, en cuanto al montante que hace la diferencia.

Así pues, tanto en sentido gramatical como jurídico, es una donación, liberalidad o regalo (encubierto) transmitir una cosa bajo una contrapartida inferior a su verdadero valor.

Frente a las consabidas interpelaciones sevillistas, dicen los aficionados de nuestro eterno rival que el Ayuntamiento no les regaló Heliópolis, que el Betis lo compró legítimamente (?), con su escritura notarial y todo, y con miles de testigos de por medio, pagando religiosamente (será porque asistió al acto el Cardenal Bueno Monreal) su precio.

Esto último, verbigracia, el ingreso del metálico en el erario consistorial, parece ser que jamás ha sido acreditado. Sinceramente, ni lo sé ni me importa, y eso que la carga de la prueba (“recibito” al canto) es verdiblanca.

Yo me centraré en demostrar si el precio de compra de Heliópolis, suelo y vuelo, reflejado en las cláusulas de la escritura notarial era un precio justo y real.

Dicho de otro modo, si “la casa de todos los sevillanos” (perdonen que me sonroje) le regaló o no al Betis el estadio municipal de Heliópolis allá por el año 1.961.

Para ello, les propongo un sencillo ejercicio: COMPARAR, o sea, lo que ahora, si no quieres pasar por rústico, tienes que denominar “benchmarking”.

Evidentemente no compararemos al tuntún, eso es para otros. Elegiremos para nuestro análisis un par de estadios que vienen al pelo tanto por proximidad geográfica como temporal, el Ramón Sánchez-Pizjuán, en la misma ciudad (¡toma ya!), inaugurado en septiembre de 1.958, y el también municipal estadio Ramón de Carranza, de la vecina Cádiz, inaugurado en 1.955.

Dos correcciones previas se hacen precisas, una vinculada con el aforo, y otra con relación al suelo.

Respecto al aforo, ajustaremos proporcionalmente los valores en función de la cabida.

Respecto al suelo, habremos de incrementar los costes del Sánchez Pizjuán y del Ramón de Carranza con el valor (aproximado) de los solares, puesto que quienes edificaron los estadios, Sevilla F.C. y Ayuntamiento gaditano, respectivamente, ya eran propietarios del suelo, mientras que en el caso de Heliópolis, el Betis adquirió por un único precio tanto el suelo como el edificio.

De regalo, para que nuestros amigos del verde que te quiero verde no nos tachen de abusones, les perdonaremos la diferencia de precio que resultaría por el incremento del llamado “coste de la vida” entre las fechas de inauguración de los estadios sevillista y gaditano y la de la compra de Heliópolis por el Betis, varios años después.

Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán



El proyecto original del Ramón Sánchez Pizjuán nos describe un estadio con capacidad para 60.000 espectadores, y un presupuesto inicial, en cifras redondas, de 50 millones de pesetas, que posteriormente se vio sensiblemente incrementado por problemas de cimentación (que no consideraremos aquí), reduciéndose además su aforo de forma considerable (hasta 1974 no se completó el estadio).

ABC 17/07/1956

Ajustando el presupuesto inicial a precio de venta, mediante la suma del valor aproximado del suelo (tirando por lo bajo, el 50% del valor del edificio), llegaremos a un precio total de 75 millones de pesetas de las de 1.958.

Así pues, el Ramón Sánchez Pizjuán salía en 1958 a un precio de 1.250 pesetas por espectador.

Estadio Ramón de Carranza



El estadio Ramón de Carranza era un proyecto municipal que, de acuerdo a las informaciones periodísticas de la época, alcanzó un coste total de 17 millones de pesetas, 11 millones en su fase inicial, en 1955, y el resto, tras la segunda fase ampliatoria, en 1958.

Su aforo era de algo menos de 20.000 espectadores.

Entrevista a José León de Carranza, Alcalde de Cádiz (ABC 20/07/1958)

Sumándole el valor aproximado del suelo (al igual que antes, el 50% del valor del edificio), en la cotizadísima zona industrial gaditana (junto a la zona franca y la fábrica de cervezas Skol), el precio de venta del estadio gaditano a finales de los cincuenta alcanzaría como poco 25.500.000 pesetas.

