martes, 28 de abril de 2009
Campeones de Copa - Video 1935
lunes, 27 de abril de 2009
Mi corazón me lo pide


domingo, 26 de abril de 2009
Hara-kiri incontenible

jueves, 23 de abril de 2009
El síndrome de "Benjamin Button"

El mejor foot-baller de Andalucía

No lo vamos a descubrir nosotros.
Se da por sentado que fue el alumno más aventajado del gran maestro Juan Armet de Castellví, “Kinké”, aquel líder carismático de “la delantera del miedo”, creador de la “escuela sevillista”, que lograra dar cauce perfeccionado al talento natural de los jugadores indígenas sevillanos para el juego de pase corto a ras de suelo, dribblings y combinaciones rápidas y desquiciantes hasta el marco rival.
Respecto a “Spencer”, primer internacional sevillano, delantero de postín, interesa sin embargo hoy, aquí y ahora, traer a colación, mejor que palabras del periodismo o de viejos aficionados sevillistas, indiscutiblemente válidas, lo que opinaba un compañero de profesión tan señalado y neutral como Ricardo Zamora, el “Divino”, primerísima figura del balompié nacional y mundial de todos los tiempos, con cita de sus Memorias.



lunes, 20 de abril de 2009
La escuela sevillista de fútbol

Años más tarde, Paco Bru, en unas declaraciones a la prensa, hacía referencia a las dificultades y presiones sufridas para confeccionar la expedición de jugadores, según recogen Ramón Melcón y Miguel Vidal en su imprescindible “Enciclopedia del Fútbol”.
Tras inacabables dimes y diretes, Bru decidió finalmente concentrar jugadores predominantemente norteños, debido a su perfil más cercano al tipo noreuropeo, teniendo en cuenta los rivales que había que enfrentar (Bélgica, Suecia, Dinamarca, etc.) y al pesado pasto verde de las canchas de Antwerp.
Pero al considerar a los posibles candidatos a la selección nacional, Bru no podía olvidarse de las principales figuras del fútbol andaluz:

Aunque lo que más nos llama la atención, de ahí el subrayado, es la referencia de Bru a la escuela futbolística creada por Kinké, a la que aquellos pertenecían, y que era admirada en toda la España balompédica: la escuela sevillista de fútbol.
¿Se trata de un lapsus de Bru?
Veremos por qué no. Bru estaba en lo cierto.
En la primavera de 1.921, el Sevilla Fútbol Club se encarama a la cúspide del fútbol español por mor del primero de los hitos cumbres que han jalonado su dilatada historia.
A principios de mayo de aquel año, los sevillistas disputan en Madrid las semifinales de Copa de España con el campeonísimo Athletic Club de Bilbao.
El escenario de la eliminatoria es fruto de una cacicada federativa que impide la doble contienda en San Mamés y en el Reina Victoria, conforme ordenaba el reglamento.

Desgraciadamente, tampoco sería la última.
Un año antes, el F.C. Barcelona, con la misma excusa de la distancia, se negó a viajar a Sevilla a disputar una eliminatoria copera, con el beneplácito de los máximos jerarcas futboleros del país, como si ello no fuera un inconveniente recíproco para ambos equipos. ¿O es que el Sevilla F.C. no tenía que desplazarse a Barcelona para jugar?
Lo cierto es que, pese a las legítimas reclamaciones de los sevillistas, ejerciendo su derecho a que se disputase la competición en su ciudad, y ante su público, la Federación Española llevó la eliminatoria entre andaluces y vascos al campo “neutral” del Racing de Madrid.
Y no sabemos si por aquello del amor propio o porque ya tocaba, los sevillistas llegaron a la capital del reino ... y formaron la revolución.
Ciertamente el club ya se tenía ganada una bien merecida fama en Andalucía, como acaparador casi único de los campeonatos regionales, además del prestigio conseguido ante los rivales forasteros que acudían a Sevilla para el típico doble enfrentamiento amistoso que por entonces tanto se estilaba. Pero en partidos de competición nacional, la única de aquellos tiempos, la Copa de España, el equipo todavía no había dado la talla. Sólo apuntaba indicios de lo que podría llegar a ser su verdadero potencial.
Hasta que en aquel “mayo del 21”, el Sevilla Fútbol Club, y su famosa “línea del miedo”, convulsionaron el fútbol nacional.
Y no tanto por el resultado deportivo, siendo éste brillantísimo, con triunfo por 4 “goals” a 2 en el primer enfrentamiento, y empate a uno en el segundo.
Sino por la exhibición futbolística de aquel extraordinario equipo que conformaban:
Santizo; Ismael, Herminio; Rey, Ocaña, Ramírez; Escobar, Spencer, Kinké, León y Brand.
Os dejo unas cuantas instantáneas de aquella significada fecha.
¿No es maravilloso observar a Pepe Brand frente al gigante Belausteguigoitia, con el pañuelo en la cabeza?
La prensa madrileña de la época se hizo eco inmediatamente de aquella gesta, tratando de describir la singular, peculiarísima manera de practicar el fútbol que habían inventado los muchachos del Sevilla, comandados por Kinké, y que por aquellos lares constituía una auténtica novedad.
Así se refería a ello un protagonista de primera mano de aquel juego, el guardameta catalán Ricardo Zamora:

