Rebuscando por las
hemerotecas digitales, el tiempo y la tecnología juegan de nuestra parte, hemos
localizado una jugosa entrevista que nos ha descubierto a otro de nuestros protosevillistas
que hasta ahora no teníamos catalogado, se trata de un escocés de Glasgow, John
MacCornei.
(Rogamos
disculpas por la mala calidad de la imagen, en cuanto recuperemos el original
de mejor calidad, la colgaremos en esta misma página)
En la “Hoja del Lunes” del 28 de diciembre de 1910, en la página 2, la tercera y cuarta
columna, encontramos una jugosa entrevista realizada por Martínez de la
Ballesta, en la que nos cuenta cómo era su vida en esa Sevilla finisecular
y de comienzos del pasado siglo.
Transcribimos este
auténtico tesoro de la protohistoria sevillista:
El
fútbol es un deporte higiénico que nos llegó en barco desde las costas
británicas. Vino de la mano, o mejor diríamos, de los pies, de los súbditos de
Su Graciosa Majestad de Inglaterra. Hoy ya no es extraño ver a estos fogosos sportmen
realizando sus desafíos y mostrando su rivalidad. La sociedad sevillana ya ha
aceptado esta costumbre extranjera y con toda seguridad, en un futuro no muy
lejano, dará gloria al nombre de Sevilla como hoy lo hacen nuestros matadores
que triunfan en todo el mundo.
En
todos los ámbitos de la vida hay quien permanece en la sombra y desconocido
cuando hay una noticia, pero que también es parte de la misma.
Estamos
sentados, en el Pasaje de Oriente, ante una copa de manzanilla con uno de los
socios del Sevilla Football Club y que solo llegó a jugar el primer match
celebrado contra otra sociedad. John MacCornei llegó a Sevilla hará algo más de
veinte años, como empleado de escritorio de la naviera MacAndrews &
Co. Nacido en Glasgow, era hijo de uno los cargos de confianza de esta compañía
en la Isla.
- Mr.
MacCornei,¿Cómo vivían los británicos en nuestra ciudad a finales del pasado
siglo?
- La
mayoría trabajando. En empresas navieras, en la compañía del agua, en
fábricas... pero nos lo pasábamos muy bien. Nos juntábamos y nos echábamos la
partidas de cartas, muchas veces en casa del vicecónsul, aquello era casi un
casino. Otras veces montábamos una fiesta por cualquier cosa. Recuerdo que un
día de San Patricio nos invitó Merry. Hugo y Eduardo aparecieron con sus kirts,
yo no me lo había puesto, así que cuando los vi venir, le pedí al barman un
mantel, de esos de cuadros rojos y blancos, me quité los pantalones y me lo
puse. ¡No vea usted cuando me vieron!
- Se
lo pasaban bien, desde luego. ¿Y en cuanto al deporte?
- Eso
no era lo mío, pero ellos se iban al río y cogían unos botes y llegaban hasta
San Juan. Jugaban al tenis, al cricket, tiraban al pichón, y hasta montamos el club
de football.
- De
eso quería preguntarle. Usted fue de los primeros socios de un club de Footbal
que se constituyó en Sevilla. ¿Cómo se organizaron?
-
Aquí, en Sevilla, estábamos un grupo de británicos que habíamos venido a
trabajar. En nuestra pandilla había también sevillanos que eran hijos de
paisanos nuestros que habían venido antes. Aunque algunas veces remábamos por
el río, las tardes nos las pegábamos bebiendo cervecitas. Un día, a Patricio se
le ocurrió: “Como sigamos así, vamos a volver a la isla con una barriga king
size. Vamos a tener que hacer algo. ¿Por qué no formamos un club de
atletismo?”. Entonces dijo Carlos: “¿Y por qué no lo hacemos de football?” ¡Qué
buena idea tuvo! Saltamos todos alborozados. Isaías cogió una pluma y un papel
y dijo vamos a formar el Comité.” Y yo le dije: “Pues tú Secretario, ya tenemos
uno”. A Eduardo que era el vicecónsul, lo elegimos presidente, no teníamos otra.
