lunes, 21 de marzo de 2011

La posguerra del Sevilla y el Betis (2ª Parte)


En nuestro análisis sobre las causas que determinaron la diversa trayectoria seguida por los dos primeros equipos sevillanos tras la Guerra Civil, abordaremos hoy lo que podríamos denominar el elemento social, las aficiones.

Por lo que respecta al Sevilla F.C., nos encontramos con una nómina de socios amplia y dispersa, que se caracteriza por un profundo compromiso con el decurso del club.

Recordemos las dificultades vividas en el Sevilla F.C. para hacer frente al arrendamiento, primero, y a la compraventa, después, de las instalaciones deportivas sevillistas en el barrio de Nervión. Este alto nivel de compromiso se evidenciará igualmente años más tarde al erigirse el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, al sufragarse su terminación o en el momento de la conversión del Club en sociedad anónima deportiva, así como para el fichaje de algún futbolista de postín, como fue el caso de Daniel Bertoni.

Solo así se explica que la entidad hubiese superado exitosamente, sin ayudas foráneas (incluido el Ayuntamiento y demás instituciones públicas) y únicamente con recursos procedentes de sus propios socios, la ocupación de hasta tres campos de juego en una horquilla temporal de apenas quince años, cuando la sede deportiva de la sociedad significaba entonces, junto con el pago a los jugadores profesionales, el gasto más importante de la cuenta de resultados.

Primero fue el campo del Mercantil, en el Prado de San Sebastián; posteriormente el traslado a la actual Avenida de la Palmera, campo de la Reina Victoria, y finalmente, al campo de Nervión. Cada mudanza suponía perder el graderío, las vallas, el ambigú y la caseta de vestuarios. Apenas si podían reciclarse las porterías, los banderines de córner y el marcador.

En contra de lo que muchas fuentes tradicionales han dado a entender, los periódicos de la época reconocen que esa masa social sevillista estaba compuesta mayoritariamente por personas de una humilde extracción social y que, pese a todo, estaban dispuestas a contribuir económicamente según las necesidades coyunturales de la entidad, incluso en tiempos tan difíciles como era una guerra.

Extracto del reconocido periodista bético Antonio Olmedo
(ABC de Sevilla, 7 de marzo de 1939)

La Agrupación Sevillista era el mejor reflejo del sevillismo vivo de clase media y baja, capaz de convulsionar los estamentos del Club y derrocar si era preciso a los señoritos que ocupaban puestos de responsabilidad si el rumbo de la sociedad no era el apetecido.

Por el contrario, en el Real Betis Balompié, el grupo de socios realmente fieles y comprometidos se reduce a menos de un centenar de personas.

Sólo unos meses después de haber alcanzado el mayor éxito deportivo de su historia, el Club ya estaba en crisis, vendiendo jugadores, y en menos de un año, la inmensa mayoría de los seguidores del club verdiblanco habían abandonado el club, dándose incluso de baja ochocientos de sus socios por no querer pagar una cuota extra de cinco pesetas con ocasión de un partido liguero.


El Mundo Deportivo, 16 de mayo de 1936
 (Haz click en la imagen)
 Este comportamiento, sin aparente explicación, deriva a nuestro juicio de la volatilidad de unos socios que, tras el abandono de la presidencia por Ignacio Sánchez Mejías en 1932 y la venta de los mejores jugadores a partir de 1935, no encontraban razones para permanecer vinculados al Club.

La escasez de socios béticos, con la consiguiente merma de ingresos por cuotas, así como la falta de apoyo financiero externo, condenaban al Betis de la posguerra a una difícil situación deportiva, que con toda probabilidad se habría desencadenado incluso sin necesidad de que llegase la Guerra Civil.

Y eso que, a diferencia de su vecino sevillista, había disfrutado del uso de hasta dos estadios municipales (Patronato Obrero y Heliópolis), con el consiguiente ahorro de gastos en infraestructuras, lo que le proporcionaba una indudable ventaja competitiva respecto a su rival.

Y de otras ayudas públicas por doquier.


ABC de Sevilla, 17 de mayo de 1944



El Correo de Andalucía, 1 de febrero de 1946

Indudablemente, el reducido círculo de béticos comprometidos que se mantuvo al pie del cañón durante los tiempos difíciles merece el máximo de los reconocimientos, como también merecen un amargo reproche todos los que desertaron del Club cuando más se les necesitaba.

La historiografía verdiblanca ha elevado a la categoría de leyenda, con toda justicia, a este núcleo invulnerable de béticos, por su apoyo incondicional a la entidad, pero no por ser más numerosa ni más eficaz su contribución, debe caerse en la demagogia de menospreciar el valor de la amplia capa de socios sevillistas, incluida esa inmensa mayoría de clase media y baja de la que hablaba el bético Antonio Olmedo, que sacrificaron su economía familiar para permitir que su Club saliese lo más airoso posible del trance de la Guerra Civil.

Los datos aportados demuestran que en este momento histórico, la popularidad del Sevilla F.C., incluso entre las clases sociales menos pudientes, estaba firmemente sustentada en sus valores deportivos e institucionales, mientras que la del Real Betis Balompié, salvo honrosas excepciones, dependía mayoritariamente de que acompañasen los resultados deportivos.

Teniendo en cuenta las informaciones periodísticas de la época, no puede basarse la diferencia ni en las inclinaciones políticas de cada afición ni en una supuesta pertenencia a clases sociales distintas, siendo semejante la capacidad económica media de los socios de uno y otro bando.

La diferencia estaba, sencillamente, en el número de incondicionales, en el estricto sentido de esta palabra, abrumadoramente superior en el caso sevillista. Dicho de otro modo, mientras los seguidores blancos ejercían su sevillismo con HECHOS, rascándose los bolsillos, los verdiblancos demostraban su (supuesto) amor al Betis meramente de PALABRA, en tertulias de taberna o café.

Y termino, como siempre nos gusta hacerlo, con una prueba documental, para que no digan que lo que afirmamos son simples apreciaciones subjetivas. Podríamos ofrecer más, pero nos lo reservamos para otra ocasión.

El Correo de Andalucía, 16 de enero de 1946

2 comentarios:

  1. Saludos.

    Golpe a golpe, verso a verso...

    Trabajo nos queda aún, D. Enrique, para desmontar el tinglado. No obstante, todo se andará porque no hay peor enemigo que uno mismo.

    Excelente.

    Cuídate.

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  2. Cada uno en su sitio.

    Me gustaría incidir en un detalle, las fechas.

    La penuria económica bética se sitúa avanzada la primavera de 1936.

    En 1944, cuando, desgraciadamente, hace escasos años el contador se vuelve a poner a cero para todo el mundo, en poco tiempo vuelven a repetir la situación, pese a ser el dinero público de los sevillanos es que le proporciona el estadio.

    Poca culpa puede echarse a la autoridad política, y menos achacarle ser sevillistas perseguidores, los periódicos están ahí.

    Me atrevo a recomendar este post suyo a la señora de Pablos, "rigurosa" investigadora, que se atrevió a escribir sobre estos asuntos...

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