Por tanto, el Ramón de Carranza salía en 1958 a un precio de 1.275 pesetas por espectador.

Estadio de Heliópolis


Procedemos a extrapolar los datos obtenidos del Ramón Sánchez Pizjuán y del Ramón de Carranza al estadio municipal de Heliópolis, ajustando las cifras comparativas en función del aforo de cada recinto.

El precio del estadio de Heliópolis, con capacidad en 1.961 para 27.500 espectadores aprox., se calcularía en:

-Un mínimo de 34.375.000 pesetas (atendiendo a los parámetros del Sánchez-Pizjuán).

-Un máximo de 35.062.500 pesetas (atendiendo a los del Ramón de Carranza).

El precio resultante de aplicar la media del valor de los estadios comparados (precio medio de 1.262,50 pesetas por espectador) se antoja a priori como el criterio más objetivo y razonable.

Eso nos llevaría a la cifra de 34.718.750 pesetas como valor real de Heliópolis en 1.961.

La escritura de transmisión del Ayuntamiento al Betis reflejaba un precio de 14.036.550 pesetas.

Repetimos, 14.036.550 pesetas.

Hagamos la resta.

Tatatachaaaaaaaaán

Nada menos que 20.682.200 pesetas de diferencia.

Un importe inferior a la mitad de su valor real.

Un descuentito de sólo el 60% del valor.

Una cifra por la que podía comprarse un lote de figuras futbolísticas de la época del calibre de Luis del Sol, Luis Suárez, Paco Gallego y Amancio Amaro, todos juntitos, o bien al mismísimo "O Rei" Pelé.

Ahí están los números.

Luego tenemos que aguantar el discursito del pobrecito Betis republicano y sus aficionados del proletariado, perseguido por las autoridades de la posguerra, el franquismo y todas las instituciones del mundo mundial, cegadas en favorecer al Sevilla.

¡¡Venga ya, iros con el cuento a otra parte!!

Al Betis le regalaron su estadio, sí o sí.

Demostrado queda.

Nota final.- A la vista de lo anterior, y como contribuyente de Sevilla, me permito votar para que rebauticen el estadio como “Benito Villamarín”, en homenaje al verdadero artífice de este gran chollo (y uno de los mayores timos inmobiliarios para el pueblo sevillano).

Fe de e-ratas.- Pido mil disculpas a los lectores por el desagradabilísimo color verde que, por una vez, y sin que sirva de precedente, ha aparecido en este post. Prometo que no volverá a suceder.

martes, 26 de octubre de 2010

El káiser del gol


Me enamoré del juego de Toni Polster una noche de fútbol televisado en casa, batín y pijama, viéndole cañonear la meta rival con su zurda, aún jovencísimo él (y yo también), enfundado en su camiseta de internacional absoluto con Austria. Era, decían, el heredero del legendario Hansi Krankl.

En aquellos tiempos, mitad de la década de los ochenta aproximadamente, parecía gigante la necesidad de delanteros capaces en el Sevilla F.C., tras años y más años de condena a resultados discretos, entre otras muchas razones, deudas por aquí y divisiones internas por allá, por culpa de una endémica falta de pólvora que arrastrábamos prácticamente desde que la delantera de cristal quedase hecha añicos.

En las tertulias de colegio, bien que sufríamos las consecuencias los niños de entonces, que ejercíamos, conviene recordarlo, un sevillismo a contracorriente, heredado de la transición democrática, cuando el lado más deleznable de la política (el sectarismo disfrazado de libertades) impuso un reparto de roles sociales entre blancos y verdes, que daba carta de naturaleza a los más calenturientos y fantasiosos sueños de identidad inventados por el gen Borbolla: ricos y pobres, aristócratas y obreros, élite y pueblo llano, convenientemente enfrentados, con el trasfondo del analfabetismo imperante como caldo de cultivo idóneo para que el mensaje ruin, falso, manipulado, ventajista, calase en las mentes más ingenuas a la demagogia electoral.