Hugo, que ya había jugado en Escocia, expuso que debíamos jugar desde el
principio con las reglas de la Asociación, lo escogimos de capitán.
-
¿Así de fácil?
-
Para qué quiere usted más jaleo. Entonces dijo alguien: “¿Cuándo empezamos?”
Hugo se hizo cargo pronto de sus atribuciones: “Mañana, en el Hipódromo.”
- Y allí que fue usted a
jugar.
-
Bueno, yo no fui, me quedé dormido. Quedaron a las ocho de la mañana para ir
remando hasta Tablada, así que no sé lo que pasó después, igual hasta jugaron.
- Sabemos que usted jugó
poco ¿cómo fue eso?
-
Mire usted, lo que pasaba es que a la hora de las partidas, a las tres o las
cuatro de la tarde, ya me había bebido unas cuantas de cervecitas y algún
wisquicito de mi tierra y me ponía a hacer todos lo driblings yo solo.
-
Pero usted llegó a jugar.
-
Yo jugué nada más que la primera partida contra el Recreation de Huelva. No vea
que frío.
- ¿Cómo
es que usted no apareció en la alineación que publicó la prensa?
-
Los que sacaron la crónica en Huelva no llegaron a enterarse cómo me llamaba y
les dio por poner “un sustituto”.
-
¿Llevaban ustedes algún tipo de uniforme?
-
La verdad es que todos iban muy bien vestidos. Los sportmen llevaban unos
pantalones de algodón que parecían unos calzoncillos largos, y una camiseta. Yo
me dije, como nos conocemos todos, da igual la indumentaria. Yo no he sido
nunca muy sportmen, así que como no tenía ropaje, me presenté en pijama, un
pijama estampado.
- ¡Ja, ja, ja! ¿Un pijama estampado para jugar
al football dice usted? Supongo que sus compañeros le harían algún comentario.
-
Los muy ******** me dijeron de todo, y se cachondearon de mi todo lo que les pareció,
“payaso” era lo más suave que me dijeron.
-
¿Cómo quedó el partido? Si lo recuerda…
-
¡Cómo no voy a acordar! Ganamos por 2 a 0. El segundo goal lo metí yo.
-
¡¿Suyo?!
-
Eso mismo pensaron todos los que estaban allí, que me pegaron una catea entre
los dos equipos.
-
Pasaron un buen día con sus amigos de Huelva…
-
Yo donde mejor me lo pasé fue en el Café Suizo, allí enfrente, un poquito más
abajo. Celebramos un banquete por todo lo alto. En los brindis me descojonaba,
cogí una botella de champagne y le pegué un taponazo en la oreja a Mr. Palin,
el secretario de Huelva, me di la vuelta y no sabía quién le había dado,
Carlitos se meaba.
-
Precioso fin de fiesta…
-
Luego empezaron a cantar. Uno de Huelva, que no me acuerdo, empezó a cantar
ópera; y Guillermo respondió cantando lo del toreador, que se había estrenado
aquel verano en el Eslava, y los demás hacíamos el coro “loroololólo lo loló
loró”. Entonces fue cuando me dio por salir a mí.
-
¿También canta usted?
-
¿Yo? ¡Qué va! Yo me subí en una silla y empecé a hacer equilibrios, y todos se
reían, pero más se rieron cuando me pegué la… el batacazo.
-
Excelente día, sí señor. Dígame por último ¿qué fue antes, el huevo o la
gallina?
-
El pollo, querido amigo, el pollo.
No termina aquí
esta investigación, que tan excelente fruto ha dado, mañana podrán conocer el
final de esta historia, sin el cual este documento tendría que considerarse
incompleto.
(Continuará…)