domingo, 21 de marzo de 2010

El gallego sabio


Si en alguna figura podía personalizarse el éxito sin precedentes alcanzado por el Sevilla F.C. en la temporada 1945-46, la del título de Liga, ésa era, sin duda, por encima de cualquier otra, su entrenador, Ramón Encinas Dios, un pontevedrés largamente vinculado al club de Nervión, para quien prestaría sus servicios hasta en cuatro etapas diferenciadas, como entrenador y como manager.

No hay más que echar un vistazo a la prensa del momento para darse cuenta que, si bien el Sevilla contaba con algunas figuras emergentes del fútbol nacional, como Arza, Busto, Antúnez o Araujo, el secreto de los triunfos obtenidos por el club decano residía más firmemente en la fortaleza del conjunto, en ser verdaderamente un equipo, siendo ello mérito incuestionable de su entrenador, el gallego sabio.

Dicen que fue Ramón Encinas el primer técnico español en entrenar a los sevillistas, a su llegada a la capital andaluza un lejano verano de 1925, si exceptuamos calificar como tal la tarea desarrollada previamente por elementos históricos del club como Joaquín Valenzuela o el navarro Eugenio Eizaguirre, padre del gran Guillermo, el ángel volador.

En el Sevilla, Encinas cubriría logros excepcionales, no sólo el título de Liga en la temporada 1945-46, sino también el ansiado primer ascenso a la División de Honor en 1934 y la victoria en la Copa Presidente de la República del año siguiente, 1935, primero de los cuatro triunfos sevillistas alcanzados hasta ahora en el Campeonato de España.

Asimismo, el gallego sabio sería un técnico de notables éxitos en otros equipos señeros del panorama nacional, como el Real Madrid y el Valencia, clasificando al primero para una final de Copa de España, tras hacerse cargo del equipo en sustitución de otro de los nuestros, el genial Juan Armet de Castellví, Kinké, y consiguiendo para el segundo los primeros títulos de Liga y de Copa de su palmarés, en los años 1941 y 1942.

Moncho Encinas, forjador de campeones

No es necesario que insistamos una vez más en los éxitos que logró Encinas antes de prestar sus servicios como entrenador del Sevilla. De ello pueden dar fe los equipos que estuvieron a su cargo. Pero sí os complacemos en significar que Moncho Encinas ha conseguido con el Sevilla lo que nadie lograra antes: hacerle Campeón de Liga. No ha buscado el famoso entrenador –sin duda de ningún genero, el mejor que tiene el fútbol español- nuevos recursos ni refuerzos; le bastaron los mismos jugadores que tenía el Sevilla en otras temporadas, porque cuando Antúnez se incorporó a las huestes sevillistas, el campeón ya tenía recorridas tres cuartas partes del camino. Pero Moncho Encinas, lo mismo que siempre, impuso su disciplina y amplios conocimientos que han venido a dar este resultado justo y honroso que elogian todos, inclusive el propio Samitier, entrenador del Barcelona. – JULIO CUETO.

Sus extraordinarias dotes como preparador le llevaron también a simultanear su puesto en el banquillo sevillista con el de entrenador en el equipo nacional, en una época en que las funciones de técnico y de seleccionador estaban separadas, cabiéndole el honor de clasificar a España para su primer Campeonato del Mundo en Italia, en 1934, con el grupo de hombres elegidos por el doctor Amadeo García Salazar.


En este Mundial, y bajo sus órdenes, España realizaría un papel extraordinario, sucumbiendo sólo ante la violencia y las malas artes de los anfitriones, en un memorable partido de desempate de los cuartos de final disputado en Florencia, en el que Guillermo Campanal y el italo-argentino Monti protagonizaron un duelo cuasi pugilístico, del que salió triunfante el asturiano, a quien anularon un gol legal que pudo haber sido histórico, como el de Zarra en Brasil.

Encinas viajó al país transalpino acompañado de otros sevillistas, el medio izquierda Fede y el ya citado Campanal, que se convirtieron en los primeros mundialistas del Sevilla F.C. Adicionalmente, marcharía también con la expedición el guardameta Guillermo Eizaguirre, si bien la presencia de éste fue meramente simbólica ya que estaba lesionado, con el brazo en cabestrillo, y no podía participar en ningún encuentro. Aún así, el mismo Sevilla pagó los gastos de su viaje y estancia, como premio a los servicios prestados en la extraordinaria campaña del ascenso que acababa de finalizar.

Con motivo de las Bodas de Oro del club sevillista en 1955, el propio Ramón Encinas nos dejaba una hermosísima y emocionada semblanza de sus vivencias en el Sevilla F.C.:

Jamás creí llegaría el caso en que tuviera que escribir para el público; pero se trata del Sevilla F.C. y aquí acaban mis tercas convicciones, porque el Sevilla F.C. llena por completo mi vida deportiva, ya que en él también yo cumplí mis bodas de plata, pero bodas al fin.

