miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un penalti para un descenso


Sucedió en los albores de nuestra guerra civil, en el último minuto de la última jornada del Campeonato de Liga 1935-36, en partido contra el club sucursal del Athletic bilbaíno.

La fecha exacta, domingo 19 de abril de 1936.

El escenario fue el estadio madrileño de Vallecas, donde disputaban los colchoneros sus partidos como locales hasta su mudanza al Metropolitano. El campo estaba enfangado, y más aún que se estropeó con la pertinaz lluvia que acompañó el encuentro.

Los dos últimos equipos ascendidos a la división de honor, el Sevilla Fútbol Club en 1934 y el Atlético de Madrid en 1935, se enfrentaban con el objetivo de evitar el descenso de categoría. A los atléticos les bastaba el empate, pero los sevillistas necesitaban ganar a toda costa.

Para los nuestros había sido extrañamente una temporada pésima, quizás por causa de los efluvios de gloria de la pasada Copa de España, cuando salieron campeones tanto el equipo profesional como el amateur, frente a Sabadell y Ciosvín de Vigo, respectivamente, en una hazaña deportiva sin igual.

Precisamente en ese campeonato, hubo una eliminatoria de cuartos de final entre sevillanos y vallecanos no exenta de polémica, con remontada sevillista en Nervión por cuatro goles a uno, superando contra todo pronóstico el pésimo resultado, derrota por dos a cero, de la ida en Madrid. Lo más significativo, al margen del desenlace deportivo final, fue la lesión en Sevilla del extremo madrileño Lafuente, que sufrió fractura de tibia y peroné.

Con tales antecedentes, el ambiente del encuentro, pese a lo climatológico, estaba muy caldeado, y más aún que se puso cuando los blancos tomaron la iniciativa en el juego y en el marcador, con Campanal en figura, llegando a las postrimerías del choque con ventaja de dos goles a tres, lo que suponía, ni más ni menos, que la permanencia entre los grandes.

Sin embargo, todo pareció torcerse cuando a ultimísima hora, el árbitro Arribas, que ya venía dando muestras de un desaforado caserismo desde el pitido inicial, decidió regalar una pena máxima a los colchoneros que condenaba a los sevillistas, casi sin remedio, a la segunda división.


De nada sirvieron las protestas de los nuestros.

La gran figura atlética Chacho, famosa por su récord de goles en partido internacional, nada menos que seis frente a Bulgaria, agarró el pelotón y se dispuso a fusilar al gran Guillermo Eizaguirre.

Al borde del área grande permanecían el resto de jugadores de ambos conjuntos esperando el desenlace, entre ellos, el medio colchonero, también internacional, Ipiña, años más tarde efímero entrenador del Sevilla Fútbol Club, dispuesto a remachar el tanto en caso de producirse algún rechace.

En su afán de ajustar el tiro, Chacho golpeó sesgado y abajo, apuntando a la cepa del poste derecho de Eizaguirre, tanto que el esférico rebotó en la madera, regresando al centro del área con nuestro portero en el suelo, completamente batido, y la puerta vacía, franca para el remate letal.

Alcanzó entonces Ipiña la bola, antes que nadie, y cuando el gol parecía inevitable ya en esta segunda intentona, su disparo superó el travesaño sevillista, saliendo fuera de meta.

El partido finalizó con el dos a tres a favor del Sevilla F.C. y el descenso del Atlético de Madrid a Segunda División.

Los cronistas de la capital, ya entonces –como ahora- absortos en su universo madrileñista, culparon a los jugadores rojiblancos como únicos responsables del desastre de su equipo. Vamos, que el Atlético descendió solito, que no tuvo importancia que el Sevilla hiciera tres goles en campo foráneo y que el catalán Arribas no les había obsequiado con el penalti de última hora para que todo quedase en orden. Así, durante mucho tiempo, el único debate en los mentideros futbolísticos era quién fue el verdadero culpable del fallo del penalti, Chacho o Ipiña.

Las siguientes temporadas no hubo campeonato de liga, por causa de la guerra civil. En 1939, cuando se reorganizaron las competiciones nacionales, el Oviedo, legítimo equipo de primera división, no pudo disputar el campeonato como consecuencia de los destrozos que la contienda bélica produjo en el césped de su estadio.

[Aunque lean o escuchen por ahí la historieta de que hubo un pobre equipo maltratado por la guerra civil porque su campo quedó destrozado, no se lo crean. Ese equipo en el que usted está pensando, a diferencia del verdadero damnificado ovetense, jugó en primera división sin ningún problema durante esa temporada].

El Atlético de Madrid, respaldado por el estamento militar, o lo que era lo mismo entonces, gubernamental, -no en vano se refundó como Aviación Nacional, luego Atlético Aviación-, ocupó el lugar de los asturianos, tras una pseudo-promoción contra el otro descendido del 36, Osasuna de Pamplona, con lo que al final, aquel descenso que se disputó con los sevillistas jamás se materializaría.

El equipo madrileño de los militares no volvió a descender a segunda división hasta la temporada 1999-2000, precisamente junto al Sevilla F.C. y al Betis. ¿Quién sabe dónde estaría ahora ese club si aquel descenso al que le condenó el Sevilla se hubiera consumado, como correspondía, en lugar de haberse arreglado convenientemente?

Por lo pronto, al sevillismo, la continuidad en primera del equipo colchonero, con el sustento impagable de la maquinaria militar a su servicio, le supuso cuanto menos la pérdida del campeonato de liga 1939-40, que los rojiblancos madrileños arrebataron a los sevillistas en la última jornada, aquella de la trágica tarde de El Bardín, con un Hércules de Alicante sospechosamente hipermotivado, pese a no jugarse nada clasificatoriamente hablando.

Pero esto ya es otra historia, que algún día contaremos.

5 comentarios:

  1. Me ha dejado Vd. con la intriga.
    Espero ansioso que nos cuente lo de aquella trágica tarde de El Bardín...

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  2. Pues mire Vd. D. Antonio, sólo le diré por el momento que lo del Bardín, en Alicante, ha sido uno de los mayores desencantos deportivos de la historia de nuestro SFBC, y que tres de los protagonistas de aquella tarde -Campanal, Villalonga y Joaquín- al menos consiguieron sacarse la espina de lo sucedido seis años más tarde.

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  3. Saludos.

    Pues parece que lo nuestro con los del Patético viene de lejos.

    Y lo de El Bardin... ¿no estará Vd. copiando las técnicas desorientadoras del Sr. Cornelio?

    Cuídate.

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  4. Que grande empaparse de estas hostorias y de este sevillismo que se respira en este blo miarma.

    Cuantos equipos mangones se han interpuesto en nuestro camino, ayyyy, que tiempos aquellos...

    Un saludaso.

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  5. Buenísimo el post!

    Nos anularon un gol legal al más puro estilo al-gandur que nos hubiera dado la liga frente al atlético de aviación.

    Sin duda el atlético durante la dictadura fué si no el que más, uno de los equipos protegidos del régimen

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