Los sevillistas, insisto, veíamos con rabiosa frustración cómo el fútbol de seda que hilvanaban talentos como Rubio, Varela y Montero o Pintinho, Francisco y Moisés, era desperdiciado en el trance supremo por un puñado de arietes, todo lo entusiastas que ustedes quieran, pero con el punto de mira más desviado que “el Dioni”: Cantudo, Martínez, Duda, Araquistáin, Morete, Lopecito, Magdaleno, Peirano, César, Juan Álvarez, Alfaro, Martín, Nadal, Sanabria, todos ellos, consumados maestros del uy.

Tan sólo el islote de Acosta, en sus mejores momentos, y la pareja de gauchos, Scotta y Bertoni, nos sacaban de vez en cuando de aquella casi perpetua desazón, con lo cual, cada vez que descubríamos a un nuevo goleador en ciernes, con maneras de crack, soñábamos con verlo vestido de blanco, en la pradera de Nervión, ávidos de disfrutar con sus goles, con la eficacia, con el espectáculo gozoso del gol.

Al poco tiempo de aquel descubrimiento saltó la noticia de su marcha al Torino. Polster había sido Bota de Plata europea en 1987, con 39 goles, sólo detrás de Camataru, aunque luego se destaparía que los goles del rumano eran más falsos que un disco de los Mili Vanili, por lo que se le hizo justicia, concediéndole un  galardón compensatorio.

Era otro posible nueve que se nos esfumaba, como no hacía tanto había ocurrido con Ricardo Gareca o el brasileño Claudio Adao.

El Calcio atraía más que nunca a las grandes figuras del fútbol mundial, dejándonos a los españoles, salvo raras excepciones, las migajas del mercado. Así, mientras en la Liga doméstica los equipos más fuertes confiaban sus goles a artilleros foráneos como Rubén Cano, Kempes, Lineker, Hugo Sánchez, Archibald o Da Silva, en Italia disfrutaban con el mejor Maradona, Eljkaer Larsen, Platini, Voller, Careca, Klinssman, Gullit o Van Basten. Casi nada.

Tanto nombre y tanto trasiego de estrellas hacia el fútbol transalpino, afortunadamente dieron lugar a algún que otro fracaso, por falta de paciencia, inadaptación o caprichos de entrenadores, que siempre los hubo. Casos sonados fueron sin duda el de Michael Laudrup, renacido milagrosamente en el FC Barcelona tras un paso decepcionante por la Juve, o el de los brasileños Zico y Sócrates.

Y dentro del mismo “ejemplo Laudrup”, podemos situar a nuestro protagonista, Anton Polster, rescatado para el fútbol por el Sevilla de Luis Cuervas.

Llegó por fin a nuestra capital en el verano de 1.988, bajo el brazo del “gordo de Minessotta”, Rosendo Cabezas (siempre me ha recordado físicamente al personaje de “El buscavidas”), en plena era recalificatoria, cuando empezó a construirse un equipo con aspiraciones de “algo más”: Francisco, Ramón, Álvarez, Jiménez, Diego, la exquisita batuta de Pablo Javier Bengoechea, y posteriormente, Rinat Dassaev.


En su primera temporada como sevillista, Polster tuvo unos números discretos, en consonancia con la gris campaña del equipo, entrenado sucesivamente por Azcargorta, Pepe Ortega y Roque Olsen, y que se quedaría una vez más en puertas, “otro año iguá”, de clasificarse para la Uefa.

Aún así, goles memorables como el que le hizo al Atlético de Madrid de Maguregui en el Sánchez Pizjuán y algún otro de falta directa nos dejaban apuntes de lo que podría llegar a ser el austríaco, siempre con el diez a la espalda, en cuanto el aire deportivo soplara un poquito a favor. Ramón Vázquez todavía era mucho Ramón, tenía a la afición a sus pies, y la orquesta blanca no reconocía en el joven vienés al solista del gol que tanto necesitaba.

Todo cambió al año siguiente. Ramón desapareció de escena por aquella maldita tuberculosis que lo sacó de la élite, y hubo que darle cancha a los recién abducidos Conte y Carvajal, que se dedicaron a jugar para el austríaco, junto a un irreconocible Rafa Paz, en cuanto Vicente Cantatore le cogió la onda al equipo, aquella memorable noche navideña del 3-4 en el Camp Nou.