Allá por el año 25, y por el ya fallecido Juanito López García, a la sazón federativo, fueron solicitados mis servicios como entrenador de ese club. Venía a sustituir a un escocés, cuyo nombre no recuerdo, protagonista de un andalucísimo sucedido como fue su prematuro embarque para su país de origen.

El 15 de agosto de 1925 llegué a Sevilla en el tren de Madrid por la estación de Córdoba. Me esperaba, además de Juanito López, Pérez Flor, Zambrano, Toledo, Celis y otros que siento no recordar y que me llevaron a comer al Puesto de Fernando, en la Puerta de Jerez. A la hora del café, una vendedora de lotería consiguió colocarnos un billete, el cual inexplicablemente salió premiado. ¡No cabe duda de que había hecho una buena entrada en Sevilla!

Por aquel entonces presidía el club el hombre más bueno que he conocido, un gran caballero, Don Juan Domínguez, barón de Gracia Real.

De nadie he recibido más atenciones.

Le acompañaban en su gestión los señores don Luis Ibarra, don Eladio R. Borbolla, M. Amores, don Luis Nieves, don Juan Reimana, don Eduardo Silvestre y don Federico Maquedano, este último “afortunado” tesorero de aquella casi inexistente tesorería.

Malos vientos soplaban por aquel entonces para el fútbol español en periodo de evolución.

No existía el profesionalismo legalizado y sí el entonces llamado “marrón”, que sostenáin con poca fortuna los clubs de la época.

Las subvenciones o ayudas a los jugadores eran muy pobres, como pobre era el estado de la caja social.

¡Cómo han cambiado las cosas desde entonces!

Sin embargo, el Sevilla F.C. siempre fue el mismo: con la deportividad por norma, fiel reflejo de sus directivos, supo en todo momento hacer frente a sus compromisos y sostener su categoría de equipo “señor” a través de las vicisitudes por que toda sociedad ha de pasar.

Durante catorce años, en cuatro distintas etapas, presté mis servicios con varia fortuna a este modelo de clubs, y en ese tiempo me fue dado compartir con sus componentes infinidad de alegrías y satisfacciones.

Hubo también sus momentos malos, naturalmente, en los cuales parecía que la fatalidad o mala suerte iban a torcer la recta trayectoria del club, pero no ocurrió así.

Fue uno durante la temporada 1926-27, en la cual bajas como la de Spencer por fallecimiento, Herminio por grave lesión, que le separó definitivamente del fútbol, y las de Kinké y Ocaña por jubilación, provocaron aquel “bajón” que la esplendorosa aparición de Guillermito Eizaguirre no pareció bastar para sostener el rango que el club merecía, pero que afortunadamente fue conseguido.

Otro momento grave tuvo lugar al año siguiente de nuestro ascenso a Primera División. Inexplicablemente, y con los mismos jugadores que tan brillantemente conquistaran el título, hubimos de disputar el descenso a segunda en aquel inolvidable encuentro del Metropolitano cuando el fallo de Chacho nos permitió continuar en la División de Honor.

Desde entonces, y tras el paréntesis obligado de nuestra guerra, el Sevilla F.C. no ha cesado de subir y se ha colocado a la altura de los mejores clubs de España, debiéndose contar con él, en todo momento, para la Liga, Copa, partidos internacionales y, en fin, para cuantas manifestaciones futbolísticas se celebren.

En todas ellas está presente, por derecho propio, este histórico club.

Retirado del fútbol activo, no por eso dejo de seguir la marcha triunfal del club, tan estupendamente dirigido por el actual presidente, don Ramón Sánchez Pizjuán, quien, estoy seguro, verá cumplido su ferviente deseo de dotar a su club del estadio que merece.

Ahora, al cumplirse los cincuenta años de existencia, asegurado su porvenir por una administración modelo, le esperan triunfos, muchos triunfos, que no dudo ha de conseguir en los terrenos deportivos para honra y gloria del fútbol sevillano.

Viva el Sevilla F.C.

“Moncho” Encinas había nacido el 19 de mayo de 1902 en Pontevedra, y fue jugador del Sporting de Pontevedra y del Racing de Vigo, equipo del que fue preseleccionado para participar en el debut internacional español, en la Olimpiada de Amberes de 1920, aunque finalmente no viajaría. Tras una temporada viendo fútbol en Inglaterra, donde descubre la famosa táctica de la “WM” de Herbert Chapman, empieza a ponerla en práctica en España antes que ningún otro entrenador, radicando en ello, tal vez, el secreto de sus grandes éxitos deportivos de la posguerra. Falleció en Madrid el 21 de marzo de 1967, víctima de una larga y cruel enfermedad.


