A los sevillistas que hoy se sienten orgullosos de que su Presidente, sin faroles pueriles ni brindis al sol, sino con la seriedad que respalda el hecho de que los dos buques insignias futbolísticos del país, sabiéndose amenazados, estén pordioseando con artes mafiosas un boicot a su convocatoria del próximo jueves, a esos sevillistas, y a los que no también, les diremos que no es la primera vez en que un máximo mandatario nervionense “se la juega” en defensa del Sevilla F.C. plantándole cara a los más intocables de este país.
Dicen que la historia se repite, y a fe que es verdad, no sabemos si por emulación consciente o por pura personalidad arrolladora de los protagonistas, pero este episodio que estamos viviendo desde hace un tiempo en relación con los derechos televisivos (que, no lo olvidemos, no supone un ataque contra nadie, sino un ejercicio de legítima defensa de los propios intereses ultrajados), se parece mucho, muchísimo, a aquel otro que protagonizara el gran referente presidencial del Sevilla F.C. de todos los tiempos, Ramón Sánchez-Pizjuán y Muñoz, contra el General Moscardó, contra la Falange Española que todo lo dominaba y contaminaba y, por extensión, contra la mismísima dictadura franquista a la que “todo dios” debía someterse.
Tenemos que remontarnos al año 1937, en plena Guerra Civil, cuando Ramón Sánchez-Pizjuán, Presidente de un club sevillista entonces en precario, negoció con la arrendadora y propietaria del terreno de juego de la Avenida de Eduardo Dato, concretamente la Inmobiliaria Nervión de la familia Armero, la compra del citado recinto, así como de cientos de miles de metros cuadrados adyacentes al mismo, en una operación sólo posible entonces, aún en condiciones nada sencillas, debido a una incertidumbre bélica sin la cual, seguramente, el trato no se habría alcanzado. La escritura se firmó al año siguiente, y el dinero para ir pagando el precio lo pusieron de su bolsillo, el propio Presidente, solicitando a su madre un adelanto de su herencia en forma de préstamo, así como cientos de aficionados sevillistas de base, como lo atestigua la documentación del club felizmente conservada de aquella época y la propia prensa escrita. Estamos hablando de aportaciones desinteresadas, a fondo perdido, que dieron lugar a la creación de la figura, casi única en el fútbol español y quizás mundial, de los Socios Protectores.
A la finalización de la guerra, y en el ámbito de la reordenación del deporte, se impusieron como en todas las demás cuestiones de Estado, las directrices franquistas, desposeyendo a los clubes de fútbol del dominio de sus socios, eliminando su capacidad decisora y órganos asamblearios, y convirtiendo en definitiva todo su patrimonio en patrimonio del Estado, en una suerte de expropiación forzosa de facto, justificada en la necesidad de afectarlo a las necesidades y destinos programados por el gobierno.
La Delegación Nacional de Deportes de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que así se llamaba el organismo rector del deporte en la temprana posguerra, presidido por el General José Moscardó Ituarte, se apropiaba literalmente del deporte, y entre ellos, del fútbol, un activo demostrado de enorme poder propagandístico y notable capacidad narcótica de las masas populares, instrumentalizándolo a la mejor gloria del régimen. Por miedo, por sintonía, por egoísmo, ponga usted la razón o la excusa que quiera (lo cierto es que apenas podemos cuestionarlo desde nuestros tiempos, habría que haberlo vivido para comentarlo sin ser injusto) todos callaron, todos los clubes españoles aceptaron sin rechistar el mandato franquista. En descargo de algunos podrá decirse que, careciendo de bienes y de un patrimonio estimable, tampoco les representaba demasiado perjuicio perderlo. Quien nada tiene, nada teme. Hablamos de equipos de fútbol que habían esquilmado sus plantillas o que disputaban sus partidos en terrenos de juego que no eran de su propiedad (recintos municipales, principalmente). Pero clubes como el Sevilla, que acababan de comprar y pagar, haciendo un esfuerzo sobrehumano en los tiempos más difíciles de nuestra historia contemporánea, su estadio, sus instalaciones, no podían resignarse, si les quedaba un ápice de dignidad, a pelear por lo suyo. Fuimos los únicos en alzar la voz. Ramón Sánchez Pizjuán, con la inteligencia que le caracterizaba, con sus exquisitas maneras, hizo frente al General Moscardó y a la propia Falange, negándose a aceptar esa expropiación encubierta del patrimonio sevillista. El que quiera que lo busque en la Hemeroteca de ABC, lo cuenta con todo lujo de detalle quien fuera su Director José Carlos López Lozano.