Polster, que ya venía embalado con una respetable ristra de tantos en su haber, hizo un hat-trick a la mayor gloria de Brito Arceo, y siguió maravillando a los aficionados durante el resto del ejercicio 89-90, hasta alcanzar la extraordinaria cifra de 33 goles en su haber. Sólo el record descomunal de Hugo Sánchez, con 38 goles, privó a nuestro héroe de alzarse con el trofeo Pichichi, que muchos otros lucen en su hoja de servicios con mediocres tarjetas de 11, 14 ó 20 tantos. Goles para todos los gustos que, en definitiva, pasaportaron al Sevilla hacia Europa, tras alcanzar el sexto puesto clasificatorio, y al delantero austríaco, junto con otros cuatro sevillistas (Rafa Paz, Jiménez, Dassaev y Bengoechea), directamente al Mundial de Italia de 1.990.

Su tercera y última temporada en el Club nervionense estuvo marcada en lo personal por los dimes y diretes de su renovación de contrato, un difícil proceso en el que sus altas pretensiones económicas y la explosión goleadora de su pareja de baile aquel año, Iván Zamorano, fueron diluyendo hasta quedarse en un imposible.

El equipo pagó muy caro esta situación, con una dolorosísima eliminación en la Copa de la Uefa a manos del Torpedo de Moscú, cuando un cuarto de hora desastroso en la ida, con pifias a diestro y siniestro (¿recordáis aquel saque de banda de Serrano o el autogol de Unzué?), nos hizo morder el polvo en la segunda ronda de la competición.

La puntilla vino después, con aquella triste anécdota del estadio de Atocha, todavía Atocha, cuando el austríaco arrojó despreciablemente su camiseta roja sevillista al banco ocupado por Cantatore. Se evidenciaba así, públicamente, la pérdida de sintonía entre el técnico y el jugador desde la llegada de su compañero chileno de línea, tanto que aquel mismo invierno, el Sevilla estuvo incluso buscándole sustituto, concretamente un jovencito holandés que jugaba en el Ajax, llamado Dennis Bergkamp, a quien Don Vicente llegaría a espiar in situ en alguna que otra escapada intersemanal a los Países Bajos. La historia sin embargo ya saben cómo terminó.

Aún le quedaba mucho fútbol en sus botas, pero hasta llegar a la Bundesliga, donde disfrutó de una especie de segunda juventud, Polster fue malvendiendo su talento por equipos tan inapropiados como el desaparecido Logroñés o el Rayo Vallecano.

Seguía siendo ídolo en su país, pero en Sevilla lo fuimos poco a poco olvidando, entre otras cosas, porque ya había aparecido un croata nacido en Osijek para suplantarlo, que no le andaba a la zaga en cuanto a calidad con la zurda y goles.

En el recuerdo, imborrable, su extraordinaria presencia física, alto, corpulento, con un juego de brazos apabullante, que utilizaba con gran habilidad, justo en el instante previo a controlar el balón, para alejar a los defensas de su órbita con tiempo bastante para disparar a gol o asistir, sin que le pitasen falta.

Finura, clase, toque, potencia, colocación, todo ello acumulaba su irrepetible pierna izquierda, aunque con los años fue afinando también la puntería con la diestra, e incluso con la cabeza, que nunca había sido su fuerte a la hora de rematar.

Sin duda alguna, hubiera sido un crack imparable con el Sevilla que vino después, tras el Centenario, porque aquella plantilla (y aquella manera de gobernar el Club que tenían sus dirigentes) no le acompañaba, pero así son las cosas del fútbol, no siempre coinciden temporalmente en un mismo equipo o plantilla los mimbres suficientes para hacer un campeón.

Pasados ya veinte años de su periplo sevillista, me quedo con su imagen de espaldas, subido en las vallas publicitarias de gol norte, agarrado con la mano derecha a los soportes de la red protectora, y alzando la izquierda con puño cerrado, mirando a la grada, celebrando uno cualquiera de sus goles.