Pero en cualquier caso, la huella dejada por la exhibición sevillista no pudo ser borrada por la eliminación administrativa.
En 1923, tres jugadores de aquel equipo –Herminio, Spencer y Brand- fueron concentrados por la selección española de fútbol, de cara a la preparación de un choque con Portugal, disputado en el Reina Victoria sevillista.
Al comienzo del post tenéis la foto del entrenamiento, con Brand arriba, justo a la derecha del portero, Ricardo Zamora, y Herminio y Spencer, por este orden, abajo, sentados. Los dos últimos se alinearon contra Portugal, pero Pepe Brand quedaría finalmente en el banquillo, con grave disgusto de la afición local.
Y aquí unas cuantas imágenes del partido:

Para la historia del fútbol español, quedaría pues el impacto causado por aquellos superclases del Sevilla, de tal manera que aún hoy es utilizada la expresión “escuela sevillana” para referirse a aquel fútbol de pase corto, juego a ras de suelo, regates, giros, paredes y combinaciones cortas, que era pura orfebrería balompédica en pies de aquellos artistas del balón.
Mucho se ha escrito sobre las razones de toda índole que provocaron la aparición de aquel estilo exclusivo: los terrenos de juego secos y pelados del Sur, la escasa envergadura y peso de los jugadores frente a sus oponentes norteños, su gestación por simples muchachos casi juveniles para triunfar frente a oponentes de mayor edad, el carácter alegre de los sevillanos, su preferencia por el barroquismo antes que por la efectividad, etc.
Lo que no se ha mantenido, al menos con la rotundidad necesaria, es que la escuela sevillana fue en realidad “escuela sevillista”, Paco Bru dixit.
Se llamó sevillana porque sevillano y sevillista eran una misma cosa en el ámbito futbolístico de aquellos tiempos, sobre todo en la capital de España. No se conocía más club que al decano allende nuestras fronteras, y no sólo entonces, sino incluso muchos años después, siguió utilizándose aquella expresión para identificar al juego del equipo blanco.
Incluso el gran Amadeo García Salazar, seleccionador nacional y eminencia futbolística de reconocido criterio, casi dos décadas después, al referirse al Sevilla de los “stukas”, no podía evitar el recuerdo de estos grandes creadores:

Así pues, la utilización de la expresión “escuela sevillana” en forma extensiva para incluir también al otro equipo de la ciudad, es cosa moderna y espúrea, pues ni siquiera cuando alcanzó la cúspide de su fama y prestigio a nivel nacional, con su triunfo en el campeonato liguero de 1.935, pudo ser identificado con aquel estilo propio y diferente forjado por el ingenio de su rival. Aquel equipo de máxima gloria verdiblanca, al que bien se podría llamar “euskadikobetis”, comandado por los Lekue, Urkiaga, Aedo, Larrinoa, Areso, Unamuno, etc., basaba su éxito en la fortaleza defensiva que aportaban sus elementos vascos, y su juego, indiscutiblemente efectivo, estaba lejos, pero que muy lejos, de las predilecciones balompédicas del primer equipo de la ciudad.
¿No es curioso que, con antecedentes de este tipo, algunos se sigan auto-proclamando alegremente como representantes arquetípicos de Sevilla, Andalucía y el arte jugando al balón?
Harían bien en aprender algo de historia. Pero claro, me olvidaba, nunca les ha interesado ..., prefieren las leyendas.
domingo, 19 de abril de 2009
Doce contra diez

jueves, 16 de abril de 2009
Últimes vesprades a Mestalla
Atentamente."
martes, 14 de abril de 2009
El niño con el escudo de papel en el pecho