Por supuesto, hubo represalias.
Cuando el equipo tenía en sus manos acariciándola la Liga de la temporada 1939-40, extrañas maniobras a favor del equipo oficial del régimen, el At. Aviación, culminaron con la pérdida del campeonato liguero a falta de 5 minutos en el último partido de la campaña, a favor de los aviadores.
No quedaría ahí la cosa. Moscardó, a quien correspondía la capacidad de designar a dedo a los integrantes de la Federación Española de Fútbol, decidió el nombramiento de Sánchez-Pizjuán como federativo, obligando a su traslado a Madrid, alejado de su Sevilla de su alma, desde la que conspiraba, y donde la DND podía tenerlo más controladito. Fue en vano. Desde Madrid urdió aún más en defensa de lo que consideraba justo, acaparando nuevos apoyos a la causa (¿les suena de algo?), hasta lograr que a finales de los años cuarenta se retornara a la autonomía asamblearia de los clubes. No por casualidad Sánchez Pizjuán dejó de ser Presidente sevillista desde su exilio federativo forzoso hasta que los clubes de fútbol volvieron a celebrar asambleas. Nunca fue presidente del Sevilla por mandato de Moscardó (lo fue Contadero), sino elegido siempre por los socios sevillistas.
Y lo más sonado. En 1946, a raíz del caso Antúnez, Moscardó, que se la tenía jurada a Sánchez Pizjuán y al propio Sevilla, hizo caso a algunos de sus colegas balompédicos que inflamaron sus neuronas con cobardes llantinas victimistas, y saltándose la legalidad deportiva en vigor, reventó la Federación Española de Fútbol en la que Don Ramón ocupaba la Vicepresidencia, resolviendo el conflicto por el fichaje del defensa del Fontanal como la mayoría de ustedes ya deben conocer. Aquel campeonato de liga del 46 acabó en nuestras manos, pero faltó poco, muy poco, para que nos lo quitaran. Ciertamente el Sevilla de hoy no sería el mismo si hubiésemos perdido el patrimonio que tanto esfuerzo y sacrificio costó conseguir, pero entonces, como ahora, el enemigo era muy poderoso. No hay duda de que tratarán de hacernos mucho daño. Personalmente, creo que vale la pena luchar por lo justo y por salir de esta dinámica duopolista en que nos encontramos. Posiblemente otros se beneficien más que nosotros si se llega al objetivo de una liga más justa, pero qué le vamos a hacer. Eso será otra historia.
D. Enrique, fenomenal post y muy currado.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Perdon, se olvidaba, ya le echábamos de menos.
ResponderEliminarNos veremos mañana.
Genial Enrique.
ResponderEliminarMagnífico post.
Referencia para tantas verdes falacias vertidas sobre el "todavía" mejor presidente de nuestra historia.
Sin duda dos personalidades arrolladoras.
Mañana nos lo cuentas en NEO FM.
Como echaba de menos sus escritos, como siempre es un auténtico deleite poder leerlo.
ResponderEliminarUn abrazo y no nos tenga tan abandonados.
¡Enhorabuena por el post, es excelente!
ResponderEliminarFlorentino, los nacionalistas catalanes y el Barça, Roures, Mediapro, Los Gil, el PSOE, la LFP, la FEF, la Falange, el General Moscardó, Griñán, Chaves, Zapatero, Monteseirín o el General Franco están todos cortados por la misma tijera. Pocas diferencias hay o ninguna entre ellos.
Un abrazo
Manuel