miércoles, 21 de abril de 2010

El hombre de goma


Dicho así, tal como suena, parece que voy a referirme a un superhéroe de comic, aunque en tiempos de nuestro protagonista, ni siquiera se había acuñado dicho término, aún tardaría varios años en aparecer.

Hablamos de la segunda década del siglo pasado, cuando no existían intermediarios, ni secretarías técnicas ni nada por el estilo, cuando el boca a boca era lo único que funcionaba.

Así las cosas, en Sevilla se tuvo conocimiento de que en la lejana Galicia (como decía Rafael el Gallo, Sevilla estaba en su sitio, eran los gallegos quienes estaban lejos) existía un jugador fantástico, que militaba en las filas del entonces famoso club Fortuna de Vigo.




Se trataba de un defensa izquierdo de excepcional clase, dominador del balón y del regate, preciso en la entrega y de gran potencia en los despejes, que prodigaba con espectacularidad y elegancia.



Su nombre, Herminio Martínez Álvarez, "Cuqui" para los amigos, nacido en Bouzas, provincia de Vigo, el día de reyes de 1896.





Un aficionado sevillista, muy vinculado con los directivos del club, pero que no era tal, llamado Antonio González, tuvo la valentía que entonces había que tener para atravesar España e ir a por el jugador, arriesgándose a viajar en vano.

Pudo finalmente convencerle para venir a Sevilla, no sabemos con qué artes, aunque debieron mediar promesas de fama y fortuna, pese a que oficialmente aquéllos eran tiempos de puro amateurismo.

Con su llegada, el equipo sevillista, ya instalado en la cumbre futbolística andaluza, cerraba un once de ensueño que se preparaba para el asalto a la gloria del fútbol nacional: Avilés, Sedeño, Ismael, Herminio, Ocaña, Rey, Barragán, Gabriel, Escobar, Spencer, Kinké, León, Brand, etc.

Herminio era el cerrojo defensivo que nos faltaba para logar una eficacia que se nos resistía en el campo de los resultados allende Despeñaperros, y además, añadía desde la zaga esa vistosidad tan apreciada por el público del momento que era santo y seña del Sevilla de la línea del miedo.


Así describía Manolo Ocaña, el último superviviente de aquel glorioso equipo, las cualidades futbolísticas de Herminio:

Era un futbolista de los que no hay. Un verdadero fenómeno. Duro, sí, pero con gran clase y rapidísimo. Recuerdo que Ricardo Zamora sufría cuando Herminio figuraba en la selección española, pues era tal la seguridad de éste en la defensa que ponía nervioso hasta a aquel gran portero.

Efectivamente, “Cuqui” Herminio vistió la camiseta española en dos ocasiones, debutando en Sevilla, en el Reina Victoria, frente a Portugal, el 16 de diciembre de 1923, con victoria española por tres goles a cero, repitiendo entorchado el 17 de mayo de 1925, también frente a Portugal, con triunfo hispano por dos a cero.

Durante aquella época en que todos los compañeros de equipo eran grandes amigos, Herminio vivía en casa de Spencer. Uníale una gran amistad con el trianero, y también con el gigante mediocentro sevillista Ocaña, relación ésta que mantendría hasta su fallecimiento el 13 de julio de 1976, a los ochenta años de edad.


Su excepcional carrera de futbolista se vio truncada por una lesión de menisco entonces incurable, sufrida en Madrid, que lo dejó inutilizado. Este tipo de lesiones, en lugar de una intervención quirúrgica, se trataban como en veterinaria, con “botones de fuego”, lo que venía a ser una auténtica cura de caballo.


Aquella lesión sería el inicio de una espiral de calamidades y desgracias que acompañarían a nuestro hombre de goma hasta el final de sus días.

Por mediación de Manolo Ocaña, que tenía amistad con Benito Arana, Director de la Electromecánica de Córdoba, Herminio se convirtió en entrenador de este equipo y, al mismo tiempo, empleado de aquella firma.

Durante la guerra civil, residiendo en Córdoba, Herminio fue víctima de un bombardeo. A consecuencia de las heridas recibidas, hubo de ser sometido a la trepanación y, entonces, viudo ya, fue recogido por un buen amigo que lo tuvo con él durante un año y medio, no recibiendo la menor ayuda de nadie, ni siquiera de la Electromecánica.


Al tener noticia de que la persona que lo tenía recogido no podía ocuparse de él por más tiempo, dadas las dificultades de la época, Manolo Ocaña fue a Córdoba para traerlo a Sevilla, a vivir en casa de su madre durante dos años y medio, donde fue acogido como si de un hijo más se tratase.

Al cabo de ese tiempo, Sancho Dávila (quien fuera número 1 de Falange en Sevilla y posteriormente Presidente de la Federación Española de Fútbol) y Joaquín Miranda, enterados de que la Electromecánica no había socorrido a Herminio, se pusieron en contacto con el Gobernador Civil de Córdoba, Sr. Valera Valverde, quien intermedió ante la empresa cordobesa, logrando que readmitieran a Herminio como encargado del almacén de herramientas. Nuevamente su amigo Manolo Ocaña se ocupó de llevarlo a Córdoba, dado que el exfutbolista no podía valerse por sí mismo.

Poco a poco fue Herminio recuperándose e incluso aparecía por Sevilla de vez en cuando para ver jugar a los nervionenses. Sin embargo, en 1975, sufrió una trombosis de la que no se recuperaría. La junta directiva sevillista, presidida por Eugenio Montes Cabeza, acordó prestar ayuda al jugador. Así lo decidieron también la Federación Andaluza y la Federación Española, gracias a la intervención de quien fuera directivo sevillista Antonio Calderón, entonces gerente del Real Madrid.

El órgano de gobierno del club sevillista comisionó al Tesorero, Enrique Rosendo, para entregar a Herminio una silla de ruedas y dinero en efectivo, así como un recuerdo del club, en agradecimiento a los servicios prestados. Este sería el último capítulo de su vida, pues su deterioro físico desembocó en fatal desenlace apenas un año después.

Afortunadamente, la grandeza futbolística de Herminio le ha hecho inmortal, y prueba de ello es que hoy, aquí, estamos aún acordándonos de él.

Su final fue triste, como el de otros compañeros de su tiempo, Kinké, Spencer, etc.

Pero al igual que sucede con ellos, su leyenda sigue viva.

Por los siglos de los siglos.

1 comentario:

  1. Mafnífico post. Es un placer conocer un poco más la historia de los nuestros, contadas desde este prisma, no sólo valorando al deportista, sino a la persona. Nuestra historia es grande, inmensa, y en post como este podemos seguir descubriéndola.

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