En una pequeña ciudad de El Magreb, hace ya casi una eternidad, un niño soñaba con ser futbolista grande, de primera división.

Jugó la Copa de Europa con el Sevilla Fútbol Club, en aquella aventura increíble de 1957 contra el Benfica y el Aarhus, y caería en desgracia, como el gran José María Busto, a partir de aquella triste noche invernal contra el Real Madrid, en la que fue alineado sorprendentemente como teórico delantero centro.
Ramón Martínez Pérez, ”Ramoní”, fue siempre fiel en su amor a los colores sevillistas. En entrevistas concedidas muchos años después de ser protagonista sobre el campo, siempre tenía palabras de orgullo y agradecimiento hacia el club blanco, y eso que su salida no fue ejemplar, precisamente.
Claro que la llama de los amores de la sangre, difícilmente puede extinguirse. Aquellas pacientes horas infantiles, confeccionando escudos de papel, habían marcado decisivamente el carácter de aquel niño que soñaba ser, y efectivamente fue, futbolista de los grandes sobre el césped de Nervión.
domingo, 12 de abril de 2009
Perdidos en el laberinto

jueves, 9 de abril de 2009
Una tarjeta de visita

martes, 7 de abril de 2009
El sevillismo de un pregonero












lunes, 6 de abril de 2009
Nuevo organigrama del Sevilla Fútbol Club

sábado, 4 de abril de 2009
Con el viento de cola, velocidad de crucero


jueves, 2 de abril de 2009
La leyenda de "el Pato"
En una época en la que podía “cargarse” sobre los porteros contrarios con el beneplácito del reglamento, este tiparrón desgarbado y con andar desencajado era el más temido atacante a todo lo largo y ancho de la España futbolera.

Los mejores guardametas de su época -Ignacio Eizaguirre, Velasco, Alonso, …- así lo atestiguan:
Y su fe.
Una fe de granito en sus posibilidades dentro del campo.
Y una inmensa fe cristiana fuera de él.
Es conocida la anécdota que en su día me refirieron, mucho antes de que cierta pluma verdiblanca se hiciera eco de ella.
Más que anécdota es ya leyenda, para el baúl infinito de José María de Mena.
Cuentan que “el Pato”, devoto fidelísimo de Jesús del Gran Poder, visitaba frecuentemente al Señor en su templo, hasta que, por esas cosas del destino, una desgracia cercana, no “atendida debidamente” desde las alturas, le provocó una fortísima crisis espiritual:
- “Ya no vengo a verte más –le dijo al Señor. Si quieres que volvamos a vernos, tendrás que venir a mi casa a buscarme…”
Y así fue.
Andando el tiempo, una noche, con el Señor en parihuela por las calles del barrio, se presentó una tormenta, sin tiempo para devolverlo a su templo. Inmediatamente, la puerta de almacén de la casa de Juan Araujo se presentó como solución de emergencia para resguardarlo.
Alguien se acercó a la puerta de Juan, golpeándola insistentemente.
- “¿Quién es?
- … Jesús del Gran Poder."
Juan se estremeció con un escalofrío que le atravesaba el cuerpo por completo.
Abrió la puerta y encontró allí, en su casa, pidiéndole cobijo, nada más y nada menos, que a su amado Señor.
Y rompió a llorar, desmoronándose como un niño, martilleado por el eco incesante de sus propias palabras:
“…tendrás que venir Tú a buscarme…, ...tendrás que venir Tú a buscarme..."
Nota.- Por gentileza de Cornelio, cuyo comentario os recomiendo que leáis, cuelgo una magnífica estampa del Señor del Gran Poder en Nervión, en la salida que coincide con los acontecimientos narrados en esta entrada. Gracias Cornelio.