Estampa de fútbol grande, sin duda, que algunos tuvimos el privilegio de disfrutar en una época en la que ni el mejor de nuestros sueños podía acercarse siquiera a otra cosa que no fuese la satisfacción esporádica de un pase, un regate, una jugada de tiralíneas o un gol.

martes, 19 de octubre de 2010

Heliópolis y el Sevilla


En su magnífico libro "Historia de los 55 años del Sevilla C.F." (Sevilla, 1.961), el periodista Francisco García Montes, "Juan Tribuna", nos relataba el siguiente episodio:

"Cuando ya el campo de la Reina Victoria pareció que iba a ser la definitiva casa deportiva del Sevilla, la providencia tenía dispuesto otros caminos para el quehacer futuro de la ya prestigiosa sociedad. Desahuciado el club decano de su bonito, acogedor y tan querido campo de fútbol no hubo más remedio que buscar un nuevo emplazamiento ..."

Años antes, Arturo Otero, primer biógrafo de la entidad sevillista, explicaba con mayor detalle este episodio:

"Nuevamente las obras de ensanche y embellecimiento urbano de la capital habían obligado al Sevilla F.C. a cambiar el campo de emplazamiento. La proximidad de la Exposición Iberoamericana imponía la reforma de la avenida Reina Victoria, que en lo sucesivo había de ocupar parte de lo que hasta entonces había sido emplazamiento del campo del Sevilla F.C."

Así pues, en puertas de la Exposición del 29, las autoridades públicas sevillanas obligaban al Sevilla a mudarse de campo, esto es, a "buscarse la vida" para encontrar un sitio acorde a su prestigio para jugar sus partidos. Está a punto de iniciarse el primer campeonato de liga de la historia, en el que los sevillistas militaran en Segunda División, por lo que el recinto debe ser de esos que entonces se denominaban "primera categoría", con una pista suficientemente amplia y de hierba, y servicios complementarios tales como vestuarios, gradas, ambigú y marcador, entre otros, amén del suficiente aforo para dar cabida a sus socios y aficionados. En la Sevilla de entonces, el único campo de fútbol que reunía tales características era el campo municipal del Patronato, ya arrendado al Betis por el consistorio hispalense, pero dentro del proyecto de la muestra iberoamericana figuraba un edificio extraordinario, también de propiedad pública, el llamado "Stadium de la Exposición".


Efectivamente, el 17 de marzo de 1.929, se inaugura con un España-Portugal el nuevo estadio, en el que también se celebran durante la vigencia del Certamen algunos otros acontecimientos, quedando inmediatamente en desuso como le sucede hoy día al mismísimo Estadio de la Cartuja. En la revista Mundo Gráfico encontramos un magnífico reportaje sobre la inauguración, firmado por Fernando Risquet, en el que se dicen cosas como las siguientes:

Así pues, si nos encontramos al Club decano de la ciudad, desahuciado y sin campo; por otro lado, un estadio nuevo y sin uso, es decir, un patrimonio público disponible, al que no se le extrae ningún rendimiento; y finalmente, a otro club de la misma ciudad que ya está disfrutando de un estadio municipal, en comodísimas condiciones de uso, lo que supone un evidente agravio comparativo con el primero ... ¿Por qué al Sevilla no le fue ofrecido por las autoridades el uso del campo de Heliópolis para compensar su salida forzosa del Reina Victoria? Ni siquiera tendría que haber abandonado la zona:


Saltamos a principios de los años cincuenta, siglo XX. El Sevilla F.C. se codea, como uno más, con los grandes clubes del fútbol nacional, mientras que el Betis, arrendatario de Heliópolis, purga sus pecados de soberbia económica de la preguerra penando por esos campos de la Tercera División. Las huestas béticas nos pintan a un Ramón Sánchez-Pizjuán despiadado, obsesionado con hacerlos desaparecer. En éstas que alguien "con mano en el Ayuntamiento" y muy aviesas ideas ofrece al máximo dirigente sevillista una oscura jugarreta, digna de los mismísimos cerebros del Caso Malaya. La propuesta es tentadora, si hacemos caso a quienes catalogan al Presidente blanco como "el más malo entre los malos", pues no sólo le permitiría quitarse de un plumazo a los molestos "verderones" que tanto le obsesionaban, sino que le proporcionaría una infraestructura, siquiera sea básica, sobre la que construir el gran estadio que éste soñaba, en unas condiciones favorabilísimas. El plan consiste en confeccionar un pliego de condiciones para la adquisición de Heliópolis completamente a medida, con objeto de adjudicar la propiedad del campo al Sevilla, y desalojar al Betis, algo que vulnera los elementales principios de igualdad y libre concurrencia que deben presidir la enajenación del patrimonio municipal.

Hete aquí lo que pasó:



Por último, nos trasladamos una década después, 1.961, mismo escenario, el estadio municipal de Heliópolis, y misma jugada, aunque ahora con otros protagonistas. Ya no nos encontramos al Sevilla F.C. como beneficiario de la maniobra, sino al resucitado Real Betis Balompié, desde cuya cocina se urde directamente aquella trama, sustancialmente idéntica a la ofrecida a los sevillistas años atrás. El Presidente nervionense Sánchez-Pizjuán, en un detalle de elegancia y respeto a la ley que le dignifica, la rechazó, según hemos visto. El Presidente bético Benito Villamarín no sólo la aceptó, sino fue quien la promovió. De él surge la iniciativa del "negocio". Nos lo cuenta un protagonista directo de los hechos, a quien por respeto, y porque aún vive, no mencionaremos, aunque no sería necesario exponer sus palabras (sólo lo hacemos para los más incrédulos), porque es vox pópuli sevillana que así se gestaron las cosas. El inteligentísimo directivo sevillista Antonio Sánchez Ramos enseña la muleta roja del Sevilla Atlético a los directivos verdiblancos, que la que embisten sin rechistar (Ni que el Sevilla estuviera en condiciones reales de competir por la compra, arruinado como estaba por su propio estadio). Como un niño que rompe un trasto, y quiere asegurarse de que está roto de verdad, se rehacen los pliegos para no dejar resquicio alguno: faltaba señalar que los interesados en la adjudicación tenían que vestir camiseta verde y blanca a listas verticales y pantalón blanco, con escudo triangular coronado por su Majestad. ¿Que fue de los principios de igualdad y libre concurrencia? ¿Qué de la dignidad de las personas? ¿Qué se le puede decir a los miles de contribuyentes sevillistas de la ciudad, a los que también pertenecía el recinto? Me parece que en cierto Código se define perfectamente esta conducta.



Saquen sus propias conclusiones.

Nota final.- Mi agradecimiento a Puñonrostro, por sus inolvidables artículos para ABC en la sección Sevilla, paso a paso.

viernes, 15 de octubre de 2010

El testamento de Ned (Confesiones de un fantasma, 2)

Cierro el salón, bajo las persianas y apago la luz.

Enciendo unas velas embutidas en plástico rojo que acabo de comprar en un chino de mi barrio (que cada día son más, por cierto, tanto que a veces pienso que vivo en Tliana).


Creo haber conseguido un ambiente propicio para el regreso de Ned, eso espero.

He seguido a rajatabla las instrucciones del manual de espiritismo que he comprado en el ebay, algo así como Ángela Lansbury en La bruja novata.

Según mis previsiones, Ned tardará todavía un poco en llegar.

Para un espíritu inquieto como el suyo, viajar desde ultratumba no es como coger el metro, que te plantas en cualquier sitio en un pispas.

Así que para hacer tiempo, me pongo unas cancioncillas de música folk escocesa, con fondo de gaitas, que me he bajado de interné y, copa de balón en ristre, al más puro estilo MacCornei, reviso con los vellos de punta los deuvedé de la final de Glasgow contra el Español, la de la segunda uefa.



Y me asombro al pensar cómo mi Sevilla tuvo la fortuna de conquistar aquel título europeo precisamente en la tierra de sus ancestros.

Y cómo la directiva del Club fue capaz de dar con la idea de homenajear al sevillismo en nuestro río, el mismo que un siglo atrás nos trajo la vida, subidos en un barco que bien pudo ser de la mismísima naviera MacAndrews.


 
Pienso en Ned y en los otros, su primo Robert, John Langdon, Guillermo MacDougall, Daniel MacPherson, Geddes, Isaias White, Enrique y Carlos Welton, Maccoll, Roberto Thompson …, alzando una copa de plata llena de güisqui y brindando por cientos de años de fútbol, jugadores, dirigentes, aficionados, unidos bajo el pabellón blanquirrojo del Sevilla Football Club.

Chsssssssst, silencio, oigo un carraspeo.

-¿Estás ahí, viejo amigo?

Por Belcebú, qué trabajito cuesta llegar a Sevilla, ni en plena tempestad por el Canal de la Mancha se pasa tanta fatiga … Vengo sin aliento.

-¿Tú estás aquí por lo del 14 de octubre, verdad?

Eres listo muchacho, pero te falta todavía un poco para descifrar el enigma …

-Dime Ned, ¿por qué no fuiste directivo en 1905 ni acudiste al partido de Messina en Tablada?

Elemental, amigo mío, mi jubilación. Dejé mis obligaciones consulares en 1906, y ya llevaba unos años cerrando flecos y preparando mi vuelta a Lossiesmith. Sevilla se acabó para mí. Mary, mi mujer, nunca acabó de aclimatarse del todo y estaba deseando volver a casa. La querencia, my friend, como los toros cuando buscan las tablas antes de morir.

-¡No me digas que eras aficionado a los toros!

Ya te he contado que me integré a la perfección en Sevilla como un vecino más, y también de alguna forma me quedé en ella. Aquí dejé mi testamento, todo atado y bien atado.

-¿Qué quieres decir?

Mi testamento vital, amigo, mi obra para el futuro … el Sevilla Football Club. Como te decía, sobre 1900 más o menos, recibí confirmación del Foreign Office de que cesaría como vicecónsul comercial en Sevilla en unos cinco años aproximadamente. Comencé a preparar el terreno, no sólo había que levantar una casa, eran muchas cosas más: la empresa, los hallazgos arqueológicos de Carmona, etc. Prácticamente cuarenta años de estancia en la ciudad, toda una vida, como se suele decir.

-Ya entiendo

Entre mis asuntos pendientes estaba asegurar el futuro de lo más bonito que habíamos construido, la Sociedad de Football, así que convencí a los más jovencitos, que sólo se preocupaban de jugar y jugar, de que ya era hora de legalizar aquello a la española. Algo así como la transición de la vieja guardia a la nueva, el relevo generacional.

-Me dejas en ascuas …

Puse a los “pollitos” en contacto con mis amigos del Círculo Mercantil, coloqué entre los chavales a Langdon y a Hammick, un poco de sangre guiri (como se dice ahora) con labores de vigilancia, para que controlasen el cotarro, y así fue como a finales de aquel verano, casi por San Miguel, dejamos constituida formalmente la entidad. Llevamos los papeles al Gobierno Civil, como me había dicho mi amigo Pepe, el antiguo Gobernador.

-El 23 de septiembre de 1905

Correcto, hijo mío, más de quince años después de que iniciásemos la aventura, el Club nacía a la legalidad como sociedad española, aunque en realidad era ya todo un adolescente. Lo que son las cosas.

-Ahora comprendo el significado del acta firmada en la cena del Pasaje de Oriente, cuando se alude a los éxitos pasados …

Pues claro, querido, años de triunfos con Huelva, con los alemanes, en los pleitos con nuestro equipo inglés y español, las partidas de desafíos entre los de la MacAndrews y los de la Portilla y White, las copas del remo, etc … Historia, verdadera historia del sport sevillano. Éramos unos treinta y ahora, fíjate …

-Te veo cansado, Ned

Así es, dame un respiro. Aunque la sustancia espiritual es ajena a los males mundanos, yo ya estoy para pocos trotes …

-A ti que te gusta la arqueología, no veas cómo estamos disfrutando algunos locos redescubriendo a aquel Sevilla …

Ésa es la idea, hijo mío, ésa es la idea, seguid así, la meta está cerca.