En cuanto a sus cualidades singulares como técnico y las virtudes que imprimía a los equipos a los que dirigía, podemos significar lo que resaltaba Pedro Escartín, árbitro de la final de Las Corts, y posterior seleccionador nacional, en el Diario MARCA, en su sección Las Grandes Figuras del Deporte, al término de tan brillante temporada:

Encinas, el enternador que piensa los encuentros y nunca sale a jugar alegremente

Es justo desfile por nuestra Sección un hombre como Encinas, cuya seriedad y competencia tanto han influido en el último éxito del Sevilla, campeón nacional de Liga durante la presente temporada, en que pocos –seamos sinceros- pensaban en los andaluces como favoritos.

-Es un hombre de suerte infinita; todo le sale bien ...

Este es el argumento de la calle en el aspecto envidia; pero la realidad está en que la Fortuna no marcha permanentemente con nadie, y es frecuente la injusticia de confundir los méritos con la mayor o menor suerte del individuo.

Encinas tiene el mérito de ser modesto, y en los principios de su carrera deportiva comprendió la necesidad que tenía de darse una vuelta por Inglaterra, y allá fue, para con sus amigos de Londres frecuentar esa gran Universidad futbolística que son los Clubs ingleses. Y ahora vuelve, en agosto.

El actual preparador del Sevilla, no lo olvidamos, cogió a un Madrid deshecho y lo llevó al último encuentro de Copa; que la temporada siguiente, los madridistas lucharon con el Barcelona palmo a palmo y fecha tras fecha por el título de campeones de Liga, que antes entregara al Valencia, igual que uno de Copa ...

Negamos el hecho casual y la fortuna del entrenador, porque la realidad está en que Encinas es técnico no sólo en fútbol, sino también en la psicología de los jugadores –mitad niñis, mitad hombres- a quienes sabe tratar con energía, cariño y educación en esa tarea paternal que tan bien encaja al preparador de un equipo.

Encinas, que no entretiene nunca las horas del tren con partidas de póker de alto vuelo, que malhumoran al jugador que pierde, le quitan moral para el encuentro y autoridad al preparador, es hombre que jamás emplea malos modos y sabe regañar a tiempo, sin humillaciones ni destemplanzas.

-Hoy –nos decía la tarde del empate en Murcia- mi equipo no jugó nada, y debieran habernos ganado; pero no les digo una palabra de reproche, porque todos estamos de mal humor, y hubiera sido agravar la cuestión; pero el lunes, ya todos con los nervios en calma ...

¡¡ Cuántos detalles de éstos precisa un buen preparador !! Encinas sabe las condiciones y necesidades de cada uno de sus hombres; nunca pierde la corrección ante la derrota, y por todo, sobre todo, estudia los partidos que va a jugar, ve las posibilidades del contrario, sus defectos; en una palabra, es en los partidos un general de Ejército en campaña.

El entrenador sevillista sabe, por ejemplo, que el cerebro del oviedo es Herrerita, y busca su anulación con un buen marcaje; conoce que sacar a Panizo y hacer lo mismo con los dos extremos del conjunto vasco es desmontar la máquina de fútbol del Atlético; tiene olvidado que hoy, para vencer al valencia, hay que jugarle con intensa velocidad ...

¿Por qué no imitar esto, señores? Hemos rpedicado una vez, y lo haremos cientos de ellas, que hoy no es posible salir a los campos sin pensar el encuentro y darse cuenta de las condiciones y defectos del contrario, aprovechar sus huecos, porque la táctica y técnica en fútbol existen, son una realidad, y el entrenador del Sevilla acaba de demostrar muchas cosas.

Y no incurran en la tontería de achacar a la suerte lo que tiene otros nombre; es mucho más fácil escarmentar en cabeza ajena, pensar, hacer penitencia de antiguos errores. El camino de Encinas, primero en el Valencia y ahora en el Sevilla, ha sido un sendero de triunfos. Y sería tonto achacarlo a fortuna personal.

1 comentario:

  1. Magistral D. Enrique.
    Me quedo con la frase pronunciada por el propio Moncho Encinas referidas a nuestro presidente entre 1925 y 1932; el barón de Gracia Real;
    "Por aquel entonces presidía el club el hombre más bueno que he conocido, un gran caballero, Don Juan Domínguez, barón de Gracia Real.
    De nadie he recibido más atenciones."

    El propio Encinas define la caballerosidad, la bondad, la gentileza, la generosidad y las buenas maneras de D. Juan Domínguez...para que después venga un sinvergüenza y loco cualquiera a intentar manchar su honra.

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