-Nos hacemos llamar Guardianes de la Memoria

El nombre es lo de menos, lo importante es descubrir el tesoro, y vais por buen camino.

-Gracias, señor.

No hay de qué.

Y en éstas que mi vecino coge el taladro de los cojones, y se pone a colgar un cuadro en la pared, que no tenía otro momento el figura para darle al bricolaje. El pobre Ned huyó despavorido, las velas se apagaron … y bufffffff, se acabó. No sé si podré entablar nuevamente contacto con él, la cosa está muy mala, la crisis, que incluso ha llegado al más allá. Por lo visto tenían la pasta invertida en Lehman Brothers, y ya sabemos lo que pasó. Dicen que ahora los fantasmas no asustan, piden limosna ¡¡Lo que hay que ver!!

jueves, 14 de octubre de 2010

¿Un 14 de octubre nació una ilusión? -Segunda parte-

-Informe de los últimos descubrimientos sobre la oficialización del Sevilla F.C. en 1905-

Por Guardianes de la Memoria

-1905. LOS NUEVOS Y EXTRAORDINARIOS DESCUBRIMIENTOS

Los Guardianes de la Memoria sevillista presentan los últimos descubrimientos, en tiempo real, del proceso de oficialización del Sevilla F.C. que tuvo lugar entre los meses de septiembre y octubre de 1905.

Como fotogramas de una película, se presentan los artículos uno tras otro, hasta completar la escena de la legalización de la Entidad.

Cinco documentos, cinco, como los cinco Campeonatos de España ganados por el Eterno Campeón de Andalucía.

Sevilla tuvo que ser

De la mano del diario "Sevilla" y de "El Liberal de Sevilla" iremos desglosando el fenomenal hallazgo; fecha a fecha, paso a paso.





Diario Sevilla, 12 de septiembre de 1905


 
Es la primera noticia que aparece publicada. Introduce un primer concepto de tiempo pasado “hace tiempo que en nuestra ciudad…tuvieron intención de organizar un club”. Esto confirma todas las noticias, relatos e informaciones posteriores de que el fútbol en Sevilla se practicaba desde mucho antes, incluso con la intencionalidad de legalizarlo como Sociedad de Sports. Su presencia era conocida además fuera del ámbito local. Estamos incluso ante la presencia del primer encuentro interprovincial andaluz del siglo XX.

Diario Sevilla, 16 de septiembre de 1905



Tan solo cuatro días después aparece la primera reunión formal. Sin duda ya se habían reunido en multitud de ocasiones, pero los encuentros serían informales, en la barra de una cervecería o en otros establecimientos al uso. Ahora no. En esta ocasión se acude a un salón de reuniones mucho mas formal. La cita es en la calle más sevillana de todas las calles de Sevilla; en la universal calle Sierpes. Los salones del Centro Mercantil (Circulo Mercantil e Industrial en la actualidad) acogen aquella primera cita previa y preparatoria para lo que después se avecinaría.

La oficialización del Sevilla F.C. se estaba gestando en el corazón de Sevilla, en la calle Sierpes.

Diario Sevilla, 22 de septiembre de 1905



El 23 de septiembre de 1905, sábado, es la fecha clave. Ya no caben más reuniones, el borrador de nuestro primer reglamento debía estar preparado a falta sólo de su aprobación. Ese 23 de septiembre sería aprobado por los socios y se nombraría aquella primera junta directiva. Tras estos pasos su presentación al Gobierno Civil cerraría la oficialización del Club.

Diario Sevilla y El Liberal, 26 de septiembre de 1905






 
Y en los salones del Centro Mercantil de la calle Sierpes, en el centro neurálgico de Sevilla, se gestó todo.

Un 23 de septiembre de 1905 nace a la vida con reglamento y directiva el Sevilla Football Club.

Días más tarde, el 14 de octubre, el Gobierno Civil de la provincia de Sevilla acogió bajo el amparo de la ley esa ilusión, una ilusión que nació antes, mucho antes…pongamos